sábado, 5 de marzo de 2016

El arte de la paz y la felicidad (Rupert Spira)

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Un libro que puede ser recomendable y agradable de leer es «Presencia: El arte de la paz y la felicidad», de Rupert Spira. Las explicaciones de Rupert Spira son tan sencillas y atinadas que da la impresión de que este libro podría entenderlo sin problema cualquier persona, incluso si no ha leído previamente nada sobre Advaita. Ya se han visto otros libros sobre esta temática (algunos de ellos mencionados alguna vez en este blog), y el aporte de este nuevo libro de Rupert Spira es su sencillez y el hecho de que es casi como practicar la autoindagación junto con él, de la mano de sus sencillas explicaciones, con gran suavidad y sin conceptos complicados ni terminología oriental. Me ha parecido que desde este punto de vista, este libro aporta matices interesantes.

Voy a copiar más abajo la introducción del libro, pero antes de eso voy a mencionar algunas citas; primero tres breves citas de la segunda parte (el libro tiene 6 partes o capítulos) sobre la paz y la felicidad:

La paz no es una cualidad o un atributo de nuestro yo. Es nuestro yo. (Pág. 63)

La felicidad es la innata falta de resistencia, la ausencia de insastisfacción que es el estado natural de nuestro yo. No puede separarse de nuestro yo. Es lo que somos. (Pág. 65)

Así pues, la felicidad, como la paz, es inherente a nuestro yo. Es nuestro yo. (Pág. 66)

Y otra cita un poco más adelante en el libro, en la tercera sección:

La paz, la felicidad y el amor tan solo son otros nombres para la conciencia, esto es, otros nombres para nuestro yo. (Pág. 102)

En estas 4 citas, la palabra "yo" podría intercambiarse por la más frecuentemente usada en este contexto, por la palabra "ser" (no sé cuál será la palabra usada en el original en inglés, pero no me extrañaría que fuese "self" que suele traducirse tanto por "yo" como por "ser").

En realidad no importa el nombre que usemos, sea paz, felicidad, o cualquier otro de los nombres frecuentes (plenitud, unidad, amor, inmutabilidad, puro ser, etc.). Lo importante es distinguir cuándo alguien se refiere a la falsa felicidad o paz dual, basada en sujeto/objeto, y cuándo se está hablando de la auténtica felicidad o paz no-dual, que es nuestro verdadero Ser.

Puesto que esta paz o felicidad es algo tan esencial y revelador, de hecho Rupert Spira la considera como la confirmación de la realidad, voy a copiar aún otros tres breves fragmentos sobre esto, del último capítulo de este libro (antes de pasar a copiar la introducción, más abajo), dado que es relevante, de hecho el subtítulo del libro es "El arte de la paz y la felicidad". El siguiente fragmento está en la sección titulada "Soy algo, nada o todo":

¿De qué manera llega esta confirmación? ¿De qué manera puede convencernos realmente la experiencia de que la posición en la que nos encontramos está alineada con la realidad? ¿Consiste en una comprensión intelectual de la no dualidad? 

¡No! 

La experiencia que pueda convencernos de que nuestra comprensión, posición o actitud es verdadera tiene que ser la experiencia que más valoramos en la vida. Y ¿qué es lo que más valoramos en la vida? La experiencia de la felicidad. Esta es la manera en que el universo nos confirma que nuestra comprensión es verdadera. La felicidad o cualquiera de sus sinónimos, como paz, amor o belleza, es la confirmación más elevada que podemos recibir. 

La felicidad es la manera como la experiencia se dice «sí» a sí misma cuando ha sido despojada de todas las creencias y sensaciones erróneas. (Págs. 206 y 207)

Un poco más adelante, en la sección titulada "La felicidad es la práctica espiritual más elevada", se dice:

Existe una felicidad absoluta que no se mezcla con el más mínimo matiz de ninguna otra cosa. Esta felicidad es nuestro yo. (Pág. 219)

Y un poco más adelante en esa misma sección, en el último fragmento que voy a citar antes de pasar a copiar la introducción del libro, Rupert Spira comenta que:

No hay nada que la presencia tenga que evitar, ni existe ningún estado que pueda añadirle nada a su plenitud. Como tal, es la simple experiencia de la felicidad. 

La felicidad es tan solo el conocimiento de nuestro propio ser —su conocimiento de sí mismo— tal como es. Permanecer conscientemente en este estado es pura meditación; al fin y al cabo, es la vida misma. 

En otras palabras, la felicidad es la práctica espiritual más elevada. (Pág. 227)

Y ahora sí, paso a copiar aquí la introducción del libro. Son unos párrafos que me han parecido claros e inspiradores, y que nos dan una idea aproximada de lo inspirador que es también el resto del libro. Copio la introducción incluyendo las notas a pie de página, las cuales señalizo en su momento y las incluyo al final.

