sábado, 10 de marzo de 2012

Dos anécdotas sorprendentes sobre la infancia de Bhagaván

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Copio el breve relato de dos anécdotas "sorprendentes" sobre la infancia de Bhagaván Sri Ramana Maharshi. Lo de "sorprendentes" es por seguir el adjetivo del propio relato, pues quizás no lo sean tanto pero sí son relatos curiosos para quien disfrute de cualquier aroma que tenga la más mínima relación con Ramana. Lo siguiente lo tomo del relato de N. R. Krishnamurti Áier (quien a su vez lo escuchó de Naraianasuami, tal como él mismo explica), que viene recogido en el libro «El Poder de la Presencia», volumen 1, de David Godman (páginas 185 y 186).

Naraianasuami, uno de los integrantes de dicho grupo [se refiere a los amigos de la infancia y otros devotos de Sri Ramana Maharshi, a quienes conoció en Madurai], me contó dos anécdotas sorprendentes sobre la infancia de Bhagaván. La primera trata sobre un juego más bien violento que les encantaba tanto a él como a sus amigos: se juntaban todos en casa de Bhagaván, en la habitación donde, años más tarde, experimentaría la muerte [el despertar o iluminación]; escogían esa habitación porque casi nunca se usaba ni solía entrar en ella nadie de la familia. El joven Ramana se encogía todo lo que podía y les pedía a los demás que lo cogieran y lo usaran como una pelota. Entonces, los demás se lo pasaban de uno a otro y, a veces, hasta se golpeaba contra el suelo cuando alguno de los jugadores no lo cogía bien. Lo sorprendente era que, a pesar de las múltiples caídas, nunca se hizo rasguño o marca alguna, y menos aún alguna lesión muscular u ósea.

La segunda historia debió de producirse en el intervalo de seis semanas desde que Bhagaván se iluminó hasta que se marchó a Arunáchala. Naraianasuami se dio cuenta de que su amigo se pasaba largas horas sentado en una pequeña habitación de la primera planta y, como pensaba que se trataba de algún tipo de meditación, le preguntó si él también podía aprender a quedarse sentado igual. Bhagaván le dijo que se sentara en el suelo con las piernas cruzadas y, entonces, le presionó el entrecejo con la punta de un lápiz. Un poco después, Naraianasuami perdió toda conciencia del cuerpo y del mundo, y quedó sumido en un trance que duró aproximadamente una hora. Al salir de ese trance, lo primero que vio fue la cara de Bhagaván con una enorme sonrisa. Aunque Naraianasuami intentó repetir esta experiencia por sí solo en varias ocasiones, nunca lo consiguió.
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