Sin embargo, las palabras «yo soy yo» ofrecen una pista potentísima, la clave que "destruye" el universo de las limitaciones y que disuelve todos los problemas.
En verdad el hombre mundano acierta en algo: «yo soy yo» apunta, efectivamente, a algo muy obvio. Apunta hacia la verdad en toda su simpleza. Sin embargo, lo que el hombre de mundo considera como obvio está muy lejos de ser verdad, mientras que lo que considera como incomprensible, es la simple y obvia realidad.
La verdad es obvia y simple, aunque no puede encerrarse en palabras. Sin embargo las palabras pueden usarse como insinuaciones o pistas, para aquellos que tengan oídos para escuchar y corazón para sentir.
El hombre de la calle llama «yo» y «tú» a los objetos (los cuales son imaginarios): llama «yo» a un cuerpo "físico" al que considera ser él mismo, llamado por ejemplo «fulano»; llama «tú» a otros cuerpos-objetos, por ejemplo «mengano». Y objetivándose a sí mismo y al mundo, pasa por alto al «yo-puro», que es «ser» puro, sin cualidades limitadoras (por lo tanto sin forma, infinito, indescriptible).
La Consciencia pura, cuando juega a identificarse como un "hombre mundano limitado" (como un ser limitado, separado), finge no darse cuenta del «yo-puro» real; la Consciencia juega a no "ver" su «yo-soy-yo puro», juega a no "ver" su pura mismidad sin accesorios. Y el resultado de dicho juego es que parece surgir un mundo que rodea al «yo-cuerpo-limitado», pasando por alto (mientras la Consciencia siga jugando a identificarse con lo limitado) que tanto el «yo-cuerpo-mente-separado» como el «mundo que me rodea» son proyecciones mentales (pensamientos) e imaginarias.
Sin embargo, en este juego en el cual la Consciencia finge ser lo que no es, jamás la Verdad ha cambiado. La separación no es real (ni siquiera mientras se juega) sino imaginada, y lo único verdadero y constante es la pura mismidad sin accesorios, el puro-ser, el «yo-puro-ilimitado». El juego no ha cambiado la Realidad inmutable, pues la Verdad sigue siempre siendo Sí misma, «yo soy yo» brilla eternamente en su inmortal felicidad.
Solamente el «yo-objeto» (el cual es imaginario) puede creer tener problemas. El «yo-puro» jamás tiene problemas, no existe nada que no sea él (Él).
«Yo soy yo» es una insinuación de la verdad en 3 palabras, cada una de las cuales significa lo mismo, por lo que esta frase podría acortarse todavía más, a una sola palabra: «Yo».
Pensar «yo soy esto o aquello» (por ejemplo: «yo soy Toni, o yo soy albañil, o yo soy un cuerpo humano o una mente humana separada») es errar el tiro: es identificarse con algo imaginado.
Pensar «yo soy yo», llevando la atención ahí sin añadir nada más, es un enfoque más apropiado para recordar la verdad. Pero pensar en «yo» o en «yo soy yo» no es la clave que "abre la puerta", sino que la clave es serLo (ser ese «yo», vivir ese «yo soy yo»). Ser lo que uno es. Y ser «yo» es algo espontáneo, intuitivo, no tiene que ver con la «mente» sino con el «Corazón» (no pensarlo, sino serlo, vivirlo, sentirlo, saborearlo, bailarlo, gozarlo, disolverse en ello soltando los conceptos mentales).
Pensar en «yo soy yo» puede ser una ayuda provisional mientras uno se autointerpreta como un cuerpo y no atina a llevar la atención a su «ser» de otra manera. Pero quedarse ahí en esa actitud mental no es suficiente. El sabio Ramana Maharshi comentó que pensar tales cosas («Yo soy yo, soy Eso, soy Brahman, soy el Ser», etc) es semejante a un hombre que no parara de pensar: «soy un hombre, soy un hombre, soy un hombre...». Al que ya lo sabe y lo vive, repetir ese pensamiento no le sirve de nada. Y a quien no lo sabe ni lo vive, tal idea puede servirle como pista inspiradora, pero mecanizarla convirtiéndola en un ritual mental constante sería poco útil, porque la idea está dirigida más bien al corazón-intuitivo que a la mente. Y el corazón-intuitivo consiste en vivir intuitivamente Eso: serLo, sentirLo, vivirLo, ¡pero no meramente pensarlo! ¡Los pensamientos son imaginación!
