jueves, 29 de septiembre de 2016

Emoción dolorosa que desaparece y reaparece

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Copio un intercambio de e-mails sobre el tema del dolor emocional en el contexto de la práctica espiritual. De ambos e-mails elimino solamente unas palabras sueltas que se refieren a datos personales de la persona que me escribió. En el mío añado también algunas líneas que aclaran un poco mejor lo que había escrito en el e-mail original.

Hola Toni. (...) He seguido por rachas algunos de tus interesantes blogs. Lo que expresas en ellos me lleva a escribirte. Quiero contarte mi situación personal por si tu respuesta me hace ver algo de luz.

Te podría hablar y extenderme sobre un pasado infernal, pero tras llegar a la no-dualidad a través de gente como Jeff Foster, Byron Katie, Jorge Lomar, el Curso de Milagros... empecé a creer que era posible llegar a ser feliz a pesar de cualquier pasado por muy oscuro que haya sido. Comencé a practicar la meditación, y a día de hoy, la situación es esta: cada pocas semanas tengo rachas de varios días en los que siento un sufrimiento considerable, independientemente de las circunstancias externas. Llámese trauma del pasado, culpa inconsciente, lo que sea. La cuestión es que llega, se queda unos días, y se va.

Mi perspectiva a la hora de enfocar el sufrimiento ha cambiado. Hace años el pensamiento que acompañaba a la emoción era totalmente destructivo y eso alejaba la salida. Ahora llega el sufrimiento y el abordaje consiste en respirar y sentirlo, permitirlo, sin añadir pensamiento, y repetir mentalmente de vez en cuando afirmaciones como: soy Mente, Todo está en orden, Permito este momento, Descanso en Dios, etc. Es decir, centrarme en la sensación y dejar fuera el pensamiento en la medida de lo posible. Llevo desde febrero, y la emoción, tarde o temprano, termina menguando y desaparece.

Y cuando desaparece, sigo adelante. No pienso en que puede que vuelva. Quizás, cuando pasa algo más de tiempo, inconscientemente piense que ya ha quedado atrás... pero la realidad es que, a día de hoy, vuelve.

Quién sabe, quizás es solo cuestión de tiempo, de seguir pasando por estas dolorosas rachas, hasta que llegue un momento en que, simplemente, no vuelvan. No lo sé. Solo sé que cuando llega ese sufrimiento no trato de justificarlo, no lo alimento con el pensamiento, no intento buscar soluciones... lo permito y lo respiro y lo siento, es lo único y lo máximo que sé hacer... pero es duro, es duro.

Bueno, Toni. Gracias por estar ahí, y por compartir lo que te brota en tus blogs.

Un abrazo.

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Respuesta: Hola, XXX. Te comento lo que intuyo con respecto al asunto que mencionas.

La actitud que indicas estar adoptando es correcta (observar sin juzgar, simplemente sentir, sin alimentar la situación con más pensamientos/juicios/interpretaciones).

Es un paso en la dirección correcta; y en este sentido, vas bien.

Otro modo de exponer ese proceso, que puede que también hayas leído en alguna parte, es la metáfora de las nubes: consideras los problemas o molestias como nubes pasajeras, recordando que tú no eres las nubes, sino el cielo. Es decir, recordando que no eres lo pasajero, sino el fondo inmutable que nunca está afectado por nada. Las nubes abundantes y densas pueden parecer ocultar el cielo, desde el punto de vista de un testigo que mire hacia arriba desde abajo de las nubes. Pero desde el punto de vista del cielo mismo, el cielo nunca se ve afectado por las nubes, ni ocultado, ni desaparece en ningún momento. Incluso si "llueve", el cielo no se moja porque está por encima de las nubes, las transciende. En cambio, el testigo individual cuyo punto de vista está debajo de las nubes, sí parece mojarse y sí parece haber perdido de vista la tranquila visión del cielo.

