domingo, 16 de mayo de 2010

Diálogos desenfadados (con Ramana Maharshi)

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Copio partes del capítulo "Diálogos desenfadados", del libro "Guru Ramana", de S. S. Cohen (reseña del libro, junto a la de otros tres libros sobre Ramana Maharshi, aquí: http://www.yogaenzaragoza.com/?id=144).

Algunas anécdotas o conversaciones curiosas con Bhagaván Sri Ramana Maharshi:

DIÁLOGOS DESENFADADOS

EL QUE SÓLO CREÍA EN UN DIOS IMPERSONAL

El Dr. H., que formaba parte de un pequeño grupo de americanos que vinieron en febrero de 1936 a pasar unas semanas en el áshram, le preguntó a Sri Maharshi si existía un Dios personal.

BHAGAVÁN: Sí, Íshvara.

Dr. H: (Sorprendido.) ¿Ah, sí? ¿Con ojos, nariz, orejas y todo?

BHAGAVÁN: Sí. Si tú tienes todo eso, ¿por qué no lo va a poder tener Dios?

C.: Cuando leo en la Cábala y en los Puranas que Dios tiene todas esas partes del cuerpo, me da la risa.

BHAGAVÁN: ¿Y no te da la risa al mirarte en el espejo y vértelas tú?

***

EL HOMBRE DE NEGOCIOS

Poco después, el Dr. H. regresó por su cuenta para pasar unos días en el áshram. Le habían hablado de lo sagrado que era el monte Arunáchala, de la cantidad de siddhas (santos con poderes psíquicos) sin cuerpo físico que habitan en él en el cuerpo astral y que, según dicen, a veces se les aparecen en forma física a algunas personas privilegiadas. La última noche, tal y como le confesaría más tarde a un amigo, se empecinó en pasarla en el monte esperando, en el fondo, encontrarse con uno de ellos. Pero como no estaba familiarizado con las dificultades del terreno durante la noche, seguía deambulando por el monte mucho después del amanecer.

Sri Bhagaván, que en aquellos días se ocupaba especialmente de los recién llegados, sobre todo si eran occidentales, lo echó en falta y, al ser informado de que lo habían visto subir al monte por la noche, envió inmediatamente en su busca a un grupo de devotos con lámparas de gas. Finalmente, encontraron al amigo americano y lo acompañaron hasta el áshram, a pie del monte.

Cuando entró en la sala, estaba agotado y con la ropa completamente mojada por la llovizna que había caído durante su caminata. En la sala sólo había una silla de caña, justo enfrente del sofá de Bhagaván, y ahí se sentó y empezó a relatar su aventura por el monte. Al acabar, miró a Bhagaván y le dijo con inocencia:

AMERICANO: ¡Ay, Maharshi! ¡Qué agradecido te estaré si me das la iluminación!

BHAGAVÁN: ¡Uy, uy!

AMERICANO: ¡En serio! Me harías tan feliz. Me voy mañana y siempre estaría pensando en ti.

BHAGAVÁN: (Se le escapó una risa cariñosa.) No te vas a marchar nunca.

AMERICANO: (Muy asustado porque se figuró que el Maharshi iba a servirse de siddhis para evitar que se marchara.) ¿Cómo? ¡Claro que me voy a marchar! Tengo cosas muy urgentes que hacer en Estados Unidos. Tengo preparado el pasaporte y reservado el pasaje. Lo tengo todo preparado para mi viaje de regreso. ¿Qué quieres decir con que no me voy a marchar?

BHAGAVÁN: (Se le escapa una risa.) No te vas a marchar porque nunca has venido. Lo único que se ha movido han sido el coche, el barco, el tren y todo eso, pero tú lo único que has hecho ha sido estar sentado hasta que apareciste aquí.

AMERICANO: (Dando un suspiro de alivio.) ¡Ah, bueno, a eso te refieres!

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EL FILÓSOFO

Abril de 1943

Un adolescente, sonrojado y con voz débil y temerosa, preguntó: «Suami, ¿conseguiré ver a Dios en esta vida?...».

BHAGAVÁN: (Con una sonrisa llena de cariño.) Primero dime quién es ese «yo» de tu pregunta. ¿Quién es, qué es y dónde está Dios, y qué es lo que quieres decir con «vida»?

El joven bajó la mirada y se calló. Entonces, desde el fondo de la sala, se acercó corriendo un hombre mayor, sacó un lápiz, escribió una pregunta en un trozo de papel y se la entregó al Maharshi. Al leerla, a Bhagaván se le dibujó una enorme sonrisa. Era una pregunta sobre el tiempo y el espacio.

