sábado, 7 de diciembre de 2013

Paz, Felicidad

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La Paz y la Felicidad es lo mismo, y Eso es lo que tú eres.
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viernes, 6 de diciembre de 2013

Todo está en ti

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Todo está en ti; o mejor dicho, en Ti, pues eres el todo inmutable e ilimitado.

La luz ha llegado. Sólo tienes que mirar adentro, en lugar de proyectar la mente hacia afuera como si estuvieses separado de alguna cosa.

Sólo tienes que ser. Nada más. Simplemente ser, sin añadir pseudo-ser al Ser (la clave: el silencio mental).

La ilimitada felicidad de Ser es irresistible y espontánea; y no hay ninguna necesidad de jugar a negarla. Lo inmutable no se puede distorsionar ni ocultarse, y lo disfrutas ilimitadamente cuando dejas de desear jugar a que no está, pues ya está aquí desde siempre: nunca ha desaparecido (nunca has dejado de ser, y nunca dejarás de ser el Ser). Una vez dejas de jugar a lo imposible (a lo limitado), las ilusiones se desvanecen y lo obvio es lo que permanece: lo que es siempre, Ello disfrutándose eternamente a Sí Mismo en el Momento eterno.

Deja de creer que te has separado, mira adentro y sabe: Todo está en Ti.
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jueves, 5 de diciembre de 2013

Sólo existe el Momento, el cual lo incluye todo

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Sólo el Momento ES, y nada más es. El pasado, el futuro y el presente son ilusorios (distorsiones ilusorias del Momento). De todos modos el Momento lo incluye todo. No hay nada más que el Momento, el cual es tu Ser, el Único Ser. Es la Verdad, plena y una.

De las tres creencias (pasado, presente y futuro), es el presente la que más se aproxima al Momento (la Realidad). Atendiendo al presente, sin añadir creencias que lo coloreen (esto se refiere al silencio), se descubre el Momento.

Del mismo modo, atendiendo al ser, sin añadir creencias que lo distorsionen (de nuevo: se refiere al silencio mental), se descubre el Ser.

Atendiendo al presente se descubre el Momento. Atendiendo al ser se descubre el Ser.

Esto se parece a cuando pasas de una estancia muy iluminada a una estancia  muy oscura y al principio no ves nada, pero si atiendes y dejas que tus ojos se acostumbren a esa poquísima luz, poco a poco vas viendo más y ves los muebles, lo que haya, y todo eso ya estaba ahí todo el rato, simplemente que no lo veías. Así, cuando atiendes al ser (o al presente), al principio puede parecer algo anodino porque no parece suceder nada, pero si te das la oportunidad y persistes, se aclara todo y vas reconociendo tu plenitud, la maravilla del Ser que lo abarca todo y lo contiene todo. No hay palabras para describir tal Aventura ilimitada, tan gran felicidad espontánea. Nada más puede satisfacerte, porque sólo lo ilimitado puede satisfacer a lo ilimitado, y tú eres lo ilimitado. Todo está en ti.

El Momento y el Ser es lo mismo: lo inmutable, lo que Eres. Libre de ilusiones. Lo Real: intemporal, eterno, inmutable, libre e ilimitado. Las ilusiones, incluidas el espacio y el tiempo, no pueden tocarLo.

Aquí y ahora, en el puro Momento desnudo (desnudo de ilusiones), se encuentra todo cuanto puedas desear o necesitar, y es tu propio Ser, tu siempre disponible plenitud. Siendo Esto, no necesitas nada.

Aquí, en el Momento, en el Ser, está todo lo real. Y lo irreal no está en ninguna parte, por lo que desaparece cuando dejas de jugar/creer a/en ello. Lo Real es espontáneo, natural y feliz. Lo irreal es programación ilusoria, lo contrario a lo espontáneo; lo irreal es predecible (programado), forzado (innatural) y limitado (infeliz). Sólo la Verdad es libremente espontánea, por lo que sólo desde la Verdad se puede ser ilimitadamente Feliz.

Este Momento es eterno y nunca se acaba. Nunca comenzó ni terminará. Es inmutable e ilimitado, y tan pleno que con todo merecimiento puede llamársele infinita Felicidad.
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viernes, 29 de noviembre de 2013

Tres ideas

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Veamos un trío de ideas. No son nada nuevo, pues he conocido diversas variantes de las mismas, las he leído tanto en libros como a algunas amistades, y no es infrecuente que a más de uno se nos hayan ocurrido nuestras propias variantes. Y son útiles. Las 3 ideas que expreso a continuación son 3 variantes de una misma idea general. Podemos jugar con ellas:

(1) ¿Qué me importará esto dentro de 100 millones de años?

Cuando sucede cualquier cosa "negativa" que nos irrite o asuste o que no nos traiga paz, podemos probar a preguntarnos (mentalmente, incluso sin palabras o casi) algo semejante a lo siguiente: ¿Qué me importará esto dentro de 500 años? (O usando una cifra que nos impacte, que nos haga sentir muy lejanos al suceso ilusorio que nos esté inquietando, por ejemplo pensando en qué importará eso dentro de 5000 años o dentro de 50 millones de años, etc).

Es una idea muy simple que es útil y viene fácilmente a la mente.

Si pasa un millón de años y entonces algo deja de importar, eso significa que es algo ilusorio (pues depende del tiempo) y que no tiene por qué inquietarnos ahora tampoco.

Se puede usar la misma idea en orden temporal inverso: ¿Qué importaba este acontecimiento hace 300 millones de años? etc

Como la idea es aplicable a todas las ilusiones, a veces ahondar en esa idea nos permite conectar con una sensación de gran paz, más allá del tiempo, en un oasis de paz, o el "centro tranquilo", ese "lugar" intemporal donde estamos tan alejados de lo ilusorio que no puede afectarnos, entonces nos sentimos seguros, protegidos, en paz, y ese reconectar con la paz es en sí mismo perdón. Es como conectar con nuestro sentir antes de comenzar el tiempo (la dualidad) o después de acabar el tiempo (al desaparecer todo el universo dual), y ahondando en esto se ve que ahora en el presente tampoco hay universo dual y que por lo tanto no hay motivos para sentirnos separados de la paz.


(2) Si soy innacido, ¿cómo podría afectarme esto?

Esta idea comienza con algo que nos recuerda a Nisargadatta (no he nacido, soy innacido). Si sabemos que no somos lo ilusorio, y por lo tanto que no somos el cuerpo ni nada nacido ni temporal, entonces nos libramos de los problemas. Llamemos "cuerpo" a todo lo limitado. Si nos damos cuenta de que todos los problemas vienen vinculados al cuerpo, y que no hay problemas sin un cuerpo que los padezca, y sabemos también que no somos un cuerpo, entonces nos daremos cuenta de que no tenemos problemas. Y que las apariencias de problemas son fantasías ilusorias que se desvanecen en cuanto sopla un poco el aire del discernimiento.

Por lo tanto, si me doy cuenta de que no soy un cuerpo... de que no he nacido, ni moriré... de que soy el puro ser eterno e innacido... entonces todos los problemas, todas las molestias, todas las dificultades y los conflictos dejarán de perturbar mi paz. Porque soy lo que soy, y no lo que había pensado que era. El ego tiene los problemas debido a que el ego consiste en la creencia de ser un cuerpo. Pero cuando nos acordamos de que no somos cuerpos, se desvanecen los problemas. Y cuanta más convicción tenemos en que no somos un ilusorio cuerpo, menos nos afectarán las apariencias.

Si no he nacido, ¿cómo demonios podría tener problemas? Eso sería imposible, ¿no? Al darnos cuenta de esto, desaparecen los problemas. Tal vez las apariencias problemáticas persistan durante un breve tiempo, pero no podrán afectarnos si recordamos lo que verdaderamente somos. El Ser no tiene problemas: sólo los egos los tienen. Pero los egos no existen, los cuerpos tampoco, y por lo tanto los problemas tampoco existen: nadie tiene problemas. Sólo cuando nos identificamos con el ego, creyendo ser cuerpos, hacemos que el ego, el cuerpo y los problemas parezcan existir. Los egos nacen y mueren, y entre el nacimiento y la muerte padecen innumerables problemas. Pero recordemos: no soy un ego, sino el puro Ser inmutable, innacido, eternamente feliz y sin problemas. Simplemente SOY.

(3) Si el tiempo no existe, ¿cómo podría haber problemas? 

Los problemas son apariencias irreales, que tienen un comienzo y un final, por lo tanto dependen del tiempo, son algo temporal. Pero si el tiempo mismo es de por sí ilusorio, y todos los problemas dependen del tiempo, ¿cómo podría haber problemas? En realidad no los hay.

El tiempo es ilusorio porque es cambiante. El Ser es inmutable, pero el tiempo cambia y en cada coordenada nos presenta una "cara" diferente. Lo que cambia es ilusorio. Y lo ilusorio no puede afectar a la Realidad.

Recordar que el tiempo es irreal, nos ayuda a darnos cuenta de que los problemas, que dependen del tiempo, son también irreales.

Lo mismo vale para cualquier suceso en el espacio, pues el espacio y el tiempo son dos disfraces diferentes para lo mismo: lo ilusorio.

El Ser está a salvo e inafectado, pues ninguna apariencia le puede preocupar. Lo que no existe no puede molestar a lo que sí existe. Y sólo el Ser existe, en toda Su eterna e ilimitada pureza.

Saludos
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sábado, 23 de noviembre de 2013

Un par de libros inspiradores

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Dos de los participantes del foro de la web Advaitainfo han escrito un libro (uno cada uno), compartiendo sobre sus experiencias en la no-dualidad. Por si a alguien le interesa sondear:

Leo Carcaiso ha escrito el libro "En la olla de la Conciencia: Historia de un despertar". Está disponible en versión electrónica a un precio bajísimo, aquí: http://www.amazon.es/dp/B00FQSGM1W

Y Dharmi (nick que usa en el foro y con el que aparece en el libro) ha escrito "Una posibilidad en lo absoluto: Apuntes de una realidad". Este libro podéis descargarlo gratuitamente en formato PDF en cualquiera de estos sitios:

http://petitcalfred.files.wordpress.com/2013/11/una-posibilidad-en-lo-absoluto-ok2.pdf (es el sitio de donde lo descargué)

http://nytz.files.wordpress.com/2013/11/una-posibilidad-en-lo-absoluto-ok2.pdf (es otro sitio donde lo he subido, para tener otro link alternativo si un día falla uno de los dos links)

De ambos libros me enteré de su existencia a través del foro de Advaitainfo. Del segundo de ellos mediante un mensaje del usuario Tao, indicando un post de su web donde daba a conocer el link donde descargar ese libro: http://petitcalfred.wordpress.com/2013/11/20/una-posibilidad-en-lo-absoluto/

Saludos
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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Recordando a Nisargadatta Maharaj (Parte 2) [Última parte]

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Con esta segunda parte se completa esta traducción. Recordad que la entrevista es tan larga que por eso convenía dividirla en dos partes, pero es una sola entrevista continua. Quien no haya leído la primera parte, puede leer la entrevista completa comenzando por la primera parte disponible aquí: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2013/11/recordando-nisargadatta-maharaj-parte-1.html

Recordemos también que la fuente original, en idioma inglés, es la siguiente web: http://www.davidgodman.org/

Y ahora sí, continuamos con la traducción de la entrevista en el punto en que la habíamos dejado:

Harriet: ¿Qué hizo que él te gritara?

David: Me acuerdo de una vez tratando de hablar con él sobre el esfuerzo. Creo que estaba yo hablando de los diversos esfuerzos que había hecho para realizar el Ser. Esto fue al poco tiempo de empezar a ir a verlo. En aquel momento todavía no me había dado cuenta de que la palabra ‘esfuerzo’ era tabú en esa habitación. En realidad a él no le gustaba que nadie la usara. La idea de que hubiera una persona que hiciera algo para lograr algún estado espiritual era un completo anatema para él. Él parecía considerar que eso mostraba una total falta de comprensión de sus enseñanzas.

Cuando empezó a molestarse conmigo por usar esa palabra, yo simplemente seguí insistiendo, pensando inocentemente que probablemente no había entendido lo que yo estaba tratando de decir. Cuanto más trataba de describir mis ‘esfuerzos’ y justificarlos, más se irritaba conmigo. Terminé siendo abroncado por mi mala comprensión y mi actitud equivocada. Me quedé muy desconcertado en ese momento. Nunca me había encontrado antes con un maestro que desacreditara el trabajo duro y el esfuerzo en el camino espiritual. Por el contrario, todos los otros que había encontrado habían apoyado con entusiasmo tales actividades. Es por eso que al principio pensé que debía haber sido algún tipo de malentendido. Me di cuenta más tarde que cuando Maharaj hablaba, no estaba dando instrucciones que él quisiera que tú siguieses. Él estaba simplemente hablándote de quién y qué eres tú. Se trataba de que entendieras y experimentaras lo que él estaba diciendo, no de convertirlo en una práctica. Hacer una práctica de eso simplemente le confirmaba a él que realmente no habías entendido lo que estaba diciendo. Una pregunta que siempre le aclaraba lo desencaminado que alguien estaba era: “Sí, Maharaj, entiendo intelectualmente lo que estás diciendo, pero ¿qué debo hacer para realmente experimentarlo?”. Si decías eso, es que no le habías entendido, ni lo que él estaba tratando de hacer, en absoluto.

Tengo un recuerdo vergonzoso de otra ocasión en la que se enojó conmigo. Una tarde mi atención divagaba y mi mente estaba embrollada en alguna interminable fantasía del ego. Yo estaba ausente, absorto en mi pequeño mundo, en realidad no estaba escuchando lo que se estaba diciendo. Maharaj dejó la respuesta que le estaba dando a otra persona, al parecer en medio de una frase, y se volvió hacia mí y empezó a gritarme, exigiendo saber si estaba escuchando y entendiendo lo que él estaba diciendo. Hice una pequeña postración a modo de disculpa y traje mi atención de vuelta a lo que estaba hablando. Más tarde, algunas personas querían saber por qué él había lanzado de repente tan feroz ataque contra mí. Que ellos supieran yo estaba simplemente sentado allí pensando en mis cosas. No hay duda, sin embargo, de que yo merecía aquello. En retrospectiva, puedo decir que eso aumentó tanto mi atención como mi fe en él. Cuando sabes que el maestro que tienes delante está monitoreando continuamente todos tus pensamientos y sentimientos, eso te hace limpiar bastante tus actos mentales.

En otra ocasión Maharaj se enfadó conmigo simplemente porque uno de los traductores no entendió mi pregunta. Yo dije que el día anterior él había dicho una cosa, mientras que esta mañana estaba diciendo lo que parecía ser exactamente lo contrario. El traductor de alguna manera supuso que estaba criticando la calidad de la traducción del día anterior y le comunicó mi crítica a Maharaj. Él realmente se enfadó conmigo por eso, pero no me importó porque inmediatamente me di cuenta de que todo se debía a un malentendido. Finalmente alguien le explicó al traductor lo que yo realmente había dicho, y él se disculpó por todas las molestias que sus comentarios habían causado.

Harriet: ¿Eran buenos todos los traductores? Me han dicho que algunos eran mejores que otros.

David: Sí, había buenos y no tan buenos. Creo que todo el mundo sabía quién era bueno y quién no, pero eso no daba lugar a que los buenos fueran llamados a hacer el trabajo si sucedía que estaban allí. Parecía haber algún proceso relacionado con la antigüedad en el asunto. Los traductores que habían estado allí por más tiempo eran llamados los primeros, independientemente de la capacidad, y los que podrían haber hecho un mejor trabajo tenían que esperar hasta que los devotos más antiguos estaban ausentes. La primera vez que fui, un hombre llamado Sapre hizo la mayor parte de las traducciones matutinas. Él era muy fluido y parecía tener una buena comprensión de las enseñanzas de Maharaj, pero interpolaba muchas cosas de su propia cosecha en sus respuestas en inglés. Dos frases de Maharaj podían resultar en un discurso de dos minutos de Sapre. A pesar de que la mayoría de nosotros no sabíamos nada de marathi, sabíamos que tenía que estar añadiendo un montón de su propia cosecha simplemente porque estaba hablando durante tanto tiempo. Varias personas se quejaban ante Maharaj acerca de esto, pero él siempre apoyó a Sapre y generalmente se enojaba con la gente que se quejaba de él. Esa fue la causa de la explosión que acabo de mencionar. Maharaj pensó que yo era también otra persona más quejándose de las traducciones de Sapre.

Mullarpattan era el siguiente según ese orden de antigüedad. Me gustaba porque era muy literal. Posiblemente no tan fluido como algunos de los otros, pero él ganaba puntos conmigo porque le daba a la secuencia de comandos en ambos sentidos. Una vez le hice a Maharaj una pregunta a través de él y, cuando llegó la respuesta, eso no tenía ningún sentido en absoluto. Mullarpattan, sin embargo, estaba sonriéndome como si él acabara de dar una gran perla de la sabiduría.

Pensé de nuevo y todavía no tenía sentido, así que dije, un tanto en tono de disculpa, “yo no entiendo nada de esa respuesta. No tiene ningún sentido para mí en absoluto”.

— “Ya lo sé” —respondió Mullarpattan—, “no tiene ningún sentido para mí tampoco. Pero eso es lo que dijo Maharaj y eso es lo que yo traduje”.

Algo aliviado, le pedí que le dijera a Maharaj que ninguno de nosotros había entendido lo que había dicho y le pidiera que explicara el tema de nuevo, de manera un poco diferente. De este modo pudimos reconducir la conversación.

Yo realmente respetaba a Mullarpattan por esto. No trató de poner algo de sentido en la respuesta, y tampoco le dijo a Maharaj que su respuesta no tenía ningún sentido. Él sólo tradujo las palabras para mí de una manera literal, porque esas fueron las palabras que Maharaj había destinado para que yo las escuchara.

Bien abajo en la lista, en cuanto a la antigüedad, estaba Ramesh Balsekar. Él no vino a ver a Maharaj hasta algún momento de 1978. Pensé que esto era lamentable porque en mi opinión, y en opinión de muchos de los otros extranjeros allí, él era, con mucho, el más hábil de todos los traductores. Tenía una buena comprensión de la manera de funcionar de las mentes extranjeras y del modo como los extranjeros se expresaban, y buena inteligencia y la memoria suficiente para recordar y traducir cinco minutos de incoherente monólogo de un visitante. Así que obviamente era el mejor; muchos de nosotros esperábamos hasta que le llegaba el turno de traducir. Eso significaba que a veces surgían algunos largos  y embarazosos silencios, cuando los otros traductores estaban de servicio. Todo el mundo estaba esperando a que se ausentaran, de manera que Balsekar pudiera traducir para ellos.

Cada traductor tenía su propio estilo y sus propias frases distintivas. Cuando leía los libros de Jean Dunne en la década de 1980, ellos me transportaban de vuelta hacia atrás hasta la habitación de Maharaj porque estaría oyendo las palabras, no sólo leyéndolas. Yo miraba un par de líneas, reconocía el estilo de Mullarpattan, o de cualquier otro que estuviese, y desde entonces podía escuchar las palabras en mi mente como si viniesen de la boca del traductor.