Introducción

Si realizásemos una encuesta entre los siete mil millones de habitantes del planeta y les preguntásemos qué es lo que más desean en la vida, casi todos responderían: «Ser feliz»1. Algunas personas podrían no formularlo tan directamente y dirían, por ejemplo, que quieren una pareja, una familia o más dinero, pero todo esto es solamente deseado por la felicidad que produce. De hecho, la mayor parte de las actividades que llevamos a cabo las realizamos con la perspectiva de obtener felicidad.

En nuestra búsqueda de la felicidad empezamos explorando las posibilidades que se hallan disponibles en los ámbitos convencionales del cuerpo, la mente y el mundo. Desde una edad temprana descubrimos que la adquisición del objeto2 de nuestro deseo parece producir la felicidad que anhelamos. Como resultado, queda establecido en nuestras vidas un hecho fundamental: la correlación entre la adquisición de objetos, actividades y relaciones y la experiencia de la felicidad. 

Sin embargo, después de un tiempo, y aunque puede ser que sigamos en posesión del objeto deseado —ya se trate de un objeto físico, una relación, una actividad o un estado mental—, la experiencia de felicidad que parecía producir se va desvaneciendo. Esto debería bastar para que nos diésemos cuenta de que la felicidad no es el resultado de la adquisición de objetos, relaciones o estados alterados. Si la felicidad guardara relación con los objetos, debería seguir mientras estos continuasen presentes. 

En vez de asumir este mensaje tan sencillo, nos limitamos a descartar el objeto que una vez pareció darnos felicidad y buscamos otro en su lugar, con la esperanza de que nos devolverá la felicidad que de nuevo nos falta. De hecho, este patrón de perseguir un objeto tras otro constituye un intento de obtener la felicidad, la paz o el amor. Y es el patrón básico con el que la mayoría de las personas rigen sus vidas. 

Tras el repetido fracaso de los objetos habituales de deseo a la hora de darnos felicidad, empezamos a explorar otras opciones. Entonces pueden ocurrir dos cosas: o bien nos sumergimos en los ámbitos convencionales del trabajo y el dinero, la comida y las sustancias, o el sexo y las relaciones —cada vez más, hasta llegar a la obsesión, lo cual acaba con un nivel u otro de adicción—, o bien retiramos nuestra atención del campo de las posibilidades convencionales y emprendemos una búsqueda espiritual. 

La búsqueda espiritual se emprende normalmente después de que los ámbitos convencionales de la experiencia han fallado a la hora de conducirnos a obtener la felicidad, la paz y el amor. Ya no perseguimos la felicidad, de la cual parece que solo podemos percibir atisbos fugaces, sino que ahora buscamos un estado de iluminación permanente. No obstante, nuestra búsqueda de la iluminación no es más que una reorientación de la búsqueda convencional de la felicidad. 

Esta búsqueda nos lleva a nuevos ámbitos de experiencia. Ahora tendemos a centrarnos en la adquisición de estados mentales más que en la de objetos o relaciones mundanos. Y así como la obtención de un objeto o relación pone fin, temporalmente, a esa búsqueda convencional, dándonos una breve degustación de la felicidad, estos estados mentales recientemente adquiridos suponen el final temporal de la búsqueda espiritual. Nos proporcionan una vez más un atisbo de la misma felicidad, que ahora denominamos iluminación o despertar. Sin embargo, así como previamente habíamos confundido la adquisición de objetos y relaciones con la fuente de la felicidad, confundimos ahora estos nuevos estados mentales con la iluminación. 

Ocurre que los breves atisbos de felicidad que tenemos ahora son pronto eclipsados, como sucedía con los atisbos de felicidad de antes, por los viejos patrones que nos llevan a buscar la felicidad, la paz y el amor en los objetos, las relaciones y los estados alterados. El resultado es que nos hallamos de nuevo confrontados con el fracaso de nuestra búsqueda, solo que esta vez no nos quedan más ámbitos en los que explorar. Como el hijo pródigo, nos hemos aventurado dentro de un país lejano persiguiendo la felicidad, y ahora ya hemos agotado todas las posibilidades que teníamos de hallarla. 

Algunos experimentan este fracaso como un tiempo de crisis o desesperación. Ya no hay más direcciones en las que dirigirse, y aun así la búsqueda no ha llegado a buen puerto. Los medios habituales de llevar la búsqueda a su fin, o al menos de evitar la incomodidad que provoca —sustancias, actividades, relaciones o estados mentales más sutiles, meditativos—, pueden haberla entumecido temporalmente, pero aún está ardiendo en nuestros corazones. ¡No queda donde buscar, y aun así no podemos dejar de hacerlo! 