Entonces, procuras ir tomando conciencia de que no eres lo nuboso, lo pasajero, sino que eres lo permanente. No eres el sufrimiento que percibes, el cual es pasajero, sino la paz de fondo. La paz es permanente, aunque para nosotros hay dudas sobre la permanencia de la paz, debido a que frecuentemente parecemos perderla de vista, como nos sucede también con el sufrimiento, que unas veces está y otras no. El sufrimiento se asemeja a las nubes pasajeras. Pero la paz se asemeja al cielo: en realidad es siempre la misma. El cielo, incluso si lo perdemos de vista ante el velo de las nubes, cuando reaparece sigue siendo el mismo cielo de siempre, tan ilimitado como siempre, e incluso mientras no lo veíamos, el cielo seguía ahí, aunque nosotros nos concentrábamos en el velo de nubes que nos impedía ver el cielo.

Por lo tanto, procurar identificarnos con la paz permanente, en lugar de con las pasajeras circunstancias cambiantes, es un paso en la buena dirección, y nos ayuda a ir sintonizando poco a poco con la paz y a sentirnos más relajados. Esto es una práctica que se menciona en muchos libros de Advaita.

Pero si practicas eso el tiempo suficiente, puede que llegues a darte cuenta de que aunque esa actitud ayuda a relajarte, lo que sin duda es favorable, aún así no es suficiente.

Puesto que mencionas que Un Curso de Milagros no te resulta desconocido, aprovechémoslo para profundizar en una actitud que nos lleve todavía más cerca de deshacer el error de percepción que produce las molestias/problemas.

No sé cuán familiarizado estés con el Curso. Hay quienes tratan de interpretar (malinterpretar) su enseñanza, considerándola desde un punto de vista dualista. Tales malinterpretaciones no son sorprendentes dado el lenguaje metafórico que usa el Curso (por ejemplo con términos religiosos tales como Padre, Hijo, Espíritu Santo, etc.). Pero el modo correcto de interpretar el Curso es mediante un enfoque no-dualista. Este enfoque, además de en el propio Curso, lo puedes encontrar explicado de manera más coloquial y lineal en las obras de Gary Renard y de Kenneth Wapnick. En especial, a mí me fue muy útil leer el primer libro de Gary Renard, «La Desaparición del Universo», como una magnífica forma de introducirme al Curso con un enfoque idóneo, no-dualista. Si no lo has leído, y te resuena el Curso, puede ser una lectura muy útil. Es un libro que en mi caso lo he releído en varias ocasiones, sintiéndome inspirado cada vez.

Desde la perspectiva del Curso y su proceso principal para deshacer el ego, el llamado proceso del perdón no-dual, el sufrimiento que sientes, no solo en este caso concreto sino en cualquier situación dolorosa en general, no se debe a lo que a primera vista pudiera parecer su causa ("Nunca estoy disgustado por la razón que creo"; puedes sustituir la palabra "disgustado" por cualquier sinónimo: sufriendo, triste, irritado, dolorido, enfadado, etc.). La situación externa es simplemente un símbolo que refleja lo que se está cociendo en una parte más profunda de tu mente, de la cual eres inconsciente. A nivel de la mente inconsciente, una parte de ti sigue eligiendo creer en la separación, debido a un apego a la individualidad. Cuando tomas conciencia de esto, puedes practicar el proceso del perdón, entregando el problema aparentemente externo al Maestro interior o Espíritu Santo, reconociendo al mismo tiempo que es el reflejo de la creencia errónea en la separación, que es una creencia sepultada y escondida en lo más profundo de tu mente y por eso en gran medida es inconsciente (hablo de "tú", pero esto es así para todos, excepto para los iluminados). Al entregar tanto el problema reflejado (esto quiere decir no aferrarte a los resultados "externos", lo cual ya haces correctamente en alguna medida) como la decisión interna (elegir creer en la separación) que eliges a nivel inconsciente, el error de percepción se va deshaciendo, el iceberg de la culpa/separación se va derritiendo, y cada paso dado en esta dirección es un paso en favor del despertar. Es un proceso gradual, pero seguro, que finalmente nos conduce a experimentar (no intelectualmente, sino vitalmente) la última de las ilusiones: el despertar o iluminación completa.

