martes, 3 de mayo de 2011

Pedrito y el sabio de los bizcochos

*
«¿Podría Dios crear una piedra tan pesada que ni Él mismo pudiera levantarla?»

Pedrito venía de la casa de su abuela la pastelera, la cual hacía los mejores bizcochos de la comarca, bizcochos con un sabor extraordinario, repletos de la bondad de la abuela. En un saco, llevaba Pedrito los bizcochos recién horneados; iba atravesando el bosque, camino del mercado. Mientras caminaba, pensaba en el encuentro que días atrás había tenido con el zorro, el cual le había dejado desconcertado. Pero sus cavilaciones fueron interrumpidas por la repentina aparición del sabio de los bizcochos, el cual era infalible a la hora de seguir el rastro del aroma de cualquier bizcocho que pasara por el bosque.


— ¡Oh, oh, oh! ¡Huelo a tesoro de dioses! —dijo el sabio de los bizcochos.


— ¡Ah, hola, eres tú! —respondió Pedrito—. Sí, hoy también llevo bizcochos.


— Pero te veo cara de preocupado, ¿sucede algo?


Y entonces Pedrito le contó lo que le inquietaba: días atrás había visitado al zorro de la cueva de la penumbra, el cual puso en duda la existencia de Dios. El zorro había argumentado así:


— ¿Podría Dios crear una piedra tan pesada que ni Él mismo pudiera levantarla? Si Dios es omnipotente, debería poder crearla. Pero si pudiera crearla, entonces no sería omnipotente, pues habría una piedra que no podría levantar. Por lo tanto, ¡Dios no existe!


Esto había desanimado a Pedrito, ya que desde ese día, y por mucho que reflexionara, no podía encontrar respuesta a tal argumento. El sabio de los bizcochos le miraba divertido. Pedrito continuaba confesándole sus dudas:


— ¿Y si el zorro tiene razón? ¿Podría ser que Dios no exista?


— Comprendo tu inquietud, querido bizcochero. Y si te parece bien, te daré la respuesta a esta duda a cambio de un bizcocho...


Pedrito sonrió: era el típico trato que siempre hace el sabio de los bizcochos. Rápidamente sacó un pequeño bizcocho del saco y se lo dio.


— ¡Mmmmm...! ¡Qué rico y bueno que está este bizcocho! ¡Ahí va la respuesta! Dios puede crear una piedra que no pueda levantar con su mano derecha, pero sí con la izquierda. ¡Problema concluido!


Pedrito se quedó pensativo unos instantes. Finalmente dijo:


— No sé... No me convence mucho tu propuesta. Es cierto que de ese modo Dios podría crear una piedra que no podría levantar (con una de sus manos) pero que a la vez sí podría levantar (con la otra mano), pero parece una respuesta tramposa.


— ¡Naturalmente que es una respuesta tramposa! A una pregunta tramposa sólo se le puede responder con silencio o con una respuesta igual de tramposa.


— ¿Por qué es tramposa la pregunta? —preguntó Pedrito.


— Te lo diría a cambio de otro bizcocho...


— Jejeje... ¡aquí tienes!


— ¡Qué lindo bizcocho! Mira, Pedrito, sucede lo siguiente. Proponer a un ser omnipotente que cree una piedra que ni él mismo pueda levantar, mirado en lógica desnuda significa exactamente lo mismo que pedir a un ser omnipotente que deje de ser omnipotente. Y si no deja de ser omnipotente, entonces decirle caprichosamente: «¡Ves, no puedes hacer algo! ¡No puedes dejar de ser omnipotente, y por lo tanto no eres omnipotente, pues no puedes dejar de ser omnipotente!». Esto, Pedrito, aparte de tramposo y caprichoso, es completamente absurdo.


— ¡Uy...! —exclamó Pedrito—. ¡Pues me parece que tienes razón, bello sabio de los bizcochos! No me había dado cuenta de eso.


— ¡Je! ¡La inspiración que pueden dar unos buenos bizcochos jajaja! Y más aún, si tienes la generosidad de regalarme un tercer bizcocho, te diré mis últimas ocurrencias sobre este tema, antes de que partas hacia el mercado.


— ¡Trato hecho!


Pedrito sacó un enorme bizcocho y se lo dio al sabio, en muestra de gratitud y amistad.


— Has de saber, Pedrito, que a Dios no se le puede definir. Dios es el Ser, algo que no llegan a comprender muchos ateos ni creyentes. Decir que el Ser es omnipotente, son solamente palabras útiles para aquel capaz de escuchar con el Corazón. Las palabras sólo dan pistas, son indicaciones, pero nunca son la verdad, y menos con respecto al Ser, el cual no se puede describir con palabras. El Ser es más que lo que se puede decir con palabras. El Ser no es "omnipotente" ni "carente de omnipotencia", no es fuerte ni débil, no es finito ni infinito, ni nada que se pueda definir con precisión mediante palabras. Pero los sabios ofrecen palabras como un generoso regalo para aquellos que sepan escuchar con el Corazón lo que se destila tras las palabras. Cuando se dice que el Ser es omnipotente, se indica que es la Unidad sin oposición (lo único existente). El zorro puede razonar que "Dios" no exista, pero, ¿se atreverá el zorro a negar el Ser? ¿Acaso dice el zorro de sí mismo «yo no existo»? Puede argumentar con ejemplos de piedras "anti-omnipotencia" y así "demostrar" que "Dios no existe", pero, lo que verdaderamente es Dios, Aquello que verdaderamente es, ¿se atrevería el zorro a negarlo? ¿Niega el zorro que él mismo existe?


— Nunca ha negado eso jejeje


— Incluso para negarlo, tendría que existir alguien que lo niegue. Quizás el zorro pueda estar confundido en cuanto a lo que realmente él es. Pero incluso si se confunde, ha de haber "algo" que sienta esa confusión: algo que existe. Y a eso, los sabios llamamos el Ser.


— Ah.


— Y atribuirle cualidades al Ser, describiéndoLo con palabras, es innecesario. Las palabras no son la verdad aunque pueden resultar útiles para indicar la verdad a quien escuche con el Corazón. Por eso, decir que el Ser o Dios es omnipotente, ilimitado, perfecto, feliz, eterno, etc, son meramente palabras, aunque pueden ser indicaciones útiles para aquel que mediante ellas intuya lo que esas palabras indican. En realidad no hay otra cosa que el Ser, y no se necesita probar el Ser, pues es evidente. Nadie niega ser. Incluso si alguien llegara a negarlo (de palabra solamente, pues el ser no puede ser negado realmente), es imposible que alguien que no es (que no existe) niegue nada, ¡incluso su misma existencia!


— Ya veo... ¡pero me tengo que ir al mercado!


— ¡Cómo no!


— ¿Podría crear Dios un bizcocho tan enorme que no pudieras comértelo, sabio de los bizcochos?


— ¡Jajajajaja! ¡Bendito sea el día en que dejes de jugar a dar tantas vueltas a tantos pensamientos con la mente dual jajaja!


Y ambos se sonrieron, se guiñaron un ojo y siguieron cada uno su camino, Pedrito en busca del mercado y el sabio de los bizcochos retornando a casa siguiendo sus propias huellas dejadas sobre el tierno suelo del bosque.

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