Pero no todos tenemos que llegar a estos extremos. En algunos casos la inteligencia, y no la desesperación, es lo que precipita la comprensión de que aquello que realmente anhelamos no puede encontrarse en ningún estado del cuerpo, de la mente o del mundo. De hecho, es siempre nuestra propia inteligencia innata la que está operando. En el caso de algunas personas, adopta la forma de una crisis que golpea el núcleo de sus vidas; en el caso de otras, esta crisis puede ser menos acentuada. 

Sea como sea, en cualquiera de los dos casos puede abrirse una nueva puerta, la única que aún no ha sido explorada. Se abre en el momento en que nos planteamos quién es este yo que se halla en una búsqueda casi constante de la felicidad y cuál es la naturaleza de esta felicidad. Este es el momento en el que el hijo pródigo se da la vuelta para emprender el regreso. Este libro empieza en dicho momento. Ofrece una profunda exploración de la naturaleza de nuestro yo y de la felicidad que buscamos.

Notas:

1. En este libro, felicidad es sinónimo de paz, amor, belleza y comprensión. 
2. En este libro, objetos se refiere a cualquier cosa que es experimentada en el ámbito mental, emocional o físico; incluye todos los pensamientos, imágenes, sentimientos, sensaciones y percepciones.

El libro ha sido publicado en español por la Editorial SIRIO: http://www.editorialsirio.com/index.php?mod=colecciones&tag=spira-rupert&id=809
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4 comentarios:

  1. Más sencillez:

    PAPAJI dice:

    1.- El Ser es lo que da aliento a la Vida.
    No necesitas buscarlo porque está Aquí.
    Eres el Vehículo de tu búsqueda.
    ¡Eres lo que estás buscando!
    Y Eso es Todo lo que hay.

    2.- No hay búsqueda.
    La búsqueda es para encontrar aquello que anda perdido,
    pero cuando no se ha perdido nada
    no tiene sentido la búsqueda de un objeto.
    Aquí simplemente Aquiétate.
    No remuevas ningún pensamiento en tu mente,
    y Entonces sabrás quién Eres realmente.

    3.- La Verdad está más allá de cualquier
    pensamiento, concepto, o condicionamiento.
    Verdad es lo que tú eres, y sólo la Verdad Es.
    Así que abandona tu búsqueda, simplemente Aquiétate,
    No estimules ningún pensamiento ni hagas esfuerzo alguno,
    y la Verdad se te revelará por Sí misma y a Sí misma.
    Toda práctica acarrea un ego
    que refuerza la relación sujeto-objeto.
    Toda practica se lleva a cabo
    a través de los sentidos y del cuerpo-mente,
    lo cual reafirma la identificación con el cuerpo-mente.
    Cualquier identificación es una identificación errónea.

    4.- Hay tres razones por las que la búsqueda y la práctica
    son una soberana tontería, sirviendo solo para confundir
    con el ardid de la aguda mente postergando la Liberación.
    La primera es porque crea un buscador.
    Lo cual, reafirma la idea de que existe un individuo sufriente
    separado de la Libertad, y de que el Ser
    es "otra cosa" que está fuera del Aquí y el Ahora.
    La segunda es la búsqueda.
    La búsqueda es una distracción que obliga a la postergación
    y a un sufrimiento tan interminable como innecesario.
    La Búsqueda promueve las religiones, las tradiciones,
    los caminos espirituales a los que adherirse;
    que sólo sirven para atraparte más y más profundamente en la ilusión.
    La Verdad está sólo Aquí y Ahora,
    Pero la búsqueda dice que está en el mañana.
    La tercera razón
    es que la búsqueda crea un objeto a encontrar,
    lo que la convierte en la trampa más sutil y engañosa.

    Extractos de ESTO ES



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    Respuestas
    1. Se le dice a Paramahansa Yogananda: "La verdad es para los buscadores sinceros".

      Jesús dice: " Yo comunico mis secretos a los que [son dignos] de ellos".

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    2. Me gusta la palabra Aquiétate, me recuerda a:

      RUPERT SPIRA cuando dice: “La pantalla ha sido pasada por alto debido a nuestra fascinación exclusiva con el cuerpo, la mente y el mundo. Todo lo que es necesario es sólo relajar el foco de tu propia atención”.

      OSHO: “Una consciencia adecuada implica algo más que sólo consciencia porque la consciencia puede llegar a ser un esfuerzo. “Consciencia adecuada” quiere decir consciencia sin tensión, en relajación. Si intentas estar consciente y por ello creas tensión, esta tensión destruirá todo tu trabajo, debes por tanto recordar dos cosas: consciencia y relajación, sin esfuerzo”.

      Un abrazo.
      rafavaello

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    3. La palabra "aquiétate" me recuerda también a Ramana Maharshi y a Un Curso de Milagros, entre otros, y cómo no, a la famosa frase bíblica que dice:

      «Aquiétate y sabe que YO SOY DIOS».

      Una frase/idea que, por cierto, bien encarada, resuelve completamente el problema aparente de la dualidad.

      Un abrazo

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