Harriet: Así que todos estos libros son simplemente una transcripción de lo que el intérprete decía el día de la charla. ¿No son traducciones del marathi original?

David: Yo no sé acerca de los otros libros, pero sé qué es lo que hizo Jean. Durante un par de semanas pasé las tardes en su piso, que estaba cerca Chowpatthy Beach. En esa visita en particular, mi propio sitio estaba demasiado lejos, así que yo simplemente dormía allí por la noche. Jean estaba haciendo las transcripciones del libro “Semillas de Consciencia” en aquel entonces y de vez en cuando ella me pedía ayuda en la comprensión de palabras difíciles de la cinta, o me pedía opinión sobre si un determinado diálogo merecía la pena incluirlo o no. Sé por la observación de su trabajo y más tarde por la lectura de sus libros que ella estaba trabajando con las palabras del intérprete solamente.

Harriet: ¿Preguntó ella a Maharaj si podía hacer este trabajo? ¿Cómo consiguió ella este trabajo?

David: Por lo que recuerdo, fue al revés. Él le pidió a ella que empezara a hacer el trabajo. Esto creó un poco de resentimiento entre algunos de los devotos marathi, algunos de los cuales pensaban que ellos tenían los derechos sobre las palabras de Maharaj. Allí había una organización, un Kendra que se había creado en su nombre para promoverle a él y sus enseñanzas, y ciertos miembros parecían un poco molestos de haber quedado al margen de esta decisión. Uno de ellos llegó a la sesión matutina y de hecho le dijo a Maharaj que él (el visitante) tenía el derecho de publicar las palabras de Maharaj porque él era la persona en el Kendra que era responsable de tales cosas. A mí me pareció que él estaba mostrando una actitud absurda: si estableces una organización para promover las enseñanzas de tu Guru, y el Guru nombra a alguien para llevar a cabo un libro sobre sus enseñanzas, la organización debería tratar de ayudar y no obstaculizar la publicación. Maharaj vio las cosas de la misma manera.

En su contundente estilo habitual, dijo: “Yo decido quién publica mis enseñanzas, no tú. Esto no tiene nada que ver contigo. He nombrado a esta mujer para hacer el trabajo y tú no tienes ninguna autoridad para vetar esa decisión”.

El hombre se fue y nunca lo volví a ver.

Harriet: ¿Nunca te sentiste tentado a escribir sobre Maharaj tú mismo? Parece que has escrito sobre el resto de los maestros con los que has estado.

David: En una de mis primeras visitas Maharaj me preguntó qué trabajo hacía yo en Ramanasramam. Le dije que me ocupaba de la biblioteca del ashram y que también hacía un poco de críticas de libros para la revista del ashram.

Él me lanzó una fuerte mirada y dijo: “¿Por qué no escribes sobre las enseñanzas?”.

Recuerdo que me quedé un poco sorprendido en ese momento, porque en aquel punto de mi vida yo no había escrito una sola palabra acerca de Ramana Maharshi o de cualquier otro maestro. Y lo que es más, nunca había sentido ningún interés ni ganas de hacerlo. Maharaj fue la primera persona en decirme que esto era lo que debía hacer con mi vida.

En cuanto a escribir sobre Maharaj, realmente la oportunidad nunca se presentó. En los años en que lo estaba visitando, yo no estaba escribiendo en absoluto, y en los años 80 y 90 tenía un montón de otros proyectos y temas de los que ocuparme.

Harriet: Tienes algunas buenas historias que contar, y algunas interpretaciones interesantes de lo que piensas que Maharaj estaba tratando de hacer con la gente. Yo estoy encontrando todo esto interesante, y estoy segura de que a otras personas les parecería lo mismo, si te tomaras la molestia de escribirlo.

David: Sí, como hoy he estado hablando de todas estas cosas, una parte de mí ha estado diciendo, “Deberías escribir esto”. El sentimiento ha ido creciendo conforme seguía hablando contigo. Luego cuando te marches, tal vez voy a empezar y tratar de ver lo que puedo recordar.

Harriet: Supongo que deberíamos haber hablado de esto mucho antes, pero ¿cómo fue la primera vez que oíste hablar de Maharaj, y qué fue lo que inicialmente te atrajo a él?

David: En algún momento de 1977 di un libro, ‘Cutting Through Spiritual Materialism’ [en español se publicó con el título ‘Más allá del materialismo espiritual’], de Chögyam Trungpa, a un amigo mío, Murray Feldman, y le dije que él probablemente iba a disfrutar de la lectura. Yo sabía que él había tenido una formación en budismo y había hecho algunas prácticas tibetanas, así que supuse que le gustaría. Él respondió dándome una copia de ‘Yo Soy Eso’, diciendo que estaba seguro de que yo disfrutaría con eso. Murray había sabido de Maharaj durante años e incluso había ido a verlo cuando Maurice Frydman era un visitante habitual. Recuerdo una vívida descripción de Murray de los dos [Frydman y Maharaj] juntos: dos ancianos teniendo discusiones intensamente animadas, durante las cuales ambos estaban tan entusiasmados y excitados, que se lanzaban los argumentos nariz frente a nariz, con un montón de gritos y agitando los brazos. Él [Murray] no tenía ni idea de lo que estaban hablando, pero podía sentir la pasión de ambos. En aquellos días, si visitabas a Maharaj, era posible que la única persona allí fueses tú. Podías tomar una taza de té y tener la ocasión de mantener una seria discusión cara a cara con él, sin nadie más presente.

Unos años más tarde me enteré de que Maharaj había dicho: “Yo solía tener una vida tranquila, pero ‘Yo Soy Eso’ ha convertido mi casa en un andén de estación de tren”.

De todos modos, volvamos al tema. Estoy divagando antes incluso de haber empezado. Estuve sondeando el libro y tengo que admitir que tenía un poco de resistencia a muchas de las cosas que decía Maharaj. Yo estaba viviendo en Ramanasramam en aquel entonces y practicaba las enseñanzas de Bhagavan. Había claras similitudes entre lo que Maharaj estaba diciendo y lo que Bhagavan había enseñado, pero me encontré con las diferencias: declaraciones de que el ‘yo soy’ no era en última instancia real, por ejemplo. Sin embargo, el libro poco a poco maduraba en mí, y al final me quedé enganchado. En retrospectiva, creo que diría que el poder que había inherente en esas palabras de alguna manera superó a mi resistencia intelectual a algunas de las ideas.

Volví al libro una y otra vez. Parecía atraerme hacia sí, pero cada vez que lo tomé, me di cuenta de que no podía leer más de unas pocas páginas por vez. No es que me pareciera aburrido, o que no estuviera de acuerdo con lo que se estaba diciendo. Más bien, había una sensación de satisfecha saciedad cuando llevaba leídos algunos párrafos. Entonces yo cerraba el libro y dejaba que las palabras resonaran dentro de mí por un rato. Yo no estaba pensando en ellas o tratando de entenderlas o preguntándome si estaba de acuerdo con ellas. Las palabras estaban justo allí, al frente de mi conciencia, exigiendo una intensa atención.

Creo que se trataba de las palabras y las enseñanzas, que fueron en un principio las que me fascinaron, más que el hombre mismo, porque en las primeras semanas después de leer el libro no recuerdo que yo tuviera un deseo demasiado fuerte de ir a verle. Sin embargo, todo eso cambió cuando algunos de mis amigos y conocidos empezaron a ir a Bombay a sentarse con él. Todos ellos, sin excepción, volvían con críticas entusiastas. Y no eran sólo sus comentarios lo que me impresionaba. Algunos de ellos regresaban pareciendo totalmente transfigurados. Me acuerdo de una mujer estadounidense que se llamaba Pat, que reapareció radiante, brillando con una luz interior, después de una visita de sólo dos semanas.

Papaji solía contar una historia sobre una chica alemana que regresó a Alemania  y se encontró con su novio en el aeropuerto. El novio, que nunca había conocido a Papaji y que nunca había estado en la India, se postró a sus pies [de ella] de cuerpo entero, en el suelo del aeropuerto.

Él le dijo después: “No pude evitarlo. Tú habías experimentado una luminosa transformación tan obvia, que me sentí compelido a hacerlo”.

Sé cómo se sentía él. Nunca me postré ante ninguna de las personas que habían regresado de Bombay, pero podía reconocer las transformaciones radicales que muchos de ellos habían experimentado. Aun así, creo que eso fue varios meses antes de que me decidiera a ir y ver por mí mismo lo que estaba sucediendo en Bombay.

Harriet: ¿Por qué tardaste tanto? ¿Qué hizo que esperaras?

David: Algo acaba de surgir en mi memoria, algo que no había pensado desde hace años. Después de leer ‘Yo Soy Eso’ unas cuantas veces, creció en mí una gran fe en el estado y el poder de Maharaj. Yo sabía que él era auténtico. Sabía que si fuera a verle aceptaría cualquier consejo que me diera. Por aquel entonces escuché noticias de que un par de extranjeros que yo conocía, habían ido a verle, y que él les había aconsejado a los dos que regresaran a sus respectivos países. Esto me alarmó un poco. Yo estaba muy apegado a estar en Tiruvannamalai, y definitivamente no quería volver a Occidente. Algo dentro de mí sabía que si Maharaj me dijera que volviese a Inglaterra, yo obedecería. Yo no quería dejar la India, así que me retuve de ir a verle durante algunos meses.

Había otra cuestión no resuelta. Yo no estaba seguro en ese momento de si necesitaba un Guru humano o no. La línea de partido de Ramanasramam siempre ha sido que Bhagavan puede ser el Guru para todo el mundo, incluso para las personas que nunca le conocieron mientras estaba vivo. Me parece recordar que yo tenía conocimiento de todas las citas en los libros de Ramanasramam y en ‘Yo Soy Eso’ en las que se mencionaba el tema de los Gurus. Yo los leía muy a menudo, sin jamás llegar a una conclusión definitiva sobre si necesitaba un Guru humano o no.

Harriet: ¿Qué te hizo finalmente superar tu resistencia a ir a Bombay?

David: Una mujer australiana, que había estado antes, sugirió que fuéramos, y yo estuve de acuerdo. Siempre supe que iría tarde o temprano. Sólo necesitaba un empujón para animarme a ir, y esta invitación lo fue. Estoy tratando de recordar cuándo fue eso. Creo que fue a mediados de 1978, pero no puedo ser más preciso que eso.

Harriet: ¿Cuáles fueron tus primeras impresiones? ¿Qué pasó cuando llegaste?

David: Recuerdo estar sentado en su habitación, esperando a que él viniera escalera arriba. Estaba muy nervioso y preocupado, pero no puedo recordar por qué. Recuerdo haber intentando iniciar una conversación con el hombre que estaba sentado a mi lado, pero él me pidió que me mantuviera callado, así él podría meditar.

Maharaj entró y unos minutos más tarde me encontré sentado frente a él, diciéndole quién era y por qué había venido. Fue una sesión vespertina y no había muchas personas allí. Como de los presentes yo era el único nuevo, me llamó para averiguar quién era y lo que quería.

Le expliqué que había venido de Ramanasramam, que había pasado dos años allí, y que había estado practicando las enseñanzas de Bhagavan sobre la auto-indagación con bastante intensidad. En este período de mi vida a menudo solía meditar ocho horas diarias, aunque en el momento en que conocí a Maharaj esto comenzaba a disminuir un poco.

Maharaj finalmente me preguntó si tenía alguna pregunta y le contesté: “De momento no. Sólo quiero sentarme y escuchar por un tiempo”.

Él aceptó y me permitió que desapareciera al fondo de la sala. Debo decir en este momento que yo había sentido ya el poder y la paz de su presencia en la habitación. Eso era algo muy tangible.

Harriet: ¿Fuiste allí con preguntas que querías preguntarle? ¿Había algo de lo que querías hablar con él?

David: Realmente no puedo recordar. Yo sabía que terminaría hablando con él, pero no tenía ninguna cuestión candente en particular.

Harriet: ¿Cuánto tiempo te llevó reunir el valor necesario para iniciar un diálogo con él?

David: Creo que fue al día siguiente, en la sesión de la tarde. Eso significa que debí haber asistido a dos sesiones enteras, a escuchar lo que otras personas tenían que decir, y lo que Maharaj tenía que decirles.

Finalmente, cuando se produjo una pausa en la conversación le pregunté: “He estado haciendo auto-indagación, tratando de mantener la atención en la sensación interna de ‘yo’, por varios años, pero no importa con cuánta intensidad trate de hacerlo, no consigo que mi atención permanezca en el ‘yo’ por más de unos pocos segundos. No parece haber un progreso en mi capacidad para mantener la atención en la sensación interna de ‘yo’. ¿Tengo que conseguir alargar más y más los períodos de ser consciente del ‘yo’ hasta que se convierta en algo más o menos constante?”.

— No —respondió—, sólo tener el fuerte deseo de buscar el ‘yo’ e investigar eso es suficiente. No te preocupes sobre cómo de bien o cuánto tiempo estás sosteniendo esto. El fuerte deseo de conocer el ‘yo’ te traerá de vuelta a esto cuando tu atención divague. Si algo es importante para ti, seguirá viniendo a tu mente. Si conocer el ‘yo’ es importante para ti, te encontrarás a volviendo a ello una y otra vez.

Después de eso creo que hablé con él casi todos los días, sobre todo acerca de diversos aspectos de sus enseñanzas sobre la conciencia. Parece que él me alentaba a preguntar, y yo siempre disfruté haciéndolo. Sin embargo, los detalles exactos de las preguntas y respuestas parecen haber caído en el olvido de mi memoria.

Harriet: Toda esta charla sobre Ramana Maharshi me ha recordado algo que quería preguntarte. Empezamos esta tarde con la cuestión de por qué no han surgido libros que traten aspectos biográficos de la vida de Maharaj, por lo menos no libros largos. Algunas personas han escrito breves notas, pero nunca han llegado a coagular en forma de un libro completo sobre vivencias con él. Muchos de los libros de Ramana Maharshi están llenos de historias de hechos milagrosos que parecían estar teniendo lugar a su alrededor. Muchos de sus devotos cuentan historias de cómo la fe en Bhagavan cambió sus vidas o de algún modo, de una manera improbable, transformó sus destinos. Sé que Bhagavan mismo repudió toda responsabilidad personal por estos eventos, pero eso no impidió que la gente los escribiera y los atribuyera a la gracia de Bhagavan.

Supongo que mi pregunta es, ¿sucedieron cosas similares alrededor de Maharaj?, y si las hubo, ¿por qué nadie se molestó nunca en escribirlas?

David: No sé cómo eran de corrientes sucesos tales como estos, pero sé que sucedían. Y si cosas similares sucedieron a otras personas, realmente no sé por qué los que saben de estos eventos no quisieron escribirlos.

Permíteme restablecer el equilibrio contando una historia muy larga y encantadora.

En algún momento a finales de la década de 1970 se me pidió llevar a una mujer sudamericana, llamada Anna-Marie, a Bombay, y cuidar de ella porque casi no hablaba una palabra de inglés. Su lengua materna era el español y creo que ella vivía en Venezuela, pero tengo un vago recuerdo de que esta no era su nacionalidad. Yo estaba planeando ir a Bombay del modo que fuese para ver a Maharaj, así que accedí a llevarla y cuidar de ella. Muy pronto en nuestro camino —estábamos todavía en Madrás— me di cuenta de que me habían dado un caso un poco perdido para cuidar. Anna-Marie era completamente incapaz de cuidar de sí misma, y era increíblemente olvidadiza. Antes incluso de que hubiéramos subido al tren a Bombay, se las arregló para perder todo su dinero y su pasaporte. Al volver sobre nuestros pasos, finalmente seguimos la pista hacia una librería cerca de la estación. Milagrosamente, el gerente había encontrado el bolso y lo había mantenido con él por si alguien regresaba a buscarlo.

A las pocas horas, en el viaje en tren desde Madrás a Bombay, Anna-Marie fue al baño. En los trenes de la India eso significa un baño de los de ponerse en cuclillas, en los que hay un agujero en el suelo con reposapiés a cada lado. Anna-Marie estaba sentada allí, haciendo su asunto, cuando el tren sufrió una sacudida en las vías. Sus gafas se cayeron y desaparecieron por el agujero de abajo en el suelo. Resultó ser su único par, y sin ellas era más o menos ciega. Me di cuenta de esto más adelante en ese día, cuando nos detuvimos en una de las estaciones siguientes de la línea. Anna-Marie estaba de pie en el andén cuando el tren comenzó a salir de la estación. Ella no hizo ningún movimiento para subirse. Cuando me percaté de lo que estaba pasando, salté afuera y la empujé hacia adentro del tren en movimiento. Ya me había dado cuenta de que ella estaba teniendo problemas para ver las cosas, pero no me había dado cuenta de lo mal que realmente estaban las cosas hasta que descubrí que no podía ver un tren en movimiento, con cerca de veinticinco vagones, que estaba a unos tres metros frente a ella. Supe que mi primera prioridad, una vez que llegáramos a Bombay, sería la de obtener un nuevo par de gafas para ella. Me acordé de que había una óptica muy cerca de la casa de Maharaj. Me había fijado en eso en mis viajes anteriores mientras estaba esperando para tomar un autobús para ir al centro.

A la mañana siguiente, tan pronto como la tienda abrió, la llevé allí para que le revisaran la vista y conseguirle unas gafas. La prueba llevó mucho tiempo, en parte por la deficiencia de Anna-Marie con el idioma inglés, y en parte porque el óptico no podía calcular qué graduación era la que ella necesitaba.

Después de alrededor de media hora salió y dijo: “Ella tiene que ir a un hospital oftalmológico especializado. Aquí con los instrumentos que tengo no consigo averiguar cuál debe ser su prescripción. Hay algo seriamente mal en sus ojos, pero no sé exactamente lo que es. Llévala a ‘tal y tal’ Hospital Oftalmológico”.

Cualquiera que fuese el nombre, yo nunca había oído hablar de él. Empezó a darme indicaciones, pero como yo no conocía Bombay no era capaz de seguirlas. Así estábamos, cuando el primer ‘milagro’ del día sucedió. Iba a ser el primero de muchos.

— No os preocupéis —dijo el óptico—, os llevaré allí yo mismo.

Cerró su tienda —él no tenía ayudantes que atendieran el negocio mientras tanto— y nos pusimos en marcha en una caminata a través de Bombay. Debimos haber caminado más de una milla antes de que finalmente llegáramos al hospital. Él nos llevó a la oficina de un cirujano ocular que conocía allí y explicó que sus instrumentos no eran lo suficientemente sofisticados para averiguar qué había mal con los ojos de Anna-Marie. Luego nos dejó y volvió a su tienda. Me he encontrado con muchos actos de bondad en todos los años que he estado en la India, pero todavía me maravillo cuando pienso en este hombre que cerró su tienda durante un par de horas y caminó un par de millas de ida y vuelta sólo para ayudarnos.

El cirujano se puso a trabajar en los ojos de Anna-Marie. Incluso estaba impresionado por lo complicado de sus ojos. Él la probó en varias máquinas y gadgets, pero al igual que el óptico antes que él, no pudo llegar a una prescripción.

