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Estoy leyendo un libro de Jeff Foster, Una ausencia muy presente, y algunas líneas que me han gustado las estoy copiando al blog.Primero dos citas que recoge Jeff Foster en dicho libro:
Entre el polo del amor,
que dice "yo lo soy todo"
y el de la sabiduría,
que insiste en que "no soy nada"
se mueve toda mi vida.
Nisargadatta Maharaj
No hay "modo" alguno de liberarse.
Si pregunta "cómo puede liberarse"
es que no está escuchando.
Jiddu Krishnamurti
Y a continuación todas las siguientes líneas, del mismo libro, son fragmentos que he entresacado de lo que va diciendo Jeff Foster aquí y allá a lo largo de las diversas páginas.
Es muy sencillo. Yo no quiero nada y todo lo que sucede me parece bien.
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¿Importa acaso, cuando estás viendo una película, lo que le ocurre al personaje?
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¿Qué quieres hacer con tu vida? Ésa es siempre una pregunta equivocada. Espera a ver lo que la vida hace.
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¡Qué condenadamente perfecto es todo cuando mueres y lo que ocurre deja de importar!
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Nada de esto debe ser entendido.
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Miras y descubres —¡Dios mío!— una silla que se ofrece y te sostiene incondicionalmente y sin pedirte nada a cambio. Es realmente extraordinario.
La silla no se pregunta quién eres. A la silla le da lo mismo quién creas ser. A la silla no le interesa lo que hayas hecho o dejado de hacer. No le preocupa lo que hayas logrado o dejado de lograr, lo que creas o dejes de creer. Le da lo mismo si eres un triunfador o un fracasado, o si has alcanzado o no tus objetivos. Le da lo mismo si crees estar iluminado o no estar iluminado. Le da lo mismo tu aspecto y el modo como estés vestido. Le da lo mismo si estás sano o enfermo, si eres budista, judío o cristiano, si eres joven o viejo, y si entiendes o dejas de entender. Lo único que la silla hace es ofrecerse de manera incondicional.
El mensaje es muy sencillo y lo transmite algo tan normal y corriente como una silla.
Y no sólo una silla, sino todas las cosas. Todas las cosas se ofrecen de manera incondicional.
El secreto es éste:
La vida, en realidad, no es tal. Es una ofrenda.
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Todo es gratuito. Las sensaciones corporales, los sonidos, el frescor de la brisa y hasta los pensamientos que, originándose en ningún lugar, acaban disolviéndose en ningún lugar. Ésa es la gracia. Ésa es la Unidad.
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No hay personas despiertas ni personas iluminadas... porque, en realidad, no hay personas.
Quienes afirman estar iluminados y quienes dicen «yo estoy despierto y tú no» o «yo veo esto y tú no», son personas que todavía creen en la separación. ¡Pero "yo estoy despierto y tú no" es una forma extrema de separación!
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En el mismo momento en que pienso o digo algo, sé que lo opuesto de lo que acabo de decir o de pensar también puede ser cierto. Entonces es cuando los opuestos dejan de oponerse y, en lugar de amenazarse, se complementan. Y entonces es también cuando uno puede empezar a jugar con los opuestos.
Las palabras dejan entonces de ser el enemigo y la vida se convierte en algo divertido.
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Esto está más allá de la existencia y de la no existencia. Está más allá del yo y del no-yo. Está más allá del sujeto y del objeto, del tiempo y del espacio, del pasado y del futuro. Todas las palabras están de más cuando lo más fascinante del mundo es tomarte una taza de té, percibir el canto de un pájaro o escuchar el ruido del tráfico.
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Cualquier intento de impedir el despliegue de la vida sólo conduce al agotamiento, la frustración y la desesperación. La vida resulta imposible de bloquear. La vida siempre prevalece. La vida acaba con todo intento de bloquearla y destroza todo lo que obstaculiza su camino. Es pura vitalidad, energía pura. Convendrá, puesto que la vida no puede ser bloqueada... no intentarlo siquiera.
