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ARIA
I
Moderato
Moderato
Sólo hay yo, incondicionado y vacío de cualquier atributo e identidad.
Pero el mero pensamiento del «yo» nos sumerge instantáneamente en la esclavitud.
La esclavitud carece de duración con independencia de la presencia del concepto del «yo» o, lo que es lo mismo, que su duración aparente coincide con dicho concepto.
No hay «yo», nunca lo ha habido y nunca lo habrá, porque la existencia de esa entidad es imposible.
No hay «otro», nunca lo ha habido y nunca lo habrá, porque la existencia de esa entidad también es imposible.
No hay necesidad alguna de leer libros, de cantar sutras, de recitar escrituras, ni de llevar a cabo mascarada alguna. No hay nada en absoluto sobre lo que debatir o argumentar, ni nada que explicar.
No existe nada que pueda ser enseñado o aprendido.
Todo ser vivo (sintiente) conoce eso, siendo totalmente libre para cobrar conciencia de ello y experimentarlo.
Aunque el resto es esclavitud, ése no es un pensamiento ilusorio que inhibe conceptualmente a la visión pura (no dual).
II
Forte
Forte
Cada acto voluntario de lectura, canto, escucha, discusión, argumentación, explicación, etcétera, refuerza inevitablemente los conceptos que alimentan a nuestra supuesta «esclavitud».
Ningún acto voluntario puede «liberarnos» de la «esclavitud», puesto que no existe entidad alguna que pueda alcanzar la liberación o permanecer esclavizada.
Todo lo que podemos hacer es cobrar conciencia de lo que ya sabemos y vivir con plena atención aquello que ya estamos viviendo.
El resto es apariencia o mero sueño fenoménico.
III
Fortissimo
Fortissimo
El infierno o diez mil infiernos —con todas sus fantasías basadas en las nociones del «yo» y el «otro» y en sus juicios recíprocos— es un combate de sombras entre el «tú» y el «yo» (si hablamos del «yo» como un objeto) que tiene lugar en la falsa mente.
Sólo yo puedo hablar, pero no digo lo que digo como si fuese un objeto.
Sólo yo puedo mirar, pero no veo lo que miro como si fuese un objeto.
Sólo yo puedo hacer algo, pero no hago lo que parece que es hecho por «mí».
No soy una entidad ni una no-entidad, sino la ausencia de no-entidad, la fuente de todas las acciones, pero no el ejecutor de ningún acto. Soy la fuente de todos los pensamientos, pero no soy el pensador de ninguno de ellos.
Una vez más: Yo soy, pero no hay yo ni tampoco hay «tú», «él», «ella», «eso» y, por supuesto, «nosotros» o «ellos».
Todo ser sintiente es un no-ser porque todo lo que son los seres también lo soy yo, puesto que tampoco soy.
Todo lo aquí expresado podría decirlo cualquier ser sintiente porque todo ser sintiente soy yo.
No hay nada más que añadir, nada en absoluto. Y eso ya es demasiado.
Wei Wu Wei
(Copiado de su libro "Secreto abierto")
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desde mi nocion erronea de yo te doy gracias por este texto.me dio luz me enseño a ver que mi yo es no yo
ResponderEliminarrodrigo
Gracias hermano por tu generosidad
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