“¿Qué está mal en esta mujer?” , se preguntó. “¿Cómo ha podido acabar con unos ojos como estos?”.

Me encogí de hombros:

— No tengo ni idea. Apenas la conozco y casi no habla nada de inglés.

Nos fuimos a otra parte del hospital que, al parecer de mi ojo no entrenado, parecía tener aparatos más grandes y sofisticados. Esta nueva combinación de pertrechos finalmente sirvió para hacer un diagnóstico a Anna-Marie. Nuestra curiosidad se había despertado por este largo y complicado proceso, así que probamos a comunicarnos con ella a través del lenguaje por señas y mediante las pocas palabras inglesas que ella conocía, a fin de descubrir cómo los ojos de Anna-Marie habían llegado a tan peculiar situación. Después de algunos intentos fallidos, ella se dio cuenta de lo que estábamos preguntando. Resultó que se había caído de un edificio en Sudamérica y había caído cara abajo, sobre su rostro. Después de haber visto su comportamiento y actividades en los dos días previos, encontré esta posibilidad como un escenario completamente creíble. No creo que me haya encontrado jamás con nadie que fuese tan propenso a los accidentes.

Sus ojos habían sido dañados en la caída y habían sido suturados en varios lugares. Como resultado de esta cirugía había lugares en el globo ocular que tenían una curvatura muy excéntrica. Esto explicaba la incapacidad del primer óptico para poder averiguar lo que ella necesitaba. Incluso el hospital oftalmológico grande tardó casi una hora en averiguarlo.

Estuve hablando con el cirujano ocular y descubrí que teníamos un conocido mutuo en Tiruvannamalai. De hecho, él conocía a un buen número de devotos de Bhagavan. Al igual que el óptico antes que él, decidió llevarnos bajo su ala.

— ¿Dónde vais a conseguir que esta prescripción sea realizada?, —preguntó.

— Bueno, el primer hombre al que fuimos, el que nos ha traído hasta aquí, ha sido muy servicial con nosotros. Me gustaría volver con él para darle el negocio, dado que nos ha tratado con tanta amabilidad.

— No, no —dijo el cirujano—, él sólo tiene una pequeña tienda. Él no podrá cumplir con una orden como esta. Es demasiado complicado. Os llevaré a la mayor óptica de Bombay.

Él también cerró su oficina y nos llevó en otro viaje a través de Bombay. Tan pronto como entramos por la puerta de la tienda a la que nos llevó, todo el mundo nos prestaba atención. Era claramente una figura muy respetada en el mundo de la oftalmología.

— Estos son mis amigos —anunció, saludándonos con la mano—. Ellos tienen una prescripción difícil de cumplir. Por favor, háganlo lo más rápido posible porque esta mujer no puede ver nada sin gafas. Sin ellas está prácticamente ciega.

Nos dejó en manos del gerente de la tienda y se dirigió de nuevo al hospital. La enorme y radiante sonrisa del gerente duró el tiempo que le llevó leer la prescripción. La puso sobre el mostrador y empezó a hablar con nosotros muy consternado.

— Normalmente disponemos de lentes para cada prescripción posible aquí en la tienda. Tenemos un gran volumen de ventas, por lo que podemos darnos el lujo de hacer y mantener lentes que no tienen ningún cliente en concreto aún. Tarde o temprano alguien va a venir a comprarlas, y todo el mundo aprecia el hecho de que pueden conseguir lo que quieren en el momento, sin tener que esperar a que sus gafas sean fabricadas. Pero esta prescripción es una combinación tan improbablemente absurda que nadie iba a pensar en fabricarla o mantenerla. Hasta que lo he visto no me hubiera imaginado que nadie en el mundo pudiera tener los ojos que correspondan con estos números. Tendremos que hacer una orden especial y esto nos llevará un largo tiempo, porque los molinos de vidrio están en huelga actualmente. Incluso si vuelven al trabajo es probable que pasen semanas antes de que podamos llegar a recibir un pedido como este, porque ya tienen una gran cantidad de pedidos pendientes. Lo siento, no puedo ayudaros, y nadie más en la ciudad será capaz de ayudaros porque esta prescripción es demasiado inusual como para que alguien pueda proveerla.

Esta disculpa tardó en desarrollarse alrededor de cinco minutos. Mientras tanto, uno de los chicos de la tienda, que obviamente no sabía nada de inglés, recogió el papel y se fue al depósito a buscar las gafas. Ese era su trabajo: recoger las prescripciones de la oficina principal y encontrar las lentes correspondientes en el almacén. Justo cuando el gerente estaba llegando a su conclusión, el muchacho volvió a aparecer con dos lentes que correspondían exactamente a los números de la prescripción. El gerente estaba absolutamente estupefacto.

— Esto no es posible, —continuó diciendo—. A nadie en su sano juicio se le ocurriría fabricar y mantener unas lentes como estas.

Finalmente justificó esa imposibilidad diciendo que alguien debía de haber encargado esas lentes hace mucho tiempo y se habría olvidado de recogerlas.

Como habíamos sido declarados amigos del gran y famoso cirujano ocular —sólo le conocíamos desde hacía un par dos horas— nos hicieron un enorme descuento y media hora más tarde Anna-Marie salió de la tienda llevando lo que yo estaba absolutamente convencido que eran las únicas gafas en el planeta tierra con las que ella podría realmente ver. Ahora bien, ¿hubo un milagro allí, o fuimos sólo los afortunados destinatarios de una secuencia sorprendentemente casual de acontecimientos?

‘Yo’ decidí escoger al óptico inicial que se comprometió a cerrar su tienda y llevarnos a un cirujano ocular de la ciudad, quien resultó estar interesado en Ramana, quien nos llevó personalmente, sin habérselo pedido, a la única tienda en Bombay donde tales lentes se podían encontrar para Anna-Marie. Soy un poco escéptico, y en mi prejuiciada opinión hay demasiadas cosas buenas en esa secuencia como para que se atribuyan a la casualidad solamente.

Mi propia creencia es que cuando vas al Guru, el poder de ese Guru se ocupa de los problemas físicos que puedan surgir. Él no lo hace a sabiendas; es sólo que hay un aura a su alrededor que se encarga de todos estos problemas. Nosotros ni siquiera le dijimos nada a Maharaj sobre las gafas de Anna-Marie. Cuando nos pusimos en marcha esa mañana, yo simplemente suponía que ella tenía los ojos bastante normales y que en media hora o así podríamos comprar unas gafas que le fueran bien.

Este no fue el final de la historia. Te dije que era muy larga. Anna-Marie estuvo sentada con Maharaj cada día durante una semana, pero por supuesto, no podía entender ni una palabra de lo que se estaba diciendo. No había nadie allí que hablara español. Entonces, una mañana, ella apareció con los ojos muy enrojecidos y le pregunté qué estaba pasando.

— Estuve despierta toda la noche —dijo ella en un inglés horrible—, rezando para que un traductor español venga hoy. Hay algo que tengo que decirle a Maharaj, y necesito un traductor para hacerlo.

Más tarde esa mañana, cuando estábamos todos sentados en un café en Grant Road, en el intervalo de descanso entre el final de los bhajans y el comienzo de la sesión de preguntas y respuestas, notamos una nueva cara extranjera en una mesa contigua —una mujer que estaba leyendo un ejemplar de ‘Yo Soy Eso’. Nos presentamos y descubrimos que, sorpresa, sorpresa, era una traductora profesional de español-inglés que trabajaba en Bombay y que había llegado recientemente a través de las enseñanzas de Maharaj. Ella había concebido vagamente la idea de venir algún día a visitar a Maharaj, pero no había sido hasta esa misma mañana que esa vaga idea se tradujera por fin en acciones concretas. Anna-Marie, por supuesto, estaba en la luna de feliz. El traductor por el que había pasado toda la noche orando, se había manifestado milagrosamente en la mesa de al lado de ella, unos quince minutos antes de que la sesión de preguntas y respuestas comenzara.

Todos volvimos a la habitación de Maharaj, curiosos por saber lo que Anna-Marie quería decirle. Esto es más o menos lo que ella tenía que decir a través del traductor:

“Yo estaba viviendo en Venezuela cuando tuve un sueño de una montaña y dos hombres. Me enteré poco después de que uno de los dos hombres era Ramakrishna, pero durante mucho tiempo no supe quién era el otro hombre o qué podría ser la montaña. Entonces, el año pasado, vi una foto de Ramana Maharshi y me di cuenta de que este era el segundo hombre del sueño. Cuando hice un poco de investigación para averiguar más sobre él, pronto me di cuenta de que la montaña en el sueño era Arunachala. En el sueño Ramana Maharshi me miraba de una manera muy especial y me transmitía un conocimiento de sus enseñanzas. Él no lo hacía verbalmente. Él sólo me miraba, y mientras estaba mirando, sentí que me estaba llenando con una comprensión de sus enseñanzas, un conocimiento que yo podía articular con claridad, a pesar de que no hubo ningún intercambio de palabras entre nosotros. Supe que tenía que venir a la India para obtener más información sobre él. Convencí a un amigo mío para que me trajera aquí, aunque yo sabía que Ramana Maharshi ya no estaba vivo. Yo intuía que aquí en la India había algún tema para mí, y algo me empujaba intensamente a venir. Mientras estaba en Tiruvannamalai oí de ti, y supe que tenía que venir a verte a ti también. Esa misma compulsión que me hizo venir a la India para averiguar sobre Ramana Maharshi me hizo venir también aquí. No sé qué es esto, pero yo sabía que tenía que venir”.

Maharaj intercedió en este punto: “¿Cuáles fueron las enseñanzas que te fueron transmitidas en el sueño? ¿Qué te dijo Ramana Maharshi cuando estaba revelando sus enseñanzas en silencio?”.

Anna-Marie habló en español durante unos cinco minutos, sin que ninguna traducción fuese dada por la intérprete. Al final de ese período la traductora empezó a explicar lo que había dicho. Todos nosotros nos sentamos allí, absolutamente estupefactos. Ella dio un resumen perfecto y fluido, de cinco minutos de duración, de las enseñanzas de Maharaj. Eran claramente no las enseñanzas de Ramana sino las de Maharaj, y esta mujer estaba dando una maravillosa presentación de las mismas. Pienso que fue uno de los mejores resúmenes en cinco minutos de las enseñanzas que yo jamás había oído. Y recuerda, esto vino de una mujer que estaba en su primera visita, alguien que había tenido muy poco conocimiento de las enseñanzas de Maharaj antes de venir allí aquel día.

Maharaj parecía estar tan impresionado como todos los demás allí. Se puso de pie, llevó a Anna-Marie escaleras abajo y la inició en el mantra de su linaje, escribiéndolo en su lengua [idioma de ella] con su dedo [el dedo de Maharaj]. He mencionado antes que él se ofrecía de buen grado a dar a conocer el mantra si alguien quería. Si alguien le pedía por ello, él ordinariamente se lo susurraba al oído. Este es el único caso que conozco en el que dio el mantra sin que se lo pidieran primero, y es también el único caso que conozco en el que lo escribió con su dedo en la lengua de un devoto. ¿Qué significa todo esto? No tengo la menor idea. Renuncié hace mucho tiempo a tratar de adivinar o racionalizar por qué los Gurus hacen las cosas que hacen.

Harriet: ¡Esa es una gran historia! Así que, ¿dirías que Maharaj cuidaba por el bienestar de los devotos, de la misma manera que otros grandes Gurus lo hacían?

David: Me gustaría responder con un condicional “sí” a esta pregunta. “Sí”, ya que es la naturaleza de los seres iluminados ser así —ellos no tienen ninguna opción en el tema porque estas cosas pasan a su alrededor de forma automática. Sin embargo, en un nivel más superficial, la respuesta podría ser “no”. Si la gente le llevaba sus problemas personales, él podía enfadarse y decir que no eran asuntos de su incumbencia. Él no se percibía a sí mismo como alguien que tratara con personas individuales que tenían problemas. Vi varias personas yendo a él para decirle que les habían robado todo su dinero o su pasaporte, y su respuesta habitual era reñirles por ser descuidados. Yo le dije una vez que estaba preocupado por lo mucho que estaba durmiendo. En aquel momento, sin embargo, yo pensaba que eso era una legítima cuestión espiritual porque había leído a muchos maestros que habían dicho que era malo dormir mucho.

Su respuesta, sin embargo, fue: “¿Por qué me traes tus problemas médicos? Si piensas que eso es un problema, ve a ver a un doctor”.

En ese caso en particular su consejo resultó ser perfectamente correcto. Más tarde descubrí que yo estaba sufriendo de una importante infestación por anquilostoma, casi sin duda como resultado de caminar alrededor de la India durante años sin calzado. Los anquilostomas se comen los glóbulos rojos de la sangre, y si se ponen fuera de control se comen más de los que el cuerpo puede producir. Finalmente, te pones muy anémico, lo que significa sentirse cansado y con sueño todo el tiempo. Por lo tanto, en este caso particular, lo que parecía ser una respuesta irritable y desdeñosa, era la cosa más útil que pudiera decir. Yo diría que el Ser pone las palabras adecuadas en su boca en el momento justo, pero en ese momento ninguno de nosotros sabía exactamente cuánta razón tenían tales palabras.

A pesar de su respuesta generalmente irritable cuando la gente iba a él en busca de ayuda personal, pienso que él era plenamente consciente de que estaba cuidando por el bienestar de todos sus devotos, a pesar de que puede que eso no haya sido visto así en gran parte del tiempo.

Harriet: Una vez más, ¿puedes darme un ejemplo de esto, o se trata sólo de conjeturas?

David: Me acuerdo de un enorme hombre gordo de Madrás que vino a ver a Maharaj con lo que él decía ser un problema: “He estado haciendo japa durante muchos años y he adquirido siddhis como resultado. Si estoy muy contento con alguien, le suceden cosas muy buenas automáticamente. Yo no pienso en eso ni en hacer nada. Eso simplemente sucede por sí mismo. Pero si me enfado con alguien, sucede lo contrario. Entonces suceden cosas muy malas, y a veces incluso la persona muere. ¿Cómo puedo evitar que éstas cosas sucedan?”.

Maharaj le dijo: “Todos estos siddhis han llegado como consecuencia de tu japa. Si dejas de hacer el japa, los siddhis también se detendrán”.

— No creo que pueda hacer eso —respondió el hombre—. El japa me ha tomado tan completamente que ya no es voluntario. Simplemente sucede por sí mismo, tanto si quiero como si no.

Maharaj repitió su consejo, pero el hombre no estaba interesado en llevarlo a cabo. Parecía muy satisfecho de sí mismo y me dio la sensación de que había llegado allí sólo para mostrar sus logros. Mi opinión se confirmó cuando anunció que ahora estaba dispuesto a responder a las preguntas de cualquier persona en la habitación. Él no había venido allí para recibir consejo, había venido para darlo.

Maharaj le pidió que se fuera y le dijo que si estaba realmente interesado en sus enseñanzas podía ir a última hora de la tarde a la casa de una de sus mujeres devotas —una profesora de sánscrito que a veces hacía traducciones para él—, y ella se las explicaría. Se le dijo que no volviera a la habitación [de Maharaj]. Sospecho que Maharaj quería mantenerlo alejado de nosotros, porque había algo extraño y amenazador en él. No soy una persona muy psíquica pero yo podía claramente sentir una energía desagradable viniendo de este hombre. Era algo que me hizo sentir físicamente mareado. Él realmente tenía un aura de energía negativa alrededor de él. Hablé con algunos de los demás después y algunos de ellos habían sentido lo mismo.

Todo esto sucedió en una sesión matutina. Al anochecer, la profesora de sánscrito se presentó con una hora de retraso, parecía muy nerviosa. Maharaj inmediatamente quiso saber lo que estaba pasando.

— Ese hombre de Madrás vino a mi casa y no podía conseguir que se fuera. Le dije que ya era hora de que yo viniera aquí, pero él no se levantaba para irse. No quise obligarlo a que se fuera. Podría haberse enfadado conmigo, y entonces me podría haber muerto.

Maharaj pareció indignado. Él sacó pecho como un gallo de pelea que va a la batalla y anunció, muy enfadado: “Nadie puede dañar a mis devotos. Tú estás bajo mi protección. Ese hombre no puede hacerte ningún daño. Si él viene a hablar contigo otra vez, échalo cuando sea la hora en la que vienes aquí. Nada te va a pasar”.

Esta fue la única ocasión en que oí a Maharaj hacer una potente declaración pública de que él estaba protegiendo y cuidando a sus devotos.

Maharaj mismo no tenía miedo de gente como esa. Una vez nos contó sobre un yogui que había llegado a su tienda de beedi para poner a prueba sus poderes. Este yogui tenía al parecer muchos siddhis y vino a ver si Maharaj, de quien él había oído grandes cosas, podría enfrentarle. Maharaj sólo hacía su trabajo en la tienda y rehusó responder a todos los desafíos para mostrar lo que podía hacer. Finalmente, en un intento de provocarle a hacer algo, el yogui dijo que le maldeciría y haría que algo muy malo le sucediera.

Maharaj al parecer lo miró con una completa indiferencia y le dijo: “Tú puedes ser capaz de hacer caer mil soles del cielo, pero no me puedes hacer daño y no me impresionas. Ahora vete”.

Harriet: ¿Qué hay de ti? ¿Hubo situaciones en las que llegaras a sentir que él estaba mirando por ti, cuidando de tu bienestar físico así como de tu salud espiritual?

David: No hay nada ni remotamente tan espectacular como la visita de Anna-Marie, pero puedo contar la historia de un viaje que hice a verlo. Hay algunos incidentes que no parecen tener nada que ver con lo que estás pidiendo, pero de momento dame la oportunidad de llegar al final, entonces te darás cuenta de lo que se trata.

En 1980 quería ver a Maharaj, pero no tenía nada de dinero. No podía permitirme comprar el billete de tren, y definitivamente no podía permitirme permanecer en Bombay durante más de un día o dos. Acepté una invitación para dar una charla sobre Bhagavan en un seminario en Delhi con la condición de que pudiera volver a través de Bombay. Mi billete de tren fue pagado por los organizadores, así que ellos se encargaron de los arreglos del transporte. Mis exiguos fondos me permitirían dos días en Bombay, así que reservé los billetes de acuerdo con esto. En la India tienes que reservar tus billetes de tren al menos con siete o diez días de antelación para conseguir el tren que deseas.

Hice mi discurso en Delhi y luego tomé el tren a Bombay. En el tren suburbano que iba desde la estación principal de Bombay a Grant Road me robaron todo mi dinero, el pasaporte (en realidad un documento de viaje temporal que se me dio mientras esperaba un nuevo pasaporte) y mi ticket-bono para posteriores estaciones de tren. Fue un trabajo clásico. Siempre hay un montón de gente apelotonada en el vagón al mismo tiempo. En la melé general alguien se las arregló para cortar la parte inferior de mi bolsa y sacar mi cartera. Mi primera reacción fue de hecho admiración. Había sido un trabajo tan hábil como profesional. La hendidura era sólo la mitad de una pulgada más grande que el tamaño de la cartera, y toda la operación había sido llevada a cabo en un par de segundos mientras yo estaba tratando de asegurarme de que conseguía el tren.