La liberación es, en cierto modo, una especie de pérdida. La pérdida de todo lo que estaba de más, la pérdida de todas las tonterías. Entonces vemos con absoluta claridad lo que ya era pero que, en nuestra búsqueda de algo más, nos pasaba inadvertido.
Es una vida sin buscador. Es la muerte del buscador y el comienzo de otra cosa.
Cuando la búsqueda concluye, cuando vemos con absoluta claridad la futilidad de la búsqueda, esto —es decir, lo que es— resulta fascinante, porque es todo lo que queda. Cuando te despojas de todo, literalmente de todo, te quedas desnudo ante la vida, sin nada que la bloquee, completamente expuesto y completamente vulnerable. Pero es precisamente entonces cuando descubres la fortaleza que se deriva de la absoluta certeza de que ningún poder del mundo puede llegar jamás a rozarte. Entonces permaneces desnudo frente a la vida, te fundes con ella y todo acaba desapareciendo.
Y entonces te fundes también con lo que es. Y lo que es se convierte en tu compañero constante. Cuando te fundes con todo, jamás vuelves a sentirte solo.
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Dicho en pocas palabras, la búsqueda revela entonces su fracaso. La mente no consigue lo que quería. Siempre estuvo buscando algo, algo que obtener en el futuro, un futuro que, por cierto, jamás llegó.
La búsqueda fracasa, pero estaba condenada a fracasar porque se asentaba en la falsa premisa de que aquí había una persona que se sentía incompleta y quería acabar con la sensación de incompletud. Cuando, no obstante, advertimos que aquí no hay nadie, la búsqueda sencillamente concluye.
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Finalmente, sin embargo, todo se desvanece, incluida la esperanza y también, en consecuencia, la desesperanza. La desesperanza sólo es posible cuando uno está aferrado a la esperanza, a la esperanza de que exista algo más que esto. Pero cuando toda esperanza se desvanece, cuando realmente desaparece, no hay posible desesperanza. Entonces es cuando la esperanza y la desesperanza se disuelven y te quedas aquí, sentado en esta silla y diciéndote: «¡Espera un poco! ¡Esto no está tan mal! ¡Lo que está sucediendo no está tan mal! ¡De hecho es perfecto! Estoy sentado en una silla cómoda. Estoy respirando. Mi cuerpo está caliente. ¿Qué hay de malo en este momento?». Y entonces es cuando aparece la sorprendente revelación de que quizás todo haya estado siempre bien.
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La vida siempre ocurre aquí, pero nosotros estamos demasiado ocupados yéndonos a otro lado.
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El misterio no puede ser conocido. Nadie lo conoce.
Viene de ningún lugar y va a ningún lugar y, entre un momento y otro, hay un despliegue sorprendente. Nadie jugando a serlo todo. La Unidad jugando a estar separada. Jamás podremos descubrir el misterio y jamás podremos alcanzar el despertar, porque ya lo estamos viviendo, siempre estamos viviéndolo.
Pero, obviamente, no somos nosotros quienes lo vivimos, porque eso se vive a sí mismo. Eso despierta por la mañana, se cepilla los dientes y se va a trabajar. Eso lava los platos, pasea con los amigos, vuelve a casa y se mete en la cama. Eso es lo que lo hace todo.
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Y, cuando todo concluye, sólo queda la gratitud más profunda por todo lo que se nos ha regalado.
Jeff Foster
Posteé un apartado entero de dicho libro aquí: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2011/02/la-busqueda-del-hogar-jeff-foster.html
¡Saludos!
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Gracias por el comentario, Guzmán. Además el libro que mencionas al final es fácil de conseguir en Google, en formato PDF, como acabo de comprobar. Lo digo por si a alguien le interesa leerlo.
ResponderEliminarSaludos