Nuestra mente inconsciente cree haberse separado de la Unidad (o como queramos llamarla: Dios, Plenitud, Totalidad, etc.), por lo que la mente (inconsciente) se percibe a sí misma sintiéndose fatal y sintiendo culpa por "haberlo estropeado todo" (por haber roto el Cielo, es decir, por haber salido del estado natural de Plenitud no-dual). Y proyecta este error de percepción sobre un imaginario mundo físico de formas, lleno de cuerpos-mentes, entre ellos los humanos, que se ven inmersos en problemas, tanto "externos" (roces con otros cuerpos o con la carencia del mundo de las formas) como "internos" (pensamientos y sentimientos de depresión, tristeza, miedo, culpa, malestar, dolor, ira, etc.). Mediante el proceso del perdón permitimos que el Maestro interior nos recuerde que en realidad todo esto es un reflejo de un problema que no es tal: el "problema" a nivel de la mente profunda, de creer en la separación y en haber "roto" el Cielo, es una idea ilusoria y es algo que jamás ha ocurrido ni podría ocurrir. Al dejar que el Maestro interior (que es una manera de nombrar el recuerdo de la Verdad en nuestra mente) elija por nosotros dejar de apoyar esa creencia en la separación, el ilusorio problema original se debilita, y si este proceso del perdón se practica con constancia finalmente conduce al deshacimiento total del ego, y con ello la plenitud constante, que es lo único verdadero, vuelve a ser nuestra experiencia para siempre. En realidad el ego no existe, pero puesto que nos parece que existiera, hablamos de su deshacimiento, que es lo que nosotros percibimos en la práctica (y cuando hablamos del ego, nos referimos más bien al "sistema de pensamiento del ego", que no es algo separado de nosotros sino las creencias erróneas que hemos aceptado a nivel inconsciente en nuestra propia mente, aun siendo todo eso ilusorio).

Este proceso se explica en detalle en el libro que mencioné antes («La Desaparición del Universo»), también en el propio Curso (ahí de manera menos lineal y requiere más trabajo por nuestra parte ir captando las diversas capas de significados) y de manera muy amplia y detallada (aunque tal vez de un modo un tanto formal o académico) en el libro «El mensaje de Un Curso de Milagros», de Kenneth Wapnick. Aquí, en un simple e-mail, obviamente no podemos entrar en tantos detalles tratando de resumir muy escuetamente lo que otros han explicado con más precisión a lo largo de decenas o incluso cientos de páginas. El proceso del perdón, bien entendido, es un modo muy eficaz de volver la mente hacia dentro, deshacer el ego y aceptar la iluminación. Entonces finalmente experimentamos lo que ya habíamos averiguado intelectualmente leyéndolo en decenas de libros: que el Ser siempre es y nunca ha cambiado. El Ser nunca se ha dormido, así que en realidad no necesita despertar, pero puesto que nuestra experiencia es la de sentirnos en carencia habiendo perdido de vista la plenitud, entonces lo más benigno es sacar un clavo (la dualidad, con todo su sufrimiento, carencia y dolor) con otro clavo (el proceso del despertar, con su punto final: la iluminación). Una vez despiertos ya no será necesario ninguno de los clavos (incluso la iluminación es algo ilusorio, metafórico, pues el Ser siempre es). Pero antes de que hayamos experimentado el despertar (y no de un modo meramente intelectual) estamos como soñando, y no sirve de nada fingir que ya estamos despiertos (independientemente de que nuestro verdadero Ser sí lo esté).

Si no llegamos hasta el final del proceso del despertar, nos conformaremos con menos. Y eso es como conformarse con nada. Algunos se consideran a sí mismos iluminados, pasando por alto las señales en sentido contrario (por ejemplo, siendo capaces todavía de sentir dolor físico, aunque lo justifican diciendo que lo sienten pero no lo sufren porque no se identifican con el dolor de manera personal; sin embargo, cuando se está realmente iluminado, ninguna ilusión puede afectar en modo alguno, y el dolor físico se reconoce como que en realidad es lo mismo que el sufrimiento mental; de hecho, no hay cosas físicas, todo es mente; incluso el cuerpo "físico" no es más que una idea, una percepción errónea en la mente). Un verdadero iluminado es incapaz de sentir sufrimiento ni dolor físico; no puede tampoco enfadarse, irritarse, ni sentir la más mínima molestia o incertidumbre. Todos los demás sí estamos expuestos a estos factores, ilusorios pero aparentemente molestos en nuestra experiencia, hasta que finalmente nos libramos de todo esto cuando el proceso del despertar se completa, librándonos al mismo tiempo de la noción de ser un individuo. Tener la humildad de reconocer que todavía estamos apegados (en un grado u otro) a la ilusión, nos permite abrirnos a todas las fases del proceso del despertar.