Afortunadamente, mi billete de tren local estaba en el bolsillo de mi camisa. En aquellos días, había una multa de 10 rupias (unos 20 centavos de dólar al cambio de hoy) para el viaje sin boleto, y yo no habría sido capaz de pagar, si ni siquiera hubiera sido capaz de financiar un billete para mi destino. Cuando llegué a Grant Road, yo ni siquiera tenía esa cantidad de dinero a mi nombre. Creo que sólo tenía un poco más de una rupia en monedas en uno de los bolsillos de mi pantalón. Esto constituía toda mi riqueza de este mundo. Caminé hasta el 10 de Lane, Khetwadi, el callejón donde vivía Maharaj, e invertí todo mi cambio en una taza de té y un periódico matutino. Era muy temprano en la mañana y sabía que pasarían un par de horas antes de que apareciera alguien que yo conociera. Yo no quería ir y decirle a Maharaj que me habían robado porque había visto cómo había reaccionado con otras personas en esa situación. Tenía la esperanza de conseguir un préstamo de algún conocido y luego encontrar un piso para dormir, ya que sin un pasaporte no me resultaría posible registrarme en un hotel.

Jean Dunne apareció aproximadamente a la hora que yo había previsto y le dije lo que había sucedido. Yo la conocía bien porque ella había vivido en Ramanasramam durante un par de años antes de que ella comenzara a visitar a Maharaj en Bombay. Ella me prestó unos pocos cientos de rupias, que supuse serían suficientes para pasar un par de días en Bombay y volver a Tiruvannamalai. Pensaba ir a la estación de tren más tarde en esa misma mañana y obtener una nueva copia de mi ticket-bono del tren. Maharaj, sin embargo, tenía otros planes para mí.

Alguien le dijo que yo había sido robado en el tren de cercanías y me preparé para el probable sermón. En cambio, él fue sorprendentemente comprensivo. Habló con uno de sus asistentes, un funcionario del banco, y le pidió que me alojara durante la duración de la visita. Terminé en una casa muy agradable en una zona muy buena de Bombay. Todo un cambio con respecto a las pensiones que por lo general tenía que frecuentar. Más tarde esa mañana fui a la estación de VT para obtener un nuevo ticket. Para mi gran sorpresa, no había constancia de mi nombre en ninguno de los trenes que salían de Madrás. En aquellos días no había computadoras, todas las reservas eran anotadas a mano en grandes libros. Un funcionario de ferrocarriles muy civilizado y comprensivo (¡no encuentras muchos de ellos cuando no estás en asuntos de Gurus en la India!) se tomó un par de horas libres para estudiar minuciosamente todos los libros para averiguar los detalles de mi ticket. Hay cerca de 750 personas en cada tren y creo que había tres o cuatro trenes que salían de Madrás el día que había planeado irme. Después de escanear más de 2000 nombres para ayudarme, al final lamentablemente anunció que no tenía una reserva en ninguno de los trenes que salían ese día. Empecé a sospechar que algún poder quería que me quedara en Bombay, porque los errores de este tipo son muy raros en el sistema de reservas de tren. En los veintisiete años que he estado usando los trenes aquí, nunca me ha pasado llegar a una estación y descubrir que el billete reservado simplemente no existe. No tuve otra alternativa que ir a comprar un nuevo ticket, lo cual hice con los fondos que había tomado de Jean. El siguiente tren con una plaza vacante no salía hasta aproximadamente dos semanas después, lo que significaba que tenía mucho tiempo para estar con Maharaj.

Había llegado con muy poco dinero, esperando una visita relámpago de dos días. En cambio, por cortesía de Maharaj y por un evento misterioso en el despacho de billetes de tren, tuve una lujosa estancia de dos semanas en la casa de un devoto.

Me dirigí a la casa de Maharaj y descubrí que alguien le había mencionado la charla sobre las enseñanzas de Ramana Maharshi que yo había dado en Delhi algunos días antes. Eso era algo sobre lo que yo quería callar. Maharaj tenía duras opiniones sobre las personas no-iluminadas que daban discursos públicos sobre la iluminación. Yo sólo había accedido a hacerlo para tener una oportunidad de venir a verlo, pero sospechaba que no sería una buena excusa para él.

Descubrí que se había enterado de la charla porque cuando entré en su cuarto me llamó y me pidió que fuera al frente de la sala. Fui y me senté frente a él en el lugar donde los interrogadores por lo general se sientan.

— No, no —dijo—, siéntate a mi lado, frente a todos los demás.

Mi ánimo se hundió. Yo sabía que no iba a disfrutar de lo que él tuviera en mente.

— Mirad mi pequeña habitación —comenzó—. Sólo una treintena de personas vienen a oírme hablar. Pero este David de aquí ha estado dando charlas espirituales en Delhi. Cientos de personas fueron a escucharle, así que debe ser mucho mejor en esto que yo. Así que hoy David dará una charla para nosotros.

Esto era peor que cualquier cosa que yo hubiera podido imaginar cuando me llamó. Intenté sin éxito zafarme de su invitación pero, cuando me di cuenta de que no iba a dar marcha atrás, hice un resumen en cinco minutos del papel que había leído en Delhi. Se trataba de la unidad entre las prácticas de entrega y auto-indagación en las enseñanzas de Bhagavan. Uno de los traductores me pidió ir despacio para que así pudiera dar una traducción sobre la marcha para Maharaj. Durante la duración de la charla Maharaj estaba mirándome muy fijamente. Creo que estaba esperando para saltar sobre mí si yo hiciera algún comentario con el que él no estuviera de acuerdo. Llegué al final de mi resumen sin ser interrumpido por los comentarios mordaces de Maharaj. Pensé que esto en sí era todo un logro importante.

Después de mi conclusión me miró y dijo en un tono bastante suave: “No puedo discrepar con nada de lo que has dicho. Todo lo que has dicho era correcto”.

Luego se enfervorizó y dijo enfáticamente y con mucha contundencia: “Pero no vayas por ahí dando charlas sobre cómo alcanzar la iluminación a menos que estés en ese estado tú mismo. De lo contrario, puedes acabar como ese Wolter Keers”.

Ya te mencioné antes lo que pensaba de Wolter Keers y de sus actividades de enseñanza. Esa era una suerte que yo estaba decidido a evitar. Todo esto sucedió hace veintitrés años. No he dado una charla pública desde entonces.

Tengo que avanzar un poco rápido aquí y llegar al final de la historia. Regresé de nuevo a Tiruvannamalai más de dos semanas después. No tenía ingresos, ni perspectivas de recibir ningún dinero de nadie, y tenía una deuda de varios cientos de rupias que le debía a Jean. Me fui a trabajar a la mañana siguiente en la biblioteca del ashram y encontré un sobre de color naranja en mi escritorio con mi nombre en él. Lo abrí y encontré un fajo de billetes de rupias en su interior. Los conté y descubrí que era exactamente la misma cantidad que me había sido robada en Bombay: ni una rupia más, ni una rupia menos. No había ninguna mención de quién había puesto el dinero allí, y nunca nadie llegó a revelar que él o ella hubiera sido la persona responsable de esto. Que yo supiese, nadie en Tiruvannamalai sabía siquiera sobre el robo. Yo no se lo había dicho a nadie, y no habían transcurrido ni veinticuatro horas desde mi regreso a Tiruvannamalai, cuando el sobre apareció.

Pienso que todo este episodio fue orquestado por el poder que se ocupa de los asuntos de los devotos que tienen un fuerte deseo de estar con un Guru. Este poder me llevó a Bombay, robó mi dinero y mi ticket del tren, eliminó todos los rastros de mi reserva en los libros del ferrocarril, dispuso un excelente alojamiento para mí por más de dos semanas, me trajo de vuelta a Tiruvannamalai, donde entonces me devolvió todo mi dinero a través de un donante anónimo.

Harriet: ¿Dónde te quedabas normalmente cuando ibas a Bombay? ¿Qué hacían para alojarse otros devotos que también venían de visita? ¿Dónde comíais y dormíais? Lo pregunto porque no había ashram o centro donde todos los devotos de Maharaj pudiérais quedaros.

David: Todo dependía de la situación económica que tuvieras. Bombay siempre ha sido un lugar caro para vivir. Si no tenías mucho dinero, tus opciones eran muy restringidas. Algunos de mis amigos se quedaban en un ashram budista, pero eso implicaba participar en muchos de sus rituales, que era algo que muchos de nosotros no queríamos hacer porque algunos de los horarios coincidían con sesiones de Maharaj. Había algunas otras opciones baratas que, o estaban muy lejos, o que también implicaban tener que participar en alguna actividad que tú no querías, o tener que someterte a reglas extrañas que no eran convenientes. Evité todos estos lugares y siempre me alojé en un albergue barato que estaba a unos 200 metros de la casa de Maharaj, en el mismo callejón. Se le llamaba el Poornima, y muchos de nosotros que andábamos cortos de dinero acabamos allí. Me parece recordar que esto costaba Rs 22 por una habitación doble, un precio increíble para Bombay incluso en esos días. A un par de calles de distancia había un sitio que servía comidas baratas a las personas locales que trabajaban en la zona. Estaba hecho de barro y no había sillas ni mesas. Sin embargo, se podía conseguir un gran almuerzo allí —chapatis, dhal y verduras— por Rs 1.40. No puedo recordar el tipo de cambio en esos días. Creo que pudo haber sido de unas doce rupias por dólar. Eso te dará una idea de los precios.

Cuando ibas a verle por primera vez, Maharaj siempre te preguntaba dónde te alojabas. Si le decías, “Poornima”, entonces él sabía que o estabas bien escaso de fondos, o bien eras alguien muy cuidadoso con los gastos. Estaba claro que aprobaba a las personas que no derrochaban el dinero y que conseguían buenas gangas cuando iban de compras. Él había pasado toda su vida siendo un hombre de negocios que conocía el valor de la rupia, y le molestaba considerablemente ver extranjeros despilfarrando el dinero o siendo estafados.

Una mañana en la que yo estaba allí, había unos visitantes que le estaban ofreciendo flores y dulces. La gente traía flores para decorar los retratos de la Guru puja que se llevaba a cabo cada mañana, y algunas personas traían dulces que eran distribuidos como prasad en el final de la misma. Ese día, tres mujeres extranjeras estaban de pie frente a él con flores que tenían los tallos, lo que significaba que tenían la esperanza de que él las pondría en los floreros que había cerca de él. Él le preguntó a la primera de ellas que cuánto había pagado, y cuando ella se lo dijo él se sorprendió. Se enojó con ella, le dijo que había sido estafada y se negó a aceptar las flores. La segunda mujer sufrió el mismo destino. Se aceptaron las flores de la tercera mujer, porque ella había regateado un poco y había conseguido comprarlas a un precio razonable. La devoción no parecía ser un factor clave a la hora de conseguir que las flores fueran aceptadas. La mejor manera de conseguir que tus flores acabaran en su florero era negociar con ferocidad por ellas y conseguir un precio que a él le pareciera satisfactorio.

Ahora que el tema de las flores ha llegado, tengo que disgregar un poco para mencionar sobre el bhajan y el Guru puja que tenían lugar entre la meditación y la sesión de preguntas y respuestas. Era la única ocasión en que Maharaj les permitía a los devotos que le pusieran una guirnalda. Después de que le pusieran la guirnalda, se ponía de pie en el medio de la habitación, golpeando los címbalos con la melodía del bhajan que se estaba cantando. La mayor parte del tiempo sus ojos estaban cerrados. En el inicio él empezaba con unos pequeños crótalos de una o dos pulgadas de diámetro. A medida que el bhajan tomaba cuerpo él iba tomando címbalos más y más grandes, se los iba pasando un asistente [n.t: aproximadamente, era como comenzar con unas castañuelas hasta acabar con unos enormes platillos]. El mayor par eran casi del tamaño de las tapaderas de los cubos de basura. Eran enormes y el ruido que hacían era ensordecedor. Podías oírlos a varias calles de distancia. Cuando Maharaj se ponía a tocar con estos enormes platillos, él todavía llevaba encima tantas guirnaldas, que las zarandeaba y salían despedidas delante de él, a veces a una distancia de aproximadamente dos pies. No era posible golpear los platillos mayores sin destruir completamente las guirnaldas. Maharaj aporreaba y aporreaba con los ojos cerrados, y cada vez que los platillos chocaban, los pétalos saltaban volando en todas las direcciones. En el momento en que todo había terminado, el suelo estaba cubierto con fragmentos de las flores que él había roto y pulverizado por toda la habitación. Era una hermosa vista y yo nunca me cansaba de verle aplastar sus platillos uno contra el otro y de pulverizar flores en todas direcciones.

Volvamos a sus hábitos parsimoniosos. Me alojé en el Poornima en una visita que hice en 1979. Estaba pasando dos semanas con Maharaj antes de volar de vuelta a Inglaterra para visitar a mi familia por primera vez desde que había llegado a la India en 1976. Mi madre me había enviado un ticket [billete de vuelta], sintiendo, tal vez con cierta razón, que si no pagaba ella mi viaje yo nunca podría volver a casa de nuevo. Yo había acumulado pedidos de ejemplares de ‘Yo Soy Eso’ de amigos en Inglaterra. El precio británico era aproximadamente diez veces mayor que el de Bombay, por lo que todos los devotos de Maharaj que conocía en Inglaterra me habían hecho pedidos de ejemplares baratos. Yo aparecí en la habitación de Maharaj con esta enorme pila de libros y le pedí que los firmara para todas las personas que estaban esperando por ellos en Inglaterra.

Él me miró con recelo y dijo: “Pensaba que no tenías dinero. ¿Cómo puedes permitirte el lujo de comprar todos estos libros?”.

Le expliqué: “No son para mí. Son para personas en Inglaterra que no quieren pagar el precio británico. Me han enviado dinero para llevarles ejemplares baratos de la India”.

Cuando le dije cuál era el precio de venta en Londres él estaba realmente horrorizado.

“¡Llévate tantos como puedas! ¡Nadie debería pagar ese precio por un libro!”.

Sacó su pluma y felizmente firmó todos los libros.

Harriet: ¿Seguiste yendo a verle hasta que falleció? ¿Estuviste allí en los días finales?

David: No, y yo no quería estar. Yo no quería sentarme allí a observarle morir lentamente. Quería mantener en mi memoria a un hombre que era una perpetua dinamo, un centro increíblemente vital de fuerza y energía. Yo sabía que él no se consideraba a sí mismo como el cuerpo, pero no quería estar allí, observando cómo el cáncer lentamente lo reducía a un inválido. No puedo recordar la fecha de mi última visita, pero sí recuerdo que todavía estaba hablando sin muchos problemas.

No he explicado cómo Maharaj cuidaba el tráfico que fluía a través de su habitación. Necesitas saber acerca de esto para entender lo que viene después. Debido a que el espacio disponible era limitado, Maharaj generalmente sólo le permitía a la gente permanecer con él cerca de dos semanas. Nuevas personas llegaban todos los días y simplemente no había suficiente espacio para que todos se sentaran en el suelo.

Cuando Maharaj veía que la sala estaba congestionada, escogía a algunas de las personas que habían estado allí por más tiempo y les pedía que se fueran, diciendo: “Puedes irte ahora. Nuevas personas han llegado y no hay sitio”.

Las personas seleccionadas tenían que irse, pero si todavía estaban interesadas, podían reaparecer después de un par de meses y entonces quedarse otras dos semanas. Ese fue el sistema que muchos de nosotros seguimos: dos semanas allí, seguidas por dos o más meses en alguna otra parte. Por lo general, cuando yo llegaba, le decía que tenía un billete de vuelta a Madrás en el plazo de dos semanas. Él confiaba en que me fuera el día señalado.

En mi última visita, sin embargo, recuerdo que yo estaba tratando de permanecer unos pocos días más de los que había previsto inicialmente. Recuerdo que durante un par de días me senté en un rincón del fondo, esperando que él no me notara, porque sabía que mi tiempo se había terminado. Una mañana no pude llegar a tiempo a mi asiento del fondo porque algo me retrasó. Me encontré sentado muy cerca de él, bloqueando en efecto su vista de algunas de las personas que estaban inmediatamente detrás de mí. Debo mencionar que mido 6'2" y que mi espalda es desproporcionadamente larga para mi tamaño. Tengo las piernas cortas y una larga espalda, lo que significa que cuando me siento en el suelo con la espalda recta, la parte superior de mi cabeza está a la misma distancia del suelo que alguien que mida cerca de 6'4". Por supuesto, en esa mañana en particular Maharaj quería tener una conversación con la persona que estaba sentada justo detrás de mí, alguien que era mucho más bajo que yo. Intenté, sin éxito, retorcerme y apartarme de la trayectoria, y Maharaj trataba de mirar a mi alrededor buscando al interlocutor, pero no sirvió de nada porque no había espacio extra para que yo pudiera maniobrar. Estábamos empaquetados como sardinas en una lata.

Finalmente Maharaj me miró y me dijo, con cierta irritación: “¿Por qué estás todavía aquí, sentado ocupando espacio? No puedo ver a la gente detrás de ti. Tú estás lleno del conocimiento. Estás tan lleno del conocimiento que te está saliendo por las orejas y haciendo un lío en mi alfombra. Ya te puedes ir y hacer sitio para otras personas”.

Esa fue la última vez que me habló. Tomé sus irascibles comentarios como que eran una aprobación y una bendición, una especie de certificado de graduación. Salí aquel día y nunca regresé.

En los siguientes meses seguí recibiendo informes acerca de su delicado estado de salud pero nunca me sentí tentado a volver una vez más. Es decir, hasta que de repente apareció en uno de mis sueños diciéndome que fuera a verle. Fue un sueño tan contundente que me despertó. Me quedé ahí en la cama, preguntándome si realmente era él diciéndome que fuera, o si era sólo mi subconsciente manifestando un deseo secreto de ir a verle una vez más. Me quedé dormido sin resolver el dilema en un sentido o en el otro.

Unos minutos más tarde volvió a aparecer en mi siguiente sueño, mirándome: “Yo sólo te dije que vinieras. ¿Por qué no me crees?”.

Me desperté y sabía que él quería que yo fuera. Tal vez quería una última oportunidad de asaltar mi ego obstinado. No fui y no puedo dar ninguna excusa satisfactoria por mi negativa a responder a este sueño. Esto fue justo antes de que él falleciera en 1981. Podría dar una serie de razones, pero ninguna de ellas me suena verdadera ni me satisface. Cuando estudio el recuerdo de este evento, no puedo encontrar ninguna excusa que pase el examen en mi conciencia. Yo no fui, y hasta hoy no puedo recordar lo que me detuvo.

Harriet: ¿Continuaron los sueños? ¿Te pidió que fueras otra vez?

David: No, fue sólo en aquella única noche. Sin embargo, después de que él murió empecé a tener de manera regular sueños vívidos en los que yo le estaba visitando en su habitación. Subiría por las escaleras y lo encontraría allí, sentado en su lugar habitual, y enseñando en su manera usual. La lógica de mi sueño trataba de averiguar por qué él todavía estaba allí, todavía enseñando. En el sueño, una parte de mí sabía que había muerto, pero otra parte era testigo de que él aún sigue con vida, todavía enseñando en su rincón habitual. En estos sueños a veces llegué a la conclusión de que él en realidad no había muerto en absoluto, que había fingido su muerte, esperó hasta que las multitudes se habían ido, y luego volvió a la enseñanza con un pequeño grupo de personas que estaban de alguna manera en el juego. Mi inteligencia onírica inventaba todo tipo de historias como éstas, pero incluso en los sueños ellas realmente nunca me convencían. Sabía que algo andaba mal, pero no podía imaginar lo que era.