El antiguo consejo de «conócete a ti mismo» sigue siendo válido. Conocerse a uno mismo es ser uno mismo, es vivirse. Ser uno mismo es ser feliz, pues en el puro ser no hay problemas. Todos los problemas son imaginarios. Los problemas necesitan de alguien limitado que sufra esos problemas. Pero ese alguien limitado, ese «yo soy fulano, un cuerpo», en realidad no existe: es imaginación, pensamiento. Los pensamientos son temporales, sólo parecen durar mientras el Ser-Unidad los piensa. Todo lo asociado con lo dual, es imaginado. Incluso el tiempo y el espacio son imaginados por el Ser, y sólo parecerán durar mientras el Ser persista en pensarlos (o sea, mientras el Ser continúe jugando a eso, imaginando eso). No hay problemas en el puro-Ser, pues aquel que sabe Lo Que Él Mismo Es, sabe lo que sabe y vive tal como es (en la Felicidad que Es y sabiéndose inmortal, pleno, feliz e ilimitado).
No hay oposición porque no existe otra cosa aparte del puro Ser, que soy «Yo-puro-ilimitado». Si no hay oposición, no hay problemas. Sólo hay quien soy. Sólo hay «Yo», pura felicidad, plenitud inmortal.
Las palabras «yo soy yo» son tan solo una insinuación, como todo lo que aparece en palabras. Dicha insinuación destila una poderosísima inspiración, la cual está conectada a la verdad. Es sensato sondear —intuitivamente— con el Corazón la inspiración que sonríe tras las palabras «yo soy yo». Todos los problemas "caen" (se disuelven) cuando uno se recuerda a Sí mismo.
La verdad es simple. De todos modos, jugar a imaginar no es un problema. El Ser puede jugar a lo que juegue. E imaginar lo que guste imaginar. Al final de todo, imagine lo que imagine, sólo la Verdad —que es eternamente intemporal e inmutable— sigue en pie, mientras que los juegos imaginados solamente perduran mientras el Ser juegue con ellos, imaginándolos mientras quiera jugarlos.
El Ser («Yo») no se ve afectado por sus propios juegos-imaginaciones. Ejemplos clásicos es el de que alguien que es mojado en un sueño, no ha sido mojado realmente. Otro ejemplo es que la pantalla de cine no se moja aunque en la película haya inundaciones, ni se quema aunque en la película haya fuego o grandes incendios, ni se rompe ni se mueve aunque en la película haya terremotos, etc. El Ser es inmutable, siempre es lo que es, y nunca se ve afectado por sus jugueteos imaginarios.
Las imaginaciones no son independientes del Ser: no son reales por sí mismas. Las imaginaciones dependen de que el Ser las imagine. Los juegos imaginarios dependen del Ser (dependen de que «Tú», el Ser, los imagines). Pero el Ser no depende de sus imaginarios juegos; aunque puede jugarlos mientras quiera bailar con ellos (sin verse jamás afectado, pues el Ser, inmortal, nunca cambia).
Desde hace siglos (así como más «recientemente», si jugamos a conceder un poco de crédito a la imaginaria idea del «tiempo») algunas ideas inspiradoras se han susurrado de diversas maneras. De un modo u otro se ha dicho:
Lo inmortal no puede convertirse en mortal. Nada real puede ser amenazado. Lo no-nacido no puede morir.
Lo mortal no es. Nada irreal existe. Lo nacido es irreal, son conceptos imaginarios.
Aquiétate ("detén" la mente) y sé feliz. En esto radica la paz de Dios. Mira dentro de Ti y vive tranquilo.
El Reino del Cielo está dentro de Ti. Buscad la verdad en vuestro interior. Conócete a Ti mismo.
En cuanto a lo de "dentro", o "interior", es un interesante matiz recordar que puesto que el Ser (que es lo que somos) es uno e ilimitado, entonces ese "dentro" de mirar "dentro", o ese "interior", es muy amplio y más que amplio: es ilimitado (o sea, que conviene no caer en el autoengaño de buscar la verdad en el interior de un cuerpo limitado o mente separada, sino en lo ilimitado, sabiendo que "dentro" significa «yo-puro», «consciencia», «ser»).
Aunque "dentro" y "fuera" son conceptos (irreales, imaginarios), puedes encontrar la Verdad «Dentro de Ti».
Las palabras ayudan y no ayudan. Pero la inspiración intuitiva, con palabras y sin ellas, lo es todo.
Yo Soy Yo
YO