domingo, 20 de febrero de 2011

Historia puránica del sabio Ribhu y su discípulo Nidagha

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Este relato es narrado por Ramana Maharshi durante la siguiente conversación:

Devoto: En lugar de indagar «¿quién soy yo?», ¿puedo hacerme a mí mismo la pregunta: «¿Quién sois Vos?», puesto que entonces mi mente puede fijarse en Vos, a quien considero Dios en forma de guru? Quizás estaría más cerca de la meta de mi búsqueda con esa indagación que preguntándome a mí mismo «¿quién soy yo?».

Maharshi: Sea cual sea la forma que adopte tu indagación, finalmente debes llegar al único yo, el Sí mismo.

Todas estas distinciones entre el «yo» y el «vos», el maestro y el discípulo, etc, no son más que un signo de la propia ignorancia. Sólo el Yo supremo es. Pensar de otro modo es engañarse a uno mismo.

Es particularmente instructiva a este respecto una historia puránica del sabio Ribhu y su discípulo Nidagha.

Aunque Ribhu enseñó a su discípulo la suprema Verdad del Brahman uno sin segundo, Nidagha, pese a su erudición y su entendimiento, no adquirió suficiente convicción para adoptar y seguir la vía del jnana, sino que se instaló en su ciudad natal para llevar una vida dedicada a la observancia de la religión ceremonial.

Pero el sabio amaba tan profundamente a su discípulo como éste veneraba a su maestro. A pesar de su edad, Ribhu solía ir a la ciudad a ver a su discípulo, sólo para comprobar hasta qué punto este último había dejado atrás su ritualismo. A veces el sabio iba disfrazado, para poder observar cómo actuaba Nidagha cuando no sabía que estaba siendo observado por su maestro.

En una de esas ocasiones, Ribhu, que se había disfrazado como un rústico aldeano, encontró a Nidagha observando atentamente una procesión real. Sin ser reconocido por Nidagha el ciudadano, el rústico aldeano preguntó a qué venía todo aquel bullicio, y se le respondió que el rey pasaba en procesión.

— ¡Ah! Es el rey. ¡Y va en la procesión! Pero ¿dónde está? —preguntó el rústico.

— Ahí, sobre el elefante —respondió Nidagha.

— Dices que el rey está sobre el elefante. Sí, ya veo a los dos —dijo el rústico—. Pero tú hablaste de «arriba» y de «abajo»: ¿qué significan?

— ¡¿Cómo?! —exclamó Nidagha—. Ves a los dos, pero ¿no sabes que el hombre que está arriba es el rey y que el animal que está abajo es el elefante? ¿De qué sirve hablar con un hombre como tú?

— Te ruego que no te impacientes con un ignorante como yo —imploró el rústico—. Pero tú hablaste de «arriba» y de «abajo»: ¿qué significan?

Nidagha ya no pudo aguantar más:

— Tú ves al rey y ves al elefante, a uno arriba y al otro abajo. ¿Y aún quieres saber qué se entiende por «arriba» y por «abajo»? —estalló Nidagha—. Si las cosas que ves y las palabras que oyes pueden comunicarte tan poco, sólo la acción puede enseñarte. Inclínate, que así lo comprenderás perfectamente.

El rústico hizo lo que se le dijo. Nidagha se subió sobre sus hombros y le dijo:

— Sábelo ahora. Yo estoy arriba como el rey, y tú estás abajo como el elefante. ¿Está lo suficientemente claro?

— No, todavía no —fue la tranquila respuesta del rústico—. Dices que tú estás arriba como el rey, y que yo estoy abajo como el elefante. El «rey», el «elefante», «arriba» y «abajo», hasta aquí está claro. Pero te ruego que me digas qué entiendes por «yo» y por «tú».

Cuando Nidagha se vio así subitamente confrontado con el tremendo problema de definir el «tú» como diferente del «yo», se hizo la luz en su mente. Al instante se postró de un salto a los pies de su maestro, diciendo: «¿Quién sino mi venerable maestro, Ribhu, podría haber apartado así mi mente de las superficialidades de la existencia física para guiarla hacia el verdadero ser del Sí mismo? ¡Oh, benigno maestro, suplico tus bendiciones!».


Por consiguiente, si tu meta es trascender aquí y ahora estas superficialidades de la existencia física mediante el Atma-vichara, ¿dónde está el margen para establecer las distinciones entre «tú» y «yo», que sólo pertenecen al cuerpo? Cuando vuelves la mente hacia dentro, buscando la fuente del pensamiento, ¿dónde está el «tú» y dónde el «yo»?

Debes buscar y ser el Sí mismo que lo incluye todo.


Texto extraído del libro "El Evangelio de Sri Ramana Maharshi", capítulo I del libro II.
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