Estos sueños fueron todos a lo largo de la década de 1980 y hasta bien entrada la década de 1990. El último sueño de esta secuencia fue diferente. Encontré a Maharaj enseñando a un grupo pequeño de personas dentro de la habitación principal del dispensario de Ramanasramam. Esto era inusual porque nunca antes había soñado con él en cualquier lugar que no fuera su habitación. Además, la gente era diferente. No eran los rostros indios que poblaban su habitación en los sueños anteriores. Todos ellos eran extranjeros, todos gente que yo conocía bien. Esta vez no había dudas, ninguna confusión acerca de por qué o si todavía estaba vivo.

Miré a Maharaj, me giré hacia mis amigos que estaban sentados en el piso con él y les dije, con una gran sensación de exaltación: “¡Veis! ¡Os lo dije! ¡Está vivo! ¡Él no murió en absoluto! ¡Todavía está vivo!”.

El sueño terminó y nunca he soñado con él de nuevo.

Harriet: ¿Qué piensas de todo esto? ¿Qué significa todo esto para ti?

David: No necesito a Freud en este caso. Él no murió porque nunca nació. Él está vivo como el Ser dentro de mí. Él no puede morir. Él está dentro, esperando su momento, esperando a que las palabras que él plantó ahí acaben conmigo y con mi pequeño y limitado mundo. Yo sé que él no me ha abandonado [no ha renunciado a mí, no ha perdido la fe en mí], y también sé que algún día él prevalecerá.
*

Recordando a Nisargadatta Maharaj (Parte 1)

*
La siguiente entrevista a David Godman se titula «Remembering Nisargadatta Maharaj» y es bastante amena, pero no la encontraba por ninguna parte traducida al español. Así que apoyado por diversas ayudas online he tratado de sacar a flote una traducción libre por si alguien disfruta de leerla. Debido a su larga extensión (unas 45 páginas en WORD) la he dividido en dos partes. En este post tenemos la primera. Abajo del todo, aparece el link de la segunda parte. 

David Godman es conocido, entre otras actividades, por sus libros, entre ellos el célebre «Sea lo que usted es», donde recoge enseñanzas de Ramana Maharshi, y otros libros no tan conocidos pero algunos de ellos muy amenos como por ejemplo «Últimas conversaciones con Annamalai Suami» y «El Poder de la Presencia» («Reveladores encuentros con Ramana Maharshi»).

Recordando a Nisargadatta Maharaj

- Entrevista con David Godman -

Traducido del original en inglés, disponible en la web de David Godman: http://www.davidgodman.org/

En dicha web esta entrevista se publica en 6 partes, la primera aquí: http://www.davidgodman.org/interviews/nis1.shtml

Aquí va la traducción:

Hace poco tuve un encuentro con una visitante, ojeando un nuevo libro sobre Nisargadatta Maharaj que consistía en fotos y citas breves. Yo conocía a algunas de las personas de las fotos y recordé algunas historias acerca de ellos. Esto dio lugar a una amplia y larga conversación sobre algunos de los acontecimientos que pasaron en la presencia de Maharaj. Después, cuando ella se fue, me sentí inspirado a escribir algunas de las cosas que había recordado, ya que nunca antes me había molestado en guardar por escrito ninguno de mis recuerdos de Maharaj. A medida que transcribía la conversación, algunos otros recuerdos afloraron, cosas que no había pensado durante años. Esto, por lo tanto, es un registro de la charla de una tarde agradable, complementado por los recuerdos de incidentes relacionados que de alguna manera nunca se mencionaron en la conversación.

Harriet: Todos los libros que he visto sobre Maharaj, y creo que he visto la mayoría de ellos, son un registro de sus enseñanzas. ¿Nunca nadie se molesta en registrar las cosas que estaban sucediendo a su alrededor? Ramakrishna tenía el Evangelio de Ramakrishna, Ramana Maharshi tenía Día a Día con Bhagavan, y toda una biblioteca de libros de devotos hablando de la vida con su Guru. ¿Por qué Maharaj no ha generado un género similar?

David: Maharaj muy rara vez hablaba de su vida, y él no animaba a preguntar sobre eso. Pienso que se veía a sí mismo como una especie de médico que diagnostica y trata las dolencias espirituales percibidas por las personas que acudían a él para pedirle consejo. Su medicina era su presencia y sus poderosas palabras. Las anécdotas de su pasado no formaban parte de la receta. Tampoco parecía interesado en contar historias de nada ni de nadie.

Harriet: Dices que raramente hablaba de esas cosas. Eso quiere decir que debes haber oído al menos algunas historias. ¿De qué le oíste hablar?

David: Sobre todo de su Guru, Siddharameshwar Maharaj, y el efecto que había tenido en su vida. Creo que su amor por su Guru y su gratitud hacia él estaban siempre presentes en él. Nisargadatta Maharaj solía hacer cinco bhajans [n.t.: cantos devocionales] al día simplemente porque su gurú se lo había pedido. Siddharameshwar Maharaj había fallecido en 1936, pero Nisargadatta Maharaj aún continuaba con estas prácticas más de cuarenta años después.

Una vez le oí decir: “Mi Guru me pidió que hiciera estos cinco bhajans diarios, y él nunca canceló sus instrucciones antes de su fallecimiento. No necesito hacerlos nunca más, pero voy a seguir haciéndolos hasta el día que muera, porque es el mandato de mi Guru. Sigo obedeciendo sus instrucciones, aunque sé que estos bhajans son inútiles, por el respeto y la gratitud que siento hacia él”.

Harriet: ¿Habló alguna vez sobre el tiempo que estuvo con Siddharameshwar, acerca de lo que pasó entre ellos?

David: No en ninguna de las visitas que le hice. Ranjit Maharaj vino una vez a verle durante una de sus sesiones matutinas. Charlaron en marathi durante unos minutos y luego Ranjit se marchó. Maharaj se limitó a decir: “Ese hombre es un jnani. Él es un discípulo de mi Guru, pero no está enseñando”. Fin de la historia. Esa visita podría haber sido un trampolín para cualquier número de historias acerca de su Guru o sobre Ranjit, pero él no estaba interesado en hablar sobre ellos. Se puso a responder a las preguntas de sus visitantes.

Harriet: ¿Qué más supiste sobre su pasado y de la tradición espiritual de la que vino?

David: Él fue parte de un linaje espiritual que se conoce como el Navnath Sampradaya. Esto no era un secreto porque tenía fotos o imágenes de muchos de los maestros de su linaje en sus paredes. Él hacía una Guru puja [n.t.: ofrenda ritual al Guru] cada mañana, al final de la cual él ponía kum kum en la frente de todos los maestros de su linaje y en las fotos de todos los demás que él pensaba que estaban iluminados. Debo mencionar que sus paredes estaban cubiertas de retratos. Ramana Maharshi estaba allí, y también estaban muchos otros santos famosos que no formaban parte de su linaje. Mezclados con ellos había otras imágenes, como una de Sivaji, un famoso guerrero marathi de hace unos cien años.

Una vez le pregunté por qué estaba colocado Sivaji en sus paredes, y me dijo: “Mi hijo quiere que lo tenga ahí. Es el logotipo de nuestra marca de beedis. Piensa que si se mezcla con el resto de imágenes a las que hago puja, las ventas aumentarán”.

Harriet: ¿Qué fue lo que dijo sobre todas estas fotos de la gente de su linaje? ¿Nunca explicó quiénes eran?

David: Nunca. Sólo me enteré de sus nombres unos años más tarde, cuando me encontré con un libro de RD Ranade, que estaba en una rama Karnataka del sampradaya [n.t: tradición, o transmisión... referido a una cadena de maestros que a lo largo de los años van transmitiendo de unos a otros el conocimiento]. Él, o más bien su organización, sacaron a relucir un souvenir que contenía las mismas fotos que había visto en las paredes de Maharaj, junto con una breve descripción de quiénes eran.

Recuerdo una historia interesante que Maharaj dijo sobre el sampradaya. Él había estado respondiendo preguntas de la manera habitual cuando se detuvo a darnos un pedazo de la historia:

“Yo estoy sentado aquí todos los días respondiendo a vuestras preguntas, pero esta no es la forma que los maestros de mi linaje usaban para realizar su trabajo. Hace unos pocos siglos, no había preguntas ni respuestas en absoluto. El nuestro es un linaje de familia, lo que significa que todo el mundo tenía que salir a ganarse la vida. No había reuniones como ésta, donde los discípulos se reunieran en gran número con el Guru y le hicieran preguntas. Viajar era difícil. No había autobuses, trenes ni aviones. En los viejos tiempos, el Guru hacía los viajes a pie, mientras que los discípulos se quedaban en casa al cuidado de sus familias. El Guru caminaba de pueblo en pueblo para encontrarse con los discípulos. Si se encontraba con alguien que pensaba que estaba listo para ser incluido en la sampradaya, le iniciaba con el mantra del linaje. Esa era la única enseñanza dada. El discípulo repetía el mantra y periódicamente el Guru vendría a la aldea para ver lo que se estaba progresando. Cuando el Guru sabía que estaba a punto de fallecer, nombraba a uno de los devotos cabeza de familia para ser el nuevo Guru, y ese nuevo Guru entonces asumía las tareas de enseñanza: a pie de pueblo en pueblo, iniciando nuevos devotos y supervisando el progreso de los antiguos”.

No sé por qué surgió esta historia tan repentinamente. Tal vez estaba cansado de contestar las mismas preguntas una y otra vez.

Harriet: He oído que en ocasiones Maharaj daba un mantra a personas que se lo pedían. ¿Era éste el mismo mantra?

David: Sí, pero no era muy buen vendedor de esto. En una ocasión le oí decir: “Mi Guru me ha autorizado para dar a conocer este mantra a cualquiera que lo pida, pero no quiero que sientas que es necesario o importante. Lo más importante es descubrir la fuente de tu ser”.

Sin embargo, algunas personas solían pedírselo. Él solía llevarles abajo y les susurraba al oído. Era en sánscrito y bastante largo, pero sólo tenías una oportunidad para recordarlo. Él no lo escribía por ti. Si no lograbas recordarlo a la primera, nunca tenías una segunda oportunidad.

Harriet: ¿Qué otras enseñanzas le dio Siddharameshwar? ¿Fue él quien le animó a enseñar contestando preguntas, en lugar de en la forma más tradicional?

David: No tengo ni idea de si le pidió que enseñara de una manera particular. Siddharameshwar le dijo que podía enseñar y revelar el mantra del Guru a cualquier persona que se lo pidiera, pero no le permitió designar a un sucesor. Usted tiene que recordar que Nisargadatta no estaba autorrealizado cuando Siddharameshwar falleció.

Harriet: ¿Qué hay de los datos personales? ¿Maharaj nunca habló de su infancia o su familia? Ramana Maharshi a menudo contaba historias de su juventud, pero no recuerdo la lectura de un solo incidente biográfico en cualquiera de los libros de Maharaj.

David: Eso es cierto. Él no parecía interesado en hablar sobre su pasado. La única historia que recuerdo que él contara era más una broma que una historia. Un hombre que vino parecía que le conocía desde hacía muchos años. Habló con Maharaj en marathi de una manera muy libre y familiar. No se ofrecieron traducciones pero después de unos diez minutos todos los que entendían el marathi estallaron en carcajadas al mismo tiempo. Tras recibir permiso de Maharaj, uno de los traductores explicó de qué se trataba todo esto:

«Maharaj dice que cuando estaba casado, su esposa solía hacerle la vida difícil. Ella siempre estaba dándole órdenes y diciéndole qué hacer. “Maharaj haz esto, Maharaj ve al mercado y compra aquello...”».

Ella no le llamaba Maharaj, por supuesto, pero no puedo recordar cómo le llamaba.

El traductor continuó: «Su esposa murió hace mucho tiempo, cuando Maharaj tenía unos cuarenta años. Lo usual es que los hombres de esta edad que son viudos vuelvan a casarse otra vez, así que todos los parientes de Maharaj querían que encontrara otra esposa. Él se negó, diciendo: “El día que ella murió me casé con la libertad”».

Me resulta difícil imaginar a alguien dando órdenes a Maharaj, o incluso intentándolo. Era un personaje combativo que no aguantaba las tonterías de nadie.

Harriet: Por lo que he oído, “combativo” puede ser un casi un eufemismo. He oído que a veces se ponía de muy mal humor y agresivo.

David: Sí, eso es cierto, pero yo creo que esto era parte de su método de enseñanza. Algunas personas necesitan ser sacudidas un poco, y gritarles es una forma de hacerlo.

Recuerdo que una mujer le preguntó, bastante inocentemente: “Pensaba que las personas iluminadas se supone que han de ser felices y dichosas. Usted parece ser un gruñón la mayor parte del tiempo. ¿Tu estado no te da constante felicidad y paz?”.

Él respondió: “El único momento en el que un jnani se regocija verdaderamente es cuando alguien más se convierte en un jnani”.

Harriet: ¿Con qué frecuencia ocurría esto?

David: No lo sé. Esa era otra área de la que él no parecía querer hablar.

Una vez le pregunté directamente: “¿Cuántos se han iluminado por medio de tus enseñanzas?”.

No pareció dar la bienvenida a la pregunta: “¿En qué te concierne a ti eso?”, respondió. “¿De qué manera podría ayudarte saber eso?”.

— Bueno —dije—, dependiendo de tu respuesta, podría aumentar o disminuir mi nivel de optimismo. Si hay una lotería con un solo número ganador de cada diez millones, entonces no puedo ser muy optimista acerca de ganar. Pero si se trata de un centenar de números ganadores de cada mil, me sentiría mucho mejor acerca de mis posibilidades. Si pudieras asegurarme que la gente está despertando aquí, me sentiría optimista en cuanto a mis propias posibilidades. Y creo que sentir optimismo acerca de mis posibilidades sería bueno para mi nivel de seriedad.

‘Seriedad’ era una de las palabras clave en sus enseñanzas. Él pensaba que es bueno tener un fuerte deseo por el Ser y tener todas las facultades dirigidas hacia eso siempre que sea posible. Este fuerte enfoque en la verdad era lo que él llamaba seriedad.

No recuerdo exactamente lo que dijo Maharaj en respuesta excepto que sé que  no divulgó los números. No parecía pensar que fuera de mi incumbencia o de la de cualquier otra persona conocer dicha información.

Harriet: Tal vez eran tan pocos que habría sido malo para tu ‘seriedad’ que te lo dijera.

David: Eso es una posibilidad, porque no creo que hubiera muchos.

Harriet: ¿Alguna vez lo averiguaste, directa o indirectamente?

David: No ese día. Sin embargo, aguardé un tiempo y esperé una oportunidad para plantear la cuestión de nuevo. Una mañana Maharaj parecía estar más frustrado de lo habitual por nuestra incapacidad colectiva para comprender lo que estaba hablando.

“¿Por qué pierdo el tiempo con vosotros?”, exclamó. “¿Por qué nadie entiende nunca lo que estoy diciendo?”.

Aproveché mi oportunidad: “En todos los años que has estado enseñando, ¿cuántos realmente han comprendido y experimentado tus enseñanzas?”.

Se quedó en silencio por un momento, y entonces dijo: “Uno. Maurice Frydman”. Él no dio más detalles y yo no seguí insistiendo.

He mencionado antes que en la conclusión de su puja de la mañana él ponía kum kum en la frente de todas las imágenes que había en su habitación de las personas que sabía que estaban iluminadas. Había dos grandes cuadros de Maurice allí, y ambos recibían diariamente el tratamiento de kum kum. Obviamente Maharaj tenía un gran respeto por Maurice. Recuerdo en una de mis primeras visitas preguntarle a Maharaj sobre alguna declaración suya que se había registrado en ‘Yo Soy Eso’. Creo que era sobre la realización de los deseos.

Al principio Maharaj no parecía estar de acuerdo con las observaciones que se le atribuían en el libro, pero luego añadió: “Estas palabras deben ser ciertas, porque Maurice las escribió. Maurice era un jnani, y las palabras del jnani son siempre las palabras de la verdad”.

He conocido a varias personas que conocían a Maurice, y todos ellos tienen extraordinarias historias que contar acerca de él. Visitó a Swami Ramdas en la década de 1930 y Ramdas al parecer le dijo que éste sería su último nacimiento. Ese comentario fue registrado en ‘Conversaciones con Sri Ramana Maharshi’ a finales de la década de 1930, décadas antes de que tuviera sus encuentros con Maharaj. Él fue en distintas etapas de su vida un seguidor de Ramana Maharshi, Gandhi, y J. Krishnamurti. Cuando era un gandhiano se fue a trabajar para el raja de un pequeño principado y de alguna manera lo persuadió a abdicar y entregar toda su autoridad a la gente a la que había gobernado anteriormente como monarca absoluto. Toda su vida está llena de incidentes sorprendentes como estos que son prácticamente desconocidos. Me ha contado alguien (que llegó a ser un alto funcionario del gobierno indio en la década de 1960) que fue Frydman quien persuadió al entonces primer ministro de la India, Nehru, para que permitiera que el Dalai Lama y el resto de exiliados tibetanos pudieran quedarse en la India. Al parecer, Frydman le importunaba continuamente durante meses hasta que finalmente dio su consentimiento. Ninguna de estas actividades fueron reconocidas públicamente porque a Frydman le disgustaba la publicidad de cualquier tipo y siempre trataba de hacer su trabajo anónimamente.

Harriet: ¿Cómo fueron las relaciones de Frydman con Ramana Maharshi? ¿Dejó un registro?

David: No hay muchas historias en los libros de Ramanasramam, y en los pocos incidentes en los que sí constaba el nombre de Maurice, Ramana le está regañando, generalmente por intentar darle un tratamiento especial. En un artículo que Maurice escribió muy tarde en su vida, lamentó el hecho de que él no apreció plenamente ni hizo uso de las enseñanzas y la presencia de Bhagavan mientras éste estaba vivo.

Sin embargo, él hizo uso de su extraordinaria inteligencia y habilidades de edición para llevar a cabo El Evangelio del Maharshi en 1939. Esta es una de las colecciones más importantes de diálogos entre Bhagavan y sus devotos. La segunda mitad del libro contiene preguntas de Frydman y las respuestas de Bhagavan a ellas. La calidad de las preguntas y de la edición es extraordinaria.

Hace unos cuantos siglos, un matemático francés puso un problema difícil y retó a todos para resolverlo. Isaac Newton lo resolvió rápida y elegantemente y divulgó la solución de forma anónima. El matemático francés inmediatamente reconoció que Newton era el autor y, al parecer, dijo: “Un león se reconoce por sus garras”.

Me gustaría hacer los mismos comentarios sobre la segunda mitad del ‘Evangelio del Maharshi’. Aunque el nombre de Frydman nunca ha aparecido en ninguna de las ediciones del libro, estoy absolutamente seguro de que él era el editor y el preguntador.