BHAGAVÁN: ¿Puedo saber quién hace esta pregunta? ¿El espacio, tú mismo o el tiempo?

VISITANTE: Yo, por supuesto.

BHAGAVÁN: ¿Sabes quién es ese «yo»?

VISITANTE: (Después de pensárselo un poco.) Deje para los filósofos esa pregunta sobre el «yo» y responda a mi pregunta.

VOZ: ¿Cómo? ¿Es que el tiempo o el espacio le importan más a usted que usted mismo?

BHAGAVÁN: (Al ver que el visitante se había quedado perplejo.) Todas esas cuestiones son superfluas. Lo que siempre debes tener en mente es que no hay cuestión alguna que se pueda resolver sin el conocimiento del Ser. Cuando uno toma conciencia del Ser, todo está claro y quedan resueltos todos los problemas.

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EL ESCÉPTICO

2 de abril de 1937

Esta tarde ha venido a pasar unas pocas horas un periodista polaco muy atareado que quería que se le mostrara la Verdad de la forma más clara posible en ese corto espacio de tiempo.

POLACO: He leído en sus libros que cada cual debe descubrir la naturaleza de su propio «yo» para poder conocer la Verdad, que usted llama Ser. Desde el punto de vista de la biología, yo ya tengo mi propia respuesta para esa cuestión de la propia identidad, pero lo que quiero saber es quién es usted, que habla del Ser y, al parecer, lo ha experimentado. Si otra persona confirma su afirmación y, seguidamente, un millón de personas más, entonces existe la posibilidad de que el Ser exista.

BHAGAVÁN: ¿Es que usted no tiene un yo? ¿Se encuentra usted, entonces, en el terreno de las probabilidades, incluso en lo referente a su propio yo?

POLACO: Así es, uno no puede estar seguro de nada. Ni siquiera se puede probar la existencia de Dios con certeza absoluta.

BHAGAVÁN: Déjese de Dios por ahora. ¿Qué pasa con usted mismo?

POLACO: Quiero una confirmación del Ser.

BHAGAVÁN: ¿Quiere que los demás lo confirmen a usted mismo? ¿Cómo sabe usted que existen los demás?

POLACO: Por mis sentidos.

BHAGAVÁN: Ese «mis» implica el «yo», el cual es el dueño de los sentidos. Usted da por sentado que existe pero, al mismo tiempo, le pide a los demás que se lo demuestren. Asimismo, admite la realidad de sus sentidos, los cuales ven a los demás, pero niega toda realidad. ¿Ve usted cómo se contradice? Lo que sucede es que los demás no existen: no existe una persona que sea «usted». Cualquier persona, aunque se le llame «tú» o «usted», se considera «yo». Hasta la confirmación que usted anda pidiendo a los demás surge únicamente del «yo». El «vosotros» y el «ellos» sólo existen para el «yo», sin el cual no tienen ningún sentido.

POLACO: Si usted tiene razón, ¿qué pasa entonces con el progreso y la ciencia?

BHAGAVÁN: El progreso y la ciencia sólo tienen significado para la mente dotada de percepción. ¿Para quién va a existir el progreso cuando la mente está ausente como, por ejemplo, cuando uno está profundamente dormido y sin soñar o está desmayado? El objetivo de todo progreso y de toda ciencia, según admite usted, es la Verdad, la cual es Inteligencia Pura, el sustrato de la Conciencia de la que brota la mente pensante en la que ésta acaba, finalmente, diluyéndose cuando se alcanza eso que usted llama «Perfección» y a lo que la ciencia aspira. Eso es lo que nosotros llamamos «hacerse consciente del Ser», es decir, tomar conciencia del origen de la mente.


Más posts de este blog relacionados con Ramana Maharshi: http://jugandoalegremente.blogspot.com/search/label/Ramana%20Maharshi

¡Saludos!
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2 comentarios:

  1. Muy interesantes "anécdotas", gracias por compartir estos textos. Encuentro sugerentes (y por otra parte nada sorprendentes) paralelismos con las enseñanzas y actitud de Antonio Blay, otro Maestro del Despertar no tan conocido pero igualmente genuino. Gracias a todos los que nos señalan la Verdad para que al fin nos demos cuenta de que La Somos.

    Saludos.

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  2. Gracias a ti también Sheyimash, por Ser, por comentar, por resonar inmerso en el precioso SER que todos somos :-)

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