Finalmente, todos despertaremos (como Uno). Practicar alguna de las modalidades del proceso del despertar simplemente hace que nuestro despertar suceda "antes". Decir esto es también metaforico, puesto que en realidad el tiempo no existe, pero hablamos de un modo lineal que refleja lo que parece ser nuestra experiencia durante el proceso del despertar. Una vez acabado el proceso, una vez despierto, sin embargo, se reconoce que nunca hubo caída en la dualidad, ni dormir, ni despertar (este reconocimiento ha sido ilustrado por diversos sabios orientales con el relato de quien va buscando su collar pues cree haberlo perdido, hasta que finalmente surge el reconocimiento de que se lleva el collar puesto encima, colgado a nuestro propio cuello, y que nunca se había perdido: siempre estuvo ahí con nosotros). Pero esto ha de reconocerse experiencialmente como Plenitud total y ausencia total de cualquier otra cosa (ausencia total y permanente de miedo, de dolor, de carencia, de tristeza, de ira, de limitación, etc.). El proceso de despertar nos conduce de manera acelerada a este reconocimiento.

Como desde nuestra perspectiva parece ser un proceso gradual, debemos practicar con paciencia. Cada vez que practicamos el proceso del perdón, hemos dado un paso en la dirección correcta y se deshace para siempre un trocito del iceberg del ego. Cuando el iceberg quede completamente derretido, se produce la iluminación y se experimenta paz y plenitud permanente. Mientras tanto, durante el proceso, a partir de cierto punto iremos sintiendo cada vez mayor paz, o las faltas de paz serán cada vez más breves. Pero mientras no se complete el proceso, el sistema de pensamiento del ego seguirá activo y ocasionalmente puede producir momentos amargos, que bien afrontados podemos abordarlos como nuevas oportunidades para practicar el perdón no-dual y así resintonizar la paz.

Todos despertaremos finalmente, la meta está garantizada puesto que el Ser siempre Es. Y las nubes ilusorias nunca pueden tapar el Cielo de lo eterno, excepto en nuestra imaginación cuando nos apegamos a la efímera individualidad.

En este proceso es beneficioso que tengamos paciencia y procuremos permanecer en paz. En uno de mis blogs copié unas citas de uno de los libros de Gary, sobre "la metáfora de la cebolla", una metáfora que a mí me ha resultado inspiradora. Si quieres leerla, puedes encontrarla aquí:

http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/09/la-metafora-de-la-cebolla-aplicada-al.html

Todo va bien, excepto que pensamos lo contrario. Y este pensar erróneo se origina incluso en lo inconsciente, a nivel profundo de nuestra mente. Afortunadamente, el proceso del perdón no-dual llega hasta la parte profunda de la mente y permite "limpiarla", despejando el camino para que se revele la Verdad que siempre ha estado ahí y de la que nunca nos hemos separado realmente. Con el proceso del perdón se acelera la disolución de las nubes y, finalmente, se experimenta la iluminación y nuestro reencuentro con el Cielo, con nuestro verdadero Ser, del cual nunca hemos salido y el cual nunca ha cambiado.

Todos los problemas ("externos" o "internos") son imaginarios, y el perdón no-dual los deshace todos. Quien aprende a practicar el perdón, ya no necesita nada más. Paciencia y práctica, intuición y tranquilidad. Estamos a salvo, pues parezca lo que parezca ocurrir, nada puede impedirnos aplicar el perdón que nos despierta. Por eso el Curso dice que "el perdón es la llave de la felicidad".

¡Un abrazo!

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