Harriet: Que tú sepas, ¿Maharaj nunca reconoció públicamente que nadie más estuviera iluminado?

David: Puede haber habido otros, pero el único del que yo sé, ya que fui testigo de primera mano, era un canadiense —al menos yo creo que era canadiense— llamado Rudi. Yo había escuchado algunas cintas de antes de mi primera visita a Maharaj y este hombre —Rudi— tenía un lugar destacado en ellas. Tengo que decir que sonaba completamente desagradable. Él era avasallador, discutidor y agresivo; al parecer Maharaj lo echó en varias ocasiones. Yo nunca me había encontrado con Rudi, sólo le conocía de las cintas que había oído.

Entonces, un día Maharaj anunció: “Tenemos a un jnani que va a venir a visitarnos esta mañana. Su nombre es Rudi”. Me reí porque supuse que Maharaj estaba burlándose de sus pretensiones respecto a su iluminación. Maharaj podía ser bastante mordaz acerca de las personas que afirmaban estar iluminadas, pero que no lo estaban. Wolter Keers, un maestro advaita holandés, era una persona que cayó en esa categoría. De vez en cuando solía venir a Bombay para ver a Maharaj, y en cada visita Maharaj solía regañarle por presumir de estar iluminado cuando no lo estaba. En una visita Maharaj empezó a sermonear a Wolter antes incluso de que él hubiese entrado del todo en la habitación. Había una escalera de madera que conducía directamente a la habitación donde Maharaj enseñaba. Cuando la cabeza de Wolter asomó sobre el escalón más alto, Maharaj pospuso su otro asunto y comenzó a reírse de él.

— ¡No estás iluminado! ¿Cómo te atreves a enseñar en Occidente, afirmando que estás iluminado?

En otra de mis visitas Wolter estaba por llegar y Maharaj se preguntaba cuándo iba a aparecer:

“¿Dónde está? Quiero gritarle de nuevo. ¿Cuándo va a llegar?”.

En esa visita en particular yo tuve que marcharme antes de que Wolter llegara, así que no sé la forma que tuvo ese sermón, pero sospecho que se trató de uno caliente, como de costumbre.

De cualquier manera, vamos a volver a Rudi. Cuando Maharaj anunció que venía un ‘jnani’, supuse que Rudi iba a obtener el “tratamiento Wolter”. Sin embargo, ante mi asombro, Maharaj le trató como el artículo genuino, cuando finalmente apareció arriba.

Después de pasar una buena parte de la mañana preguntando cuándo Rudi iba a aparecer, cuando por fin llegó Maharaj le preguntó por qué se había tomado la molestia de venir.

“Para presentarte mis respetos y darte las gracias por lo que has hecho por mí. Me voy a Canadá y vine a decir adiós”.

Maharaj no aceptó esta explicación: «Si has venido a esta habitación, alguna duda debe quedar en ti. Si estuvieras libre de dudas, no te molestarías en haber venido en absoluto. Nunca visito a otros maestros o Gurus, porque ya no tengo ninguna duda acerca de quién soy. No necesito ir a ninguna parte. Mucha gente viene a mí y me dice: “Deberías visitar a este o aquel profesor. Ellos son maravillosos”. Pero nunca voy porque no hay nada que yo necesite de nadie. Tú debes querer algo que no has conseguido o tienes alguna duda para venir aquí. ¿Por qué has venido?».

Rudi repitió su historia original y luego guardó silencio. Yo le miraba y él me parecía ser un hombre que se encontraba en un estado interno de éxtasis o dicha que era tan convincente, que le resultaba difícil incluso hablar. Yo todavía no estaba seguro de si Maharaj estaba aceptando o no sus credenciales, pero entonces la mujer que venía con él preguntó algo.

Maharaj respondió: “Pregúntale a tu amigo más tarde. Él es un jnani. Él te dará las respuestas correctas. Mantente en silencio esta mañana. Quiero hablar con él”.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de que realmente Maharaj aceptó que este hombre había realizado el Sí mismo. Entonces Rudi le pidió consejo a Maharaj sobre lo que debería hacer cuando regresara a Canadá. Yo pensé que esa era una pregunta perfectamente adecuada para que un discípulo la hiciera en una ocasión así, pero Maharaj parecía tener una gran objeción a la misma:

“¿Cómo puedes hacer una pregunta como esa si tú estás en el estado del Sí mismo? ¿No sabes que no tienes ninguna elección sobre lo que te gusta hacer o no hacer?”.

Rudi se mantuvo en silencio. Me dio la sensación de que Maharaj estaba tratando de provocarlo en una disputa o una discusión, y que Rudi se negaba a picar en el anzuelo.

En un momento dado Maharaj le preguntó: “¿Has sido testigo de tu propia muerte?”. Y Rudi respondió: “No”.

Maharaj se lanzó entonces a una mini-conferencia sobre cómo era necesario testificar la propia muerte de uno, en vista de que haya una plena realización del Sí mismo. Dijo que eso le había sucedido a él después de cuando él pensaba que había realizado plenamente el Ser, y no fue sino hasta después de esta experiencia de muerte que entendió que este proceso era necesario para la liberación final. Espero que alguien grabara ese diálogo en una cinta porque yo dependo de una memoria de veinticinco años desde aquello. Parece que es una parte crucial de la experiencia y las enseñanzas de Maharaj, pero nunca le oí mencionar esto en ninguna otra ocasión. Tampoco lo he encontrado en ninguno de sus libros.

Maharaj continuó hostigando a Rudi acerca de la necesidad de presenciar la muerte, pero Rudi guardó silencio y se limitó a sonreír beatíficamente. Se negó a defenderse, y se negó a ser provocado. De todos modos, no creo que él estuviera en condiciones para iniciar y sostener un argumento. Cualquier que fuese su estado, parecía estar absorbiendo toda su atención. Me dio la sensación de que le resultaba difícil incluso articular respuestas breves.

Por último, Rudi se dirigió a la pregunta y dijo: “¿Por qué te excitas por algo que no existe?”. Supuse que se refería a que la muerte era irreal, y por lo tanto, no valía la pena discutir por ella.

Maharaj se rió, aceptó la respuesta y dejó de intentar acosarlo.

¿Alguna vez has tenido un profesor como yo? —preguntó Maharaj, con una sonrisa.

— No —respondió Rudi—, ¿y has tenido alguna vez un discípulo como yo?

Los dos se rieron y el diálogo llegó a su fin. No tengo ni idea de lo que pasó con Rudi. Se fue y nunca he oído nada más sobre él. Como dicen al final de los cuentos de hadas, probablemente vivió feliz para siempre.

Harriet: Dices que Maharaj nunca visitó a otros maestros porque ya no tenía duda alguna. ¿Habló alguna vez de otros profesores y dijo lo que pensaba de ellos?

David: A él parecía gustarle J. Krishnamurti. Al parecer, lo había visto caminando por las calles de Bombay muchos años antes. No creo que Krishnamurti se fijara en él. Después, Maharaj siempre habló bien de Krishnamurti e incluso animaba a la gente a ir a verle. Un día Maharaj se tomó unas vacaciones y le dijo a todo el mundo que fuera a escuchar a Krishnamurti en su lugar. Eso, pienso yo, muestra un alto nivel de aprobación.

El maestro más famoso de la década de 1970 era Osho, o Rajneesh como se llamaba en aquellos días. Una vez escuché a Maharaj decir que respetaba el estado en que Rajneesh estaba, pero que no podía entender todas las instrucciones que les estaba dando a todos los miles de extranjeros que venían a la India para verle.

Aunque el tema sólo se tocó un par de veces mientras estuve allí, tuve la sensación de que le gustaba el maestro, pero no las enseñanzas. Cuando los seguidores extranjeros de Rajneesh se asomaban con sus batas arriba en la habitación, Maharaj generalmente les hacía pasar un mal rato. Yo vi cómo echaba a un buen número de ellos, y cómo gritaba a algunos de ellos antes incluso de que les hubiera dado tiempo de entrar en la habitación.

Escuché una historia de que también se encontró con UG Krishnamurti en Bombay. Te voy a contar la versión que oí y tú puedes sacar tus propias conclusiones al respecto. Esto me lo contó alguien que pasó mucho tiempo con UG en la década de 1970. Parece que Maurice Frydman conocía a UG y también sabía que él y Maharaj nunca se habían encontrado, y probablemente no sabían el uno del otro. Quería probar la teoría de que un jnani puede detectar a otro jnani, poniendo a ambos en una misma sala, con algunas otras personas alrededor de camuflaje. Organizó un acto e invitó a ambos a asistir. UG pasó un buen rato allí, pero Maharaj sólo vino unos minutos y en seguida se fue.

En cuanto Maharaj se fue, Maurice se acercó a UG y le dijo: “¿Has visto a ese anciano que estuvo unos pocos minutos? ¿Notaste algo especial? ¿Qué viste?”.

UG contestó: “Vi a un hombre, Maurice, pero lo importante es, ¿qué viste tú?”.

Al día siguiente, Maurice fue a ver a Maharaj y le preguntó: “¿Viste a aquel hombre que invité ayer?”. Le dio una breve descripción de cómo era y de dónde había estado situado.

Luego Maurice le preguntó: “¿Qué viste?”.

Maharaj respondió: “Vi a un hombre, Maurice, pero lo importante es, ¿qué viste tú?”.

Es una historia divertida y te la cuento tal como la escuché, pero debo decir que los relatos sobre los encuentros de UG con maestros famosos a veces no me suenan verdaderos. He oído y leído sus relatos sobre sus encuentros tanto con Ramana Maharshi como con Papaji, y en ambos casos a Bhagavan y Papaji se les describe haciendo y diciendo cosas que para mí están completamente fuera de lugar.

Cuando Maharaj le dijo a Rudi que no tenía ningún interés en visitar a otros maestros, esa fue una declaración muy cierta. Rechazó todas las invitaciones para ir a ver a otros Gurus. Mullarpattan, uno de los traductores, era un poco como un saltamontes, saltando de un Guru a otro en la década de 1970, y estaba siempre trayendo informes de nuevos maestros a Maharaj, pero nunca lo podía convencer para ir a verlos. Por eso, los informes sobre encuentros entre Maharaj y otros maestros no son comunes. Papaji terminó visitando a Maharaj y tuvimos una muy buena reunión con él. En su biografía da la impresión de que sólo fue allí una vez, pero he oído de la gente de Bombay que Papaji a menudo se llevaba a sus devotos allí. Él visitó a un buen número de maestros en la década de 1970, a menudo cuando acompañaba a los extranjeros que habían llegado a la India por primera vez. Eso era su versión de mostrarles los “lugares de interés”. Ellos nunca hacían preguntas, sino que simplemente se sentaban en silencio a ver lo que estaba pasando.

Harriet: ¿Cuál era la actitud de Maharaj hacia Ramana Maharshi y sus enseñanzas? ¿Alguna vez hablaste con él de las enseñanzas de Bhagavan?

David: Él tenía un enorme respeto tanto por su logro como por sus enseñanzas. Una vez me dijo que uno de los pocos pesares de su vida fue que nunca lo conoció en persona. Él vino al ashram a principios de la década de 1960 con un grupo de su devotos marathi. Estaban en un viaje de peregrinación por el sur de la India, y Ramanasramam fue uno de los lugares que él visitó.

En cuanto a las enseñanzas, él me dijo una vez: “Estoy de acuerdo con todo lo que Ramana Maharshi dijo, con la excepción de ese asunto de que el centro-corazón está en el lado derecho del pecho. Nunca he tenido esa experiencia yo mismo”.

Hablé con él de diversos aspectos de las enseñanzas de Bhagavan y sus respuestas siempre me resultaron muy esclarecedoras.

Una vez me preguntó: “¿Has entendido las enseñanzas de Ramana Maharshi?”.

Como yo sabía que lo que él quería decir era que si había experimentado realmente la verdad de ellas, respondí: “Cuanto más escucho a Maharaj, más comprendo lo que Bhagavan está tratando de decirme”.

Sentí que esto era cierto tanto a nivel teórico como experimental. Sus explicaciones ampliaron y profundizaron mi comprensión intelectual de las enseñanzas de Bhagavan; y su presencia también me permitió experimentar vislumbres de la verdad hacia la que apuntan.

Tengo que mencionar la visita de Ganesan aquí. V. Ganesan es el sobrino nieto de Ramana Maharshi, y en la década de 1970 era el director de facto de Ramanasramam. Actualmente es su hermano mayor Sundaram quien está a cargo. Ganesan vino a visitar a Maharaj por primera vez a finales de la década de 1970. Tan pronto como llegó, Maharaj se puso de pie y comenzó a recoger cojines. Hizo un gran montón de ellos e hizo que Ganesan se sentara en la parte superior de la pila de cojines. Luego, para sorpresa de todos, Maharaj despejó un espacio en el suelo e hizo una postración de cuerpo entero para él.

Cuando se levantó, le dijo a Ganesan: “Nunca tuve la oportunidad de postrarme ante tu tío abuelo Ramana Maharshi, así que estoy postrado ante ti en su lugar. Esta es mi postración a él”.

Harriet: ¡Es una historia extraordinaria! ¿Estabas allí aquel día?

David: Sí, yo estaba sentado a pocos metros de distancia. Pero lo verdaderamente extraordinario para mí fue lo que sucedió a continuación. Maharaj y Ganesan charlaron un rato, no puedo recordar sobre qué.

Entonces Maharaj le hizo un ofrecimiento sorprendente: “Si te quedas aquí conmigo durante dos semanas, te garantizo que saldrás de aquí en el mismo estado que tu tío abuelo Ramana Maharshi”.

Ganesan se fue ese día y no regresó. Yo no podía creer que él rechazara un ofrecimiento como ese. Si alguien de la estatura de Maharaj me hubiera hecho un ofrecimiento así a mí, me hubiera clavado de inmediato al suelo ante él. Nada habría podido inducirme a que me fuera antes de que el tiempo se hubiese agotado.

Cuando regresé a Ramanasramam le pregunté a Ganesan que por qué no se había quedado.

— No creí que fuera en serio —respondió—. Sólo pensé que estaba bromeando.

Fue durante esta visita cuando Maharaj le pidió a Ganesan que empezara a dar charlas en Ramanasramam. “He estado en Ramanasramam”, dijo, “y tenéis maravillosas instalaciones allí. Muchos peregrinos van, pero nadie les está dando enseñanzas. Es un lugar sagrado y santo, pero la gente lo está abandonando y viniendo aquí porque nadie está enseñando allí. ¿Por qué tienen que viajar miles de kilómetros para sentarse en esta habitación repleta de gente cuando tenéis un sitio tan bueno? Tienes que empezar a dar charlas allí. Tienes que empezar a explicar cuáles son las enseñanzas de Ramana Maharshi”.

Ganesan no estaba dispuesto a seguir ese consejo tampoco, o por lo menos no en aquel tiempo. Hay una fuerte tradición de que nadie está autorizado a enseñar en Ramanasramam. Ramana Maharshi sigue siendo el maestro allí y no se le permite a nadie sustituirlo. Esto no es sólo una cuestión de tener un nuevo Guru allí, sino que la dirección del ashram ni siquiera anima a nadie a explicar en público el significado de las enseñanzas de Ramana Maharshi. Ganesan no quería remover las cosas e incurrir en la ira de su familia y de los devotos que pudieran oponerse, por lo que se mantuvo en silencio. Es solamente en los últimos años cuando él ha comenzado a enseñar, pero lo está haciendo en su propia casa, en lugar de en el ashram en sí. El ashram es todavía en gran medida una zona libre de maestros.

Hablé con Ganesan recientemente acerca de Maharaj y me contó una bonita historia sobre una francesa a la que llevó allí:

«Cuando empecé a visitar a Maharaj algunos de los devotos de Bhagavan me criticaron por abandonar a Bhagavan para ir a otro Guru. Muchos de ellos parecían pensar que ir a ver a Maharaj indicaba que yo no tenía suficiente fe en Bhagavan y sus enseñanzas. Yo no lo veía de esa manera. He visitado a muchos grandes santos, y nunca sentí que estuviera abandonando a Bhagavan ni que fuese irrespetuoso con él por ir a estos viajes. Una mujer francesa, Edith Deri, era una de las mujeres que se quejó de esta manera. Estábamos en Bombay juntos y de alguna manera la convencí para que me acompañara en una visita a Maharaj. Ella vino de mala gana y parecía decidida a no disfrutar de la visita».

«Cuando llegamos, Maharaj le preguntó si tenía alguna pregunta. Ella dijo que no tenía ninguna».

«“¿Entonces por qué has venido a verme?”, preguntó él».

«“No tengo nada que decir”, respondió ella. “No quiero hablar mientras estoy aquí”».

«“Pero tienes que decir algo”, dijo Maharaj. “Habla de cualquier cosa que quieras. Sólo di algo”».

«“Si digo algo, a continuación darás alguna contestación, y entonces todos se pondrán a aplaudir porque has dado una respuesta tan maravillosa. No quiero darte la oportunidad de lucirte”».

«Fue una respuesta muy grosera, pero Maharaj no mostró ningún signo de molestia».

«En cambio, él respondió: “Al agua le trae sin cuidado si calma la sed o no”».

«Y luego repitió la frase, muy lentamente y con énfasis. Él se repetía a sí mismo con frecuencia de este modo, cuando tenía algo importante que decir».

«Edith me dijo más tarde que esta única frase destruyó por completo su escepticismo y su negatividad. Las palabras pararon su mente, volaron su determinación de ser una aguafiestas, y la puso en un estado de paz y silencio que perduró por mucho tiempo después de su visita».

Harriet: He leído en varias ocasiones que Ramana Maharshi prefería enseñar en silencio. Nunca tengo esa impresión con Nisargadatta Maharaj. ¿La gente nunca tenía la oportunidad de sentarse en silencio con él?

David: Durante los años en los que lo visité era posible meditar en su habitación temprano en la mañana. No recuerdo los tiempos exactos, pero creo que era por una hora y media. Maharaj estaría allí, pero él estaría llevando a cabo sus actividades habituales de la mañana. Él no haría nada en particular, estaría haciendo chapuzas, por ejemplo aparecería con sólo una toalla alrededor de su cintura cuando estaba a punto de tomar un baño; a veces se sentaba a leer un periódico. Nunca tuve la sensación de que estuviera haciendo un esfuerzo consciente para enseñar en silencio de la manera en que Ramana Maharshi miraba a las personas y les transmitía algún tipo de gracia. Sin embargo, él parecía estar al tanto de los estados mentales de todas las personas que estaban sentadas allí, y no con poca frecuencia se quejaba de ellos.

“Yo sé quién está meditando aquí y quién no”, anunció repentinamente una mañana, “y sé quién está haciendo contacto con su ser. Sólo una persona está haciendo eso en este momento. El resto de vosotros estáis todos perdiendo el tiempo”. Entonces continuaba con lo que estuviera haciendo.

Es cierto que muchos de los asistentes no iban allí a meditar. Ellos sólo lo veían como la oportunidad de estar con él en su casa. Podían estar sentados con las piernas cruzadas en su piso, pero la mayoría de las veces se asomaban a ver lo que estaba haciendo en vez de meditar.

Una mañana, se cansó de ser espiado de esta manera y explotó: “¿Por qué abarrotáis mi piso así? ¡No estáis meditando, estáis sólo estorbando! ¡Si queréis ir a sentaros a alguna parte, id a sentaros en el inodoro por una hora! Por lo menos allí haríais algo útil”.

Harriet: ¿Qué hay de los otros momentos del día, cuando estaba disponible para preguntarle? ¿Alguna vez se sentaba en silencio durante esos períodos?

David: Había dos períodos en los que era posible hacerle preguntas: uno hacia el final de la mañana y otro por la tarde. Había traductores disponibles en ambas sesiones. Él animaba a la gente a hablar durante estas sesiones, o al menos lo hacía cuando empecé a ir a verle. Más adelante, él utilizaría estas sesiones para dar largas charlas sobre la naturaleza de la conciencia. Él nunca se sentaba en silencio si nadie tenía nada que decir. Él solicitaba activamente las preguntas, pero si nadie quería hablar con él, empezaba a hablar consigo mismo.

Sólo tuve una oportunidad de sentarme con él en completo silencio y eso fue a principios del monzón de verano. Cuando el monzón rompe en Bombay, por lo general hacia el final de la primera semana de junio, hay lluvias muy fuertes que paralizan completamente la ciudad. Los drenajes pluviales generalmente quedan taponados, y durante un día o dos la gente va por ahí con el agua hasta las rodillas. Y no sólo el agua. El desbordamiento de las alcantarillas provoca que los animales que viven en ellas se ahoguen. Cualquiera lo suficientemente valiente como para ir a por una pala estaría vadeando a través de las aguas residuales, inundado de basura y de los cadáveres de los animales que se hubieran ahogado recientemente. El transporte público queda interrumpido, ya que en muchos lugares el nivel del agua es demasiado alto para que se pueda conducir.

Una tarde, dos de nosotros conseguimos abrirnos paso entre las aguas hasta la puerta de Maharaj. Los dos estábamos alojados en un albergue barato a unos 200 metros de distancia, así que no fue una gran caminata. Nos limpiamos la suciedad con agua de un grifo en la planta baja y nos dirigimos arriba a la habitación de Maharaj. Pareció muy sorprendido de vernos. Yo creo que él pensó que las inundaciones mantendrían a todo el mundo lejos. Él dijo en marathi que no habría sesión aquella tarde, porque ninguno de los traductores estaba allí disponible para poder hacerlo. Supongo que quería que nos fuéramos y volviéramos a casa, pero ambos fingimos que no entendíamos lo que estaba tratando de decirnos. Después de uno o dos intentos fallidos más, sin poder persuadirnos para que nos fuéramos, se dio por vencido y se sentó en una esquina de la habitación con un periódico delante de la cara de manera que no podíamos ni siquiera mirarle. No me importaba. Yo estaba feliz de estar sentado en la misma habitación que él. Yo me senté en absoluto silencio con él durante más de una hora y fue una de las más maravillosas experiencias que he tenido con él. Sentí que un intenso silencio, sólido como una roca, descendía sobre mí y se hacía más y más profundo a medida que pasaban los minutos. Era un resplandor de la conciencia que me llenaba tan completamente, que los pensamientos eran absolutamente imposibles. No te das cuenta de qué imposición monstruosa es la mente hasta que has vivido sin eso, completamente feliz, completamente en silencio y completamente sin esfuerzo durante un corto período de tiempo. Durante la mayor parte de este tiempo yo estaba mirando en dirección a Maharaj. A veces él pasaba la página y miraba en nuestra dirección, y cuando lo hacía parecía estar irritado por no habernos ido. Yo estaba sonriendo para mis adentros ante su molestia porque eso no me afectaba de ninguna manera. Yo no sentía timidez, ni vergüenza, ni la sensación de ser una imposición. Sólo estaba descansando satisfecho en mi propio ser.

Después de poco más de una hora de esto, él se levantó y nos echó a los dos fuera. Yo me postré y me fui. Más tarde, me pregunté por qué él no se sentaba en silencio con más frecuencia, ya que allí había claramente una muy poderosa energía de quietud viniendo de él cuando se quedaba en silencio. Ramana Maharshi dijo que hablar en realidad interrumpía el flujo de la energía silenciosa que estaba dando. A menudo me pregunto si ocurría lo mismo con Maharaj.

Harriet: ¿Y cuál fue tu conclusión?

David: Me di cuenta de que no era su naturaleza guardar silencio. Su método de enseñanza se orientó a hablar y debatir. Él se sentía más cómodo con ese procedimiento.

Harriet: ¿Puedes explicar eso un poco más?

David: Debo restringir lo que voy a decir al afirmar que la mayor parte de ello es sólo mi propia opinión, basada en la observación de cómo él trataba a las personas que acudían a verle. Esto no proviene de nada que le oyera decir a sí mismo.

Cuando la gente venía a verle por primera vez, él les animaría a hablar sobre sus antecedentes. Trataría de averiguar en qué camino espiritual te encuentras, y el motivo que te había traído hacia él. Enfrentados a las preguntas de sondeo de Maharaj, sus visitantes acabarían por tener que justificar su visión del mundo y sus prácticas espirituales. Este sería un nivel de la interacción. En un nivel más profundo y sutil, Maharaj estaría irradiando una energía, una sakti, que calmaba tu mente y te hacía consciente de lo que hay debajo de la mente y de todas sus ideas y conceptos. Ahora imagina estos dos procesos ocurriendo simultáneamente. Con su mente, el interrogador sólo ha construido y articulado una versión de su visión del mundo. Por debajo, sin embargo, él siente el tirón de su estado de ser, el conocimiento de lo que es verdaderamente real, en oposición a las ideas que él meramente toma por reales. La energía de Maharaj estaría aumentando la conciencia de ese sustrato todo el tiempo. En algún momento el preguntador sería extremadamente consciente de lo que parecen ser dos realidades que compiten: la estructura conceptual que él acaba de esbozar, y la experiencia real que subyace. Había una cierta mirada que aparecía en algunas de las caras de la gente cuando esto les sucedía: una especie de mirada indecisa del estilo de: “¿En qué dirección debo ir?”. A veces el preguntador se daría cuenta de inmediato de que todas sus ideas y creencias eran sólo conceptos. Los soltaría y en su lugar descansaría en el estado de ser. Esto, para mí, era la esencia de la técnica de enseñanza de Maharaj. No intentaría convencerte mediante argumentos. En vez de eso, él haría que argumentaras tú mismo en una posición que tú sintieses que fuera la verdad, y entonces él socavaría esa posición dándote  una muestra del sustrato que subyace a todos los conceptos. Si estabas preparado para eso, soltarías tu apego a los conceptos y descansarías en lo que hay debajo de ellos. Si no es así, estarías cometiendo un error, al sumergirte más y más profundo en el campo de minas de la mente. Algunas personas lo consiguieron rápidamente. Otras, que estaban desesperadas por una estructura a la cual aferrarse, volverían una y otra vez con preguntas que estaban diseñadas solamente para refinar su comprensión de sus enseñanzas.

Hablar con los visitantes y discutir con ellos era una parte esencial de esta técnica. Para que funcione eficazmente, Maharaj requería que los visitantes hablaran de ellos y de su visión del mundo, porque necesitaba que vieran que todas estas ideas eran sólo conceptos sin ninguna realidad última. Él necesitaba que la gente mirara sus propios conceptos y comprendieran su inutilidad, y entonces los rechazara en favor de la experiencia directa.

Debo mencionar aquí las limitaciones que ponía sobre los tipos de preguntas que estaba dispuesto a responder. A veces le decía a la gente nueva: “No me interesa lo que has leído o escuchado. No estoy interesado en la información de segunda mano que has adquirido en alguna otra parte. Sólo estoy interesado en tu propia experiencia de ti mismo. Si tienes preguntas sobre eso, puedes preguntarme”.

Más tarde, después de que hubieses tenido tus diálogos iniciales con él, él ponía una condición aún más estricta para las preguntas: “No estoy interesado en responder a las preguntas que presuponen la existencia de una persona individual que habita un cuerpo. No acepto la existencia de dicha entidad, por lo que para mí tales preguntas son totalmente hipotéticas”.

Esta segunda restricción era una auténtica ‘aniquiladora de conversaciones’. No se podía decir, “¿cómo puedo alcanzar la iluminación?” o “¿qué hago?”, porque todas estas preguntas presuponen la existencia de un “yo”, el supuesto que Maharaj siempre solía rechazar.

Todavía tengo recuerdos vívidos de él escuchando cómo los traductores explicaban en marathi lo que algún interrogador había dicho. Tan pronto como entendía el quid de la cuestión, la cara de Maharaj mostraba a veces el ceño fruncido. Él apretaba el puño, golpeando en el suelo mientras gritaba: “¡Kalpana! ¡Kalpana!” que significa “¡Concepto! ¡Concepto!”. A veces esa era la única respuesta que los interrogadores conseguían. Maharaj no estaba en absoluto interesado en masajear los conceptos del visitante. Él quería personas para que caigan, no para discutir con ellas.

Cuando esta segunda restricción efectivamente impedía la mayor parte de las preguntas que a la gente le gusta hacer a los Gurus, Maharaj rellenaba el vacío dando charlas sobre la naturaleza de la conciencia. Día tras día continuaba con el mismo tema, a menudo usando las mismas analogías. Él explicaba cómo se origina, cómo se manifiesta y cómo se hunde. En retrospectiva, creo que él estaba haciendo lo que los antiguos sabios de la India hacían cuando le decían a sus discípulos: “Tú eres Brahman”. Cuando un jnani que está establecido en Brahman como Brahman dice a un discípulo: “Tú eres Brahman”, no sólo le transmite un pedazo de información. Hay un poder y una autoridad en las palabras que, en ciertos casos, hace que el oyente se transforme y experimente Brahman al oír las palabras. Este es un poder y una autoridad que sólo los jnanis tienen. Otras personas pueden decir: “Tú eres la conciencia”, “Tú eres Brahman”, repitiéndolo sin fin, pero estas serán sólo piezas de información que puedes almacenar en tu mente. Cuando un jnani te dice esto, la plena autoridad de su estado, con toda la fuerza que se encuentra detrás de él, se transmiten en el comunicado. Si aceptas la entrega de dicha información en el corazón, en la conciencia, entonces experimentas ese estado por ti mismo. Si aceptas la entrega en tu mente, tú sólo lo almacenas ahí como una pieza interesante de información.

Cuando Maharaj te dice sin cesar: “Tú eres la conciencia”, si tú recibes esa información en completo silencio interior, se activa un conocimiento de la conciencia hasta tal punto que sientes: “Él no me está diciendo algo solamente, sino que en realidad está describiendo lo que soy, ahora mismo en este momento”.

Harriet: ¿Te sucedió eso a ti alguna vez?

David: Sí, y creo que es a esto a lo que se refería cuando hablaba acerca de “obtener el conocimiento”. No es un conocimiento intelectual de lo que él hablaba, y no era la realización del Ser tampoco. Era un estado en el que los conceptos se disolvían temporalmente dejando una simple conciencia del ser que subyace a ellos. Mientras duraban, estos estados eran muy útiles; te daban la convicción y la experiencia directa de que había algo real y duradero que existe tanto si la mente está ahí como si no.

Harriet: Todo esto es muy interesante, pero tal como has dicho, en gran parte se trata de tus propias conjeturas personales. ¿Alguna vez Maharaj mismo confirmó que esto es lo que estaba haciendo, o tratando de hacer, con la gente que venía a él?

David: No directamente. Él nunca explicó ni analizó sus métodos de enseñanza, o no mientras yo estaba allí. La mayoría de lo que acabo de decir viene de mi propia experiencia y mi propia interpretación de lo que vi pasando allí. Otras personas pueden tener otras teorías para explicar lo que estaba pasando. Sin embargo, los hechos en cuestión son indiscutibles. La gente venía a Maharaj, mantenía conversaciones o discusiones con él, y en algún momento abandonaban su colección de ideas, ya que habían sido convencidos de que una experiencia directa invalidaba todas sus arraigadas queridas nociones que habían acumulado.

Déjame contarte sobre una conversación que tuve con él, ya que da una buena evidencia circunstancial de lo que he estado tratando de explicar. En primer lugar, debo mencionar que a veces solía discutir con Maharaj simplemente porque sabía que le gustaba que la gente discutiera con él. Parecía que le gustaba el tira y afloja del debate, y si nadie tenía nada que decir o preguntar, yo recogía la pelota y comenzaba una discusión con él.

No puedo recordar con exactitud lo que hablamos ese día en particular, pero sí recuerdo que hablamos durante unos cinco minutos, durante los cuales estuve señalando ostensiblemente hacia lo que afirmé que eran contradicciones en sus enseñanzas. Él, por su parte, hacía todo lo posible para convencerme de que no había contradicciones involucradas. Todo transcurrió con muy buen humor y creo que él sabía que sólo estaba disputando con él porque, en primer lugar, a él le gustaba tanto hablar y discutir sobre temas espirituales y, en segundo lugar, porque nadie más tenía preguntas urgentes que hacer. Después de unos cinco minutos, sin embargo, él decidió llevar la discusión a su fin.

“No creo que realmente entiendas el propósito de mis diálogos aquí. Yo no digo las cosas simplemente para convencer a la gente de que son verdaderas. No estoy hablando sobre estos asuntos para que la gente pueda construir una filosofía que pueda ser racionalmente defendida, y que esté libre de todas las contradicciones. Cuando pronuncio mis palabras, no estoy hablando a tu mente en absoluto. Estoy dirigiendo mis palabras directamente a la conciencia. Estoy plantando mis palabras en tu conciencia. Si perturbas el proceso de la plantación al discutir sobre el significado de las palabras, no echarán raíces ahí. Una vez que mis palabras se han plantado en la conciencia, van a brotar, van a crecer, y en el momento oportuno darán fruto. Esto no tiene nada que ver contigo. Todo esto sucederá por sí mismo. Mientras tanto, si piensas demasiado en las palabras o discutes su significado, se pospondrá el momento de su realización”.

Todo esto lo dijo en un tono muy cordial. Sin embargo, en este punto, se puso muy, muy serio. Con una mirada sobrecogedora me dijo con mucha firmeza: “¡Basta de charlas! ¡Cállate y deja que las palabras hagan su trabajo!”.

Fin de la conversación.

Siempre recuerdo este intercambio con felicidad y optimismo. Siento que he sido agraciado con su presencia y además he sido agraciado por las palabras de verdad que ha plantado dentro de mí. Creo que esas palabras estarán siempre conmigo y sé que en el momento apropiado ellas florecerán.

Harriet: ¿Has seguido sus instrucciones? ¿Has dejado de pensar acerca de las enseñanzas?

David: Hasta que apareciste hoy, realmente no había pensado en las enseñanzas desde hace años. Ni siquiera he leído muchos de los nuevos libros de diálogos que han salido sobre él. La respuesta que te mencioné hace unos minutos, “Cuanto más escucho a Maharaj, más comprendo lo que Bhagavan está tratando de decirme”, se encuentra en uno de los libros pero no me enteré hasta hace unos pocos años.

Mi ex esposa Vasanta estaba leyendo el libro y me dijo: “Hay aquí alguien de Ramanasramam. ¿Sabes quién es?”.

Ella leyó unas líneas y me di cuenta de que se trataba de mí. Yo solía leer ‘Yo Soy Eso’ de principio a fin una vez al año o así, pero ni siquiera lo sigo haciendo. A veces, cuando estaba en la biblioteca de Ramanasramam, tomaba ‘Yo Soy Eso’ y leía la secuencia que comienza el capítulo veintitrés. Es una bella descripción del estado del jnani que no me canso de leer. Aparte de eso, rara vez leo o pienso más en las enseñanzas.

Dicho esto, creo que sería correcto decir que tengo más que suficientes otros conceptos en mi cabeza que están todos actuando como herbicida para las palabras de verdad que Maharaj plantó dentro de mí. Sin embargo, tengo una gran fe en el irresistible poder de las palabras de Maharaj. Tarde o temprano van a dar sus frutos.

Harriet: Ramesh Balsekar solía decir: “El único esfuerzo efectivo es la apercepción inmediata de la realidad”. Algunas personas podrían interpretar que significa que si alguien no recibe la experiencia directa del gurú, —en este caso Maharaj, pues estoy hablando contigo—, entonces no va a conseguir nada en absoluto. ¿Estás seguro de que no estás meramente sufriendo de un caso de ilusiones?

David: Hay algo en lo que dices. Si pudieras mantener tu intelecto apagado cuando Maharaj hablaba, sus palabras y la autoridad detrás de ellas harían su trabajo. Cuando él hablaba, no estaba pidiéndote que participaras en el proceso en absoluto. ¿Cómo podía estar pidiendo que hagas nada cuando él sabía que no existes? Él no estaba pidiéndote que entendieras, y no estaba diciendo: “Haz esto y serás iluminado”. Él no se estaba dirigiendo a ti en absoluto. Él estaba dirigiendo sus palabras a la conciencia dentro de ti, en un intento de que tomaras conciencia de lo que realmente eres. Sin embargo, si sus palabras no producían resultados inmediatos, él sabía que podrían entregar los bienes en el futuro. Recuerda lo que pasó en su propio caso. Siddharameshwar le dijo que él era Brahman. Nisargadatta luchó con esto durante tres años, hasta que finalmente soltó sus dudas y se dio cuenta que eso era la verdad.

Hay un poder en las palabras de un jnani, y ese poder no se disipa dos segundos después de que el jnani las ha pronunciado. Ese poder persiste y continúa siendo eficaz; continúa haciendo su trabajo.

Harriet: ¿Corroboró esto el propio Maharaj?

David: Sí. No puedo recordar cómo surgió el tema, pero le oí decir: “Las palabras de los seres iluminados tienen un poder que las hace perdurar. Los grandes santos del pasado divulgaron sus enseñanzas, y esas enseñanzas han sobrevivido porque hay un poder inherente y autoridad en ellas. Otras personas pueden estar diciendo la misma cosa al mismo tiempo, pero las palabras de esas personas se han esfumado porque no había poder en ellas. Las palabras de los jnanis han perdurado porque tienen el poder y la autoridad del Ser detrás de ellas”.

Mencioné esta respuesta a Papaji cuando le estaba entrevistando hace algunos años. Él le dio su respaldo de todo corazón.

Harriet: Cuando dices que las palabras “han perdurado”, ¿significa eso que simplemente han perdurado en los libros, como citas recordadas, o tienen ellas todavía el poder de despertar a la gente, incluso siglos después de que fueron dichas? ¿No es necesaria la inmediata presencia del Guru para eso?

David: Creo que tendría que decir que un Guru humano vivo es necesario para todos excepto para los más maduros, para realizar el Ser. Sin embargo, una vez que has visto un verdadero Guru y has estado con él, su presencia está siempre contigo. Puedes sintonizar su presencia, su gracia y su poder de muchas maneras: a través de su foto, a través de pensar en él, y a través de la lectura de sus palabras.

Harriet: Una vez más, me siento obligada a preguntar: ¿Es ésta tu propia opinión o tienes algún apoyo de Maharaj que lo respalde?

David: Recuerdo una conversación que tuve con Maharaj en mi primera visita. No recuerdo cómo llegamos al tema, pero terminamos hablando del poder del Guru y de los diferentes canales a través de los cuales se manifiesta. Yo había estado profundamente impresionado y conmovido por ‘Yo Soy Eso’, y se lo dije.

Yo: Durante varios meses he estado leyendo ‘Yo Soy Eso’. A través de esas palabras sentí una conexión muy fuerte contigo y las enseñanzas. ¿Se puede tener una relación con un Guru con sólo leer sus palabras, o es necesario venir en persona a verlo?

Maharaj: Las palabras harán su trabajo dondequiera que las escuches o las leas. Puedes venir aquí y escucharlas en persona, o puedes leerlas en un libro. Si el maestro está iluminado, habrá un poder en ellas.

Yo: En mi caso particular, he leído las palabras de un Guru que seguía vivo, y esas palabras me obligaron a venir aquí y verte. Quizás tus palabras tuvieron un efecto tan fuerte porque todavía estás vivo y enseñando. Me puse en contacto con un maestro vivo, una presencia viva. ¿Qué pasaría en un caso hipotético de que alguien adquiriera ‘Yo Soy Eso’ dentro cincuenta años, y en un país a varios miles de kilómetros de distancia? Esa persona nunca tendrá la oportunidad de verte. ¿Esas palabras tendrán todavía el poder de transformar y despertar?

Maharaj: El tiempo y el espacio existen en tu mente, no en el Ser. Ahí no hay límite al poder del Ser. El poder del Ser está siempre presente, siempre trabajando, siempre el mismo. Lo que varía es la buena disposición y la voluntad de la gente a volver su atención a eso. Si alguien toma este libro a diez mil kilómetros de distancia dentro de mil años, esas palabras harán su trabajo si el lector está en el estado adecuado para escuchar y asimilar dichas palabras.

Él no llegó a decir que uno puede alcanzar la iluminación mediante la lectura de las palabras de un Guru muerto, pero fue bastante claro en que las palabras de un ser iluminado, incluso en forma de libro, estaban cargadas de un poder que las generaciones futuras podrían sintonizar. Yo creo que hice esta pregunta en particular debido a mi relación con Ramana Maharshi. Yo era la persona hipotética de la pregunta, que había descubierto las palabras de un gran pero fallecido Guru. Supongo que realmente quería saber si Ramana Maharshi podría ser el Guru para alguien como yo, que había nacido años después de su muerte. Maharaj realmente no respondió a esa pregunta por mí, pero hizo que me convenciera de que una parte considerable del poder y la autoridad del Guru se puede encontrar en sus enseñanzas registradas.

Con el tiempo, llegué a la conclusión de que un Guru humano vivo es realmente necesario para la gran mayoría de la gente, pero al mismo tiempo tengo una gran  respeto por el poder que reside en las palabras registradas de tales personas.

Harriet: ¿Fue grabado este diálogo en particular? Creo que eso sería muy importante para las muchas personas que como yo sólo descubrieron a Maharaj en los años posteriores a su fallecimiento.

David: Lo dudo. Fue una sesión muy tranquila por la tarde, y sólo unos pocos de nosotros estábamos allí. Nunca hubo grabaciones organizadas. Los que tenían una grabadora la traían muy a lo largo, y entonces hacían una grabación dondequiera que estuviesen sentados en la sala. En el último par de años varias personas estaban haciendo esto, pero cuando fui por primera vez, casi nadie lo hacía.

Harriet: Hablaste antes de “preparación” [o: “buena disposición”] y “voluntad de escuchar” como factores clave. ¿Habló Maharaj alguna vez de cómo o por qué algunas personas tuvieron la experiencia directa, mientras que la mayoría de la gente no?

David: Hablé con él una vez sobre esto. Fue en una de mis visitas posteriores. Había ido allí con un amigo mío, Cary McGraw, y descubrí que ese día era el cumpleaños de Cary. Cuando me lo dijo estábamos sentados en un café en Grant Road, en el intervalo entre el final de los bhajans y el inicio de la sesión matutina de preguntas y respuestas. Mientras el cuarto de Maharaj estaba siendo barrido y limpiado, todos teníamos que desaparecer durante media hora más o menos. La mayoría de nosotros íbamos a tomar un té o un café en Grant Road.

Le pregunté a Cary qué le gustaría como regalo de cumpleaños y me respondió: “Volver ahí y tener una buena discusión con Maharaj. Me encantaba escucharte cuando le acosabas sobre sus enseñanzas, pero hoy en día casi no abres la boca para nada. Vuelve allí y haz que se caliente sobre algún asunto. Ese será mi regalo de cumpleaños”.

Yo no sentía muchas ganas de preguntar nada, y sin duda no tenía ganas de embarcarme en un debate en toda regla. Creo que por aquella época Maharaj había subyugado por fin mis tendencias argumentativas; yo estaba muy contento de simplemente sentarme en la parte de atrás y escuchar lo que todos los demás tenían que decir.

Fuimos de nuevo, pero no tenía ni idea de qué hablar. Cuando todos estuvieron sentados, Cary me dio un codazo y de repente me encontré hablando de por qué algunas personas alcanzan la iluminación y otras no.

“Ramana Maharshi”, le dije, “se iluminó en unos pocos minutos. A ti te llevó tres años a partir del momento en que conociste a tu Guru hasta que realizaste el Ser. Otros lo intentan durante cincuenta años y no tienen éxito. ¿Por qué es así? ¿Las personas que lo intentan durante toda su vida y fracasan, están haciendo algo mal?”.

La mayoría de los maestros hindúes responderían a una pregunta como esta diciendo que algunas personas tenían más o menos terminado su trabajo en vidas anteriores y eran, por lo tanto, capaces de realizar el Ser muy rápido en esta vida. Esto no era una opción para Maharaj porque él se negaba rotundamente a aceptar que la reencarnación tuviese lugar en absoluto. Esto en sí era un poco extraño para mí porque, en el período en el que solía visitarle, la sobrecubierta de ‘Yo Soy Eso’ reproducía un diálogo con él, en el que explicaba con bastante detalle cómo se llevaba a cabo la reencarnación. Sin embargo, en la época en la que yo le visitaba, ni una sola vez le oí aceptar la validez de la reencarnación, y en cambio él decía con frecuencia que eso no sucedía. Mi pregunta realmente era: “Si se descarta la teoría de la reencarnación, lo cual pareces hacer, ¿cómo puede alguien como Ramana Maharshi alcanzar la iluminación sin ningún deseo por ella, sin esfuerzo y sin práctica, mientras que todos los demás se esfuerzan sin éxito durante décadas y no lo logran?”.

“Es la química”, anunció Maharaj. “Algunas personas han nacido con una química pura y otras no. Las personas con una química pura alcanzan la iluminación, y las que tienen una química impura no lo hacen”.

“La química”, era una de las analogías o metáforas idiosincráticas de Maharaj. Yo creo que se deriva de la química en un rollo de película. Todos disponemos de una ‘química’ en el momento de la concepción, dijo Maharaj, y eso es nuestro destino para esta vida. En cierto sentido, es como un rollo de película, un guión que se nos ha dado para esta vida. El hinduismo tradicional enseña que tenemos prarabdha karma, un destino inmutable para esta vida, que es el resultado inevitable de las acciones que han sido llevadas a cabo en vidas anteriores. Maharaj no podía incorporar las actividades de vidas pasadas en la teoría de la ‘química’, pero él tenía una selección alternativa de factores que ofrecer.

No recuerdo si fue en esta conversación en particular o en algún otro día, pero recuerdo preguntarle acerca de los componentes de ‘la química’. Respondió que era una combinación de una amplia variedad de factores: los genes de los padres, las configuraciones astrológicas en el momento de la concepción, el futuro ambiente en el que uno iba a ser criado —estos fueron sólo algunos que él mencionó. Todos ellos se unían en un momento determinado y se emitían a un cuerpo, o mejor dicho, a un embrión, con su destino designado.

“Todo esto es muy determinista”, dije. “Si la pureza de la química determina si se alcanza o no la iluminación, entonces ¿por qué siquiera preocuparse de ella? ¿Cuál es el punto de tratar o no tratar, querer o no querer, si la pureza de la química ya ha decidido el asunto por nosotros por adelantado? En vez de esforzarnos, bien podríamos irnos todos a casa y quedarnos sentados”.

Maharaj respondió: “No, no está completamente determinado por adelantado. La gran mayoría de las personas en el mundo nacen con una química sucia. Nada de lo que ellas hagan o no hagan hará ninguna diferencia. La iluminación no es para ellas, y la mayoría de ellas ni siquiera se preocupan por estos asuntos. En el otro extremo del espectro habrá un muy pequeño número de seres muy puros que tomarán conciencia de su verdadera naturaleza sin ningún esfuerzo o inclinación”.

Él no lo dijo, pero supongo que habría puesto a Ramana Maharshi en esta categoría.

“Entre estos dos extremos —continuó Maharaj— hay un pequeño número de personas cuya química es ligeramente impura. Estas personas tienen una oportunidad de alcanzar la iluminación. Si son capaces de conocer un Guru que les pueda mostrar la verdad, y si su sinceridad y seriedad son lo suficientemente altas, pueden purificar su ligeramente sucia química y averiguar lo que realmente son. Es por eso por lo que todos nosotros estamos aquí hoy. Las personas que acuden a un maestro con una fuerte sed de libertad son los que tienen sólo unas pocas impurezas. Ellos son aquellos para quienes la liberación es posible”.

Harriet: ¿O sea que él pensaba que las personas que acudían a él eran ‘avanzadas’? Debe haber sido una mezcla de todo tipo de personas. No podrían haber sido todos candidatos a la liberación.

David: Sí, había una mezcla muy ecléctica de gente allí, desde curiosos hasta personas que habían viajado por medio mundo porque estaban desesperadamente sedientas por la liberación y pensaban que Maharaj podría ayudarlas. A veces me sentaba junto a un médico homeópata que vivía a pocas calles de distancia. Él no tenía el menor interés en la liberación y sólo veía a Maharaj como una buena fuente de entretenimiento.

“Este es el mejor espectáculo del barrio”, me dijo una vez. “Sólo vengo aquí porque me gusta ver cómo trata Maharaj a todas las personas que vienen. No creo ni una palabra de lo que dice, pero él monta un buen show”.

Este hombre, por cierto, me dijo que el lenguaje de Maharaj en el marathi original era en ocasiones muy crudo y vulgar. Me dijo que los traductores, que eran todos gente respetable de la clase media hindú, estaban probablemente demasiado avergonzados como para transmitir la fuerza de su vulgaridad. Al final de las sesiones él me llevaba aparte, afuera a la calle, y tenía un gran placer en hablarme de todas las diversas bromas sexuales e insinuaciones que los traductores habían omitido contarnos. Creo que el entretenimiento de este médico incluía observar a sus vecinos retorcerse al escuchar las declaraciones más escandalosas de Maharaj.

Maharaj determinaba hasta cierto punto la clase de gente que era probable que viniera y se quedara, al establecer el programa de lo que él estaba dispuesto a hablar y de lo que no. Él no estaba interesado en lo que él llamó “lecciones de kindergarten”. Eso significaba que por lo general se negaba a hablar de muchos de los principios del hinduismo tradicional: adoración ritual, el karma y la reencarnación, las prácticas comunes, tales como japa, cosas como esas. Una gran proporción de los extranjeros que estaban allí habían llegado porque habían leído ‘Yo Soy Eso’. Querían hablar de la liberación, no de las prácticas tradicionales hindúes ni tradiciones, y Maharaj estaba feliz de complacerlos. Las personas que querían hablar de otras cosas en seguida se marchaban en busca de un lugar más adecuado para sus inclinaciones e intereses. Algunos, sin embargo, llegaron con sus ideas tradicionales y creencias y cayeron bajo el hechizo de Maharaj y sus enseñanzas radicales, pero pienso que estas personas eran una minoría.

Recuerdo a Mullarpattan decirnos un día: “yo era un devoto tradicional de Ram [Rama] cuando llegué por primera vez aquí. Pensé que si pudiera tener una visión de Ram, sería seguro poder reunirme con él en Vaikunta [reino celestial de Ram] cuando yo muriera. El primer día que llegué, Maharaj me dijo que Vaikunta no existe. Me quedé muy sorprendido al escuchar a un Guru hablar así, pero me sentía atraído por él y me quedé. Poco tiempo después abandoné todas mis ideas acerca de los dioses y sus cielos”.

Algunas otras de las personas locales estaban muy interesadas en las intransigentes enseñanzas de Maharaj sobre la liberación, pero durante el tiempo que estuve allí, los extranjeros en general superaban en número a los locales por tres a uno en la sesión de preguntas y respuestas de la mañana. Esto podría ser porque muchos de los devotos de Bombay tenían que salir a trabajar, pero incluso los fines de semana y días de fiesta, los extranjeros siempre superaban en número a los indios.

Había una sesión separada de la tarde que se realizaba en marathi. Nosotros nunca estábamos invitados a esa, debido a que no había suficiente espacio para todos, por lo que no tengo ni idea de lo que pasaba en esas sesiones.

Harriet: ¿Tenías la sensación de que los extranjeros erais tratados de un modo un poco diferente de la población local?

David: Debería decir sólo que teníamos diferentes actitudes, diferentes procedencias y, en la mayor parte, diferentes aspiraciones. Cuando hablábamos con Maharaj, sus respuestas reflejaban estas diferencias.

Una mañana llegaron un par de indios nuevos y preguntaron a Maharaj en inglés una serie de preguntas sobre cómo vivir una vida espiritual individual, mientras estaban en medio de todas sus responsabilidades familiares y laborales. Esta es una pregunta estándar en la India y cualquiera que esté desempeñando el papel de Guru debe tener una respuesta estándar a la misma. Maharaj trató con ellos con mucha educación y respeto, y habló con ellos durante unos quince minutos. Al final de ese período, les pidió que se fueran. Esto era un poco inusual. Por lo general, cuando un interlocutor había terminado de hablar con Maharaj, volvía a sentarse y escuchaba lo que los demás tenían que decir.

En esta ocasión Maharaj los vio desaparecer escalera abajo. Él esperó unos diez segundos más antes de estallar en una risa encantada.

Dándose una palmada en el muslo, dijo: “¡Ese es el tipo de conversación aburrida que solía tener cada día antes de que vosotros los extranjeros vinierais por aquí!”.

Creo que le gustaba hablar con la gente que no se acercaba a hablar de toda su familia o sus problemas de trabajo. Él también sabía que podía ser más irreverente y subido de tono con los extranjeros, lo cual era algo que disfrutaba.

Harriet: ¿Puedes darme un ejemplo?

David: Una mañana miró a su alrededor y se dio cuenta que no había gente local allí en absoluto, excepto el traductor.

Una mirada traviesa apareció en su rostro y dijo: “Hay tres cosas que son absolutamente necesarias para la vida humana: comida, oxígeno y sexo”.

Todos nos animamos. Esto era algo diferente de la habitual conferencia sobre conciencia. Esperamos que continuara, para desarrollar su tema y explicar con más detalle, pero se negó a explicarse más pormenorizadamente.

En cambio, dijo: “¡Vamos! Que alguien dispute esa declaración. Es muy controvertida. Que alguien esté en desacuerdo conmigo”.

Parecía que quería empezar una discusión, pero no estaba claro sobre qué.

Como nadie parecía interesado en disputar su declaración, di un paso al frente para ser el chivo expiatorio:

“Si no respiras durante unos minutos, te mueres”, comencé. “Si no comes durante unas cuantas semanas, te mueres. Pero nunca he oído hablar de que nadie se muera por no tener relaciones sexuales. ¿Cómo puedes decir que eso es esencial para la existencia humana?”.

Maharaj se negó a explicarse. En su lugar, simplemente se repitió a sí mismo:

“Hay tres cosas que son absolutamente necesarias para la vida humana: alimento, oxígeno y sexo”.

No podía ver a dónde estaba él llevando la conversación, o dónde quería que me fuera con él.

“¿Estás diciendo que todos deberíamos tener sexo, porque si no lo hacemos moriremos?”.

Yo estaba tratando de provocarle para que revelara por qué había sacado de repente este tema a la palestra.

«No, no estoy diciendo eso en absoluto. Simplemente estoy diciendo: “Tres cosas son absolutamente necesarias para la vida humana: alimento, oxígeno y sexo”».

Probé un par de aproximaciones más, pero no conseguí llegar a ninguna parte y nadie más en la habitación parecía dispuesto a arrimar el hombro y ayudar. Él siguió repitiendo su declaración original. Después de unos minutos oyó pasos en la escalera. Él inmediatamente comenzó a hablar sobre la conciencia, y cuando los nuevos visitantes, un grupo de la población local, entraron en la habitación, él ya estaba bien metido en sus explicaciones estándar. Obviamente él no se sentía cómodo hablando de sexo delante de sus devotos marathi. Nunca llegué a saber cuál era el punto de su declaración, porque él nunca sacó el tema de nuevo.

Harriet: Por lo que dices me da la sensación de que Maharaj tenía un gran respeto por los extranjeros que venían, porque venían en busca de la verdad acerca de sí mismos, y no por algún paliativo, una práctica o una creencia que los mantuviera felices durante un tiempo.

David: En cierto sentido, sí. Yo le oí decir un par de veces que respetaba el hecho de que todos nosotros habíamos abandonado nuestra vida en occidente para llegar a la India en busca de la liberación, pero eso no significa que en la práctica nos tratara con respeto. A todos nos gritó en varias ocasiones, y nos riñó de vez en cuando debido a las cosas que hicimos o dijimos. Todos estábamos un poco temerosos de él porque nunca sabíamos cuándo podría suceder la siguiente erupción. Habíamos venido a expulsar las impurezas fuera de nosotros, de la misma manera que los limpiadores limpian la ropa aplastándola contra las rocas. Maharaj rompió nuestros egos, nuestras mentes y nuestros conceptos sobre la roca inamovible del Ser, porque sabía que en la mayoría de los casos esa era la única manera de ayudarnos.

Hace unos minutos te dije que Maharaj descartaba todas las teorías de la reencarnación, pero sí contó una historia que posiblemente indicaba que todos nosotros habíamos estado buscando a Dios en la India antes:

“Al final del Ramayana”, dijo, “todos los animales que habían ayudado a Ram [Rama] para ganar la guerra fueron recompensados. A los monos se les dijo que podían ir al cielo de los monos. Ahora bien, ¿qué es el cielo para un mono? Grandes cantidades de alimentos, un montón de peleas y sexo sin límites. Por eso, todos los monos renacieron como seres humanos en occidente en el siglo XX para experimentar su idea del ‘cielo’. Después de algún tiempo, sin embargo, todos ellos comenzaron a aburrirse de todo este exceso. Uno por uno, todos ellos empezaron a regresar a la India porque querían encontrar a Ram y estar con él otra vez”.

La segunda (y última) parte en que he dividido esta entrevista, podéis leerla en este link: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2013/11/recordando-nisargadatta-maharaj-parte-2.html
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