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El maestro dijo: «Todo es Dios». Y el adepto, en cuanto lo oyó, entendió: «Dios es la única realidad». La Divinidad se halla en todas las cosas; intangible, sin sufrimiento. Todo en el mundo —sujeto u objeto— no es más que el velo de su maya*.... Percibió una especie de enorme y luminosa nube... libre de la fuerza de la gravedad. Totalmente absorto en sí mismo, se mantuvo en medio de la calzada cuando, de repente, apareció un elefante dirigiéndose hacia él. El conductor, sentado en la nuca del animal, empezó a gritarle: «¡Apártate! ¡Deja paso!». El adepto oyó y vio al elefante con toda claridad, a pesar de su éxtasis, pero no se apartó de su camino. Se dijo a sí mismo: «¿Por qué me he de apartar? Soy Dios y el elefante es Dios. ¿Acaso Dios ha de tener miedo de sí mismo?». Y sin miedo alguno avanzó hacia el animal... en el último momento, el elefante lo agarró con su trompa, apartándole y depositándole —no muy amablemente— sobre el polvo al borde de la calzada.
El adepto, completamente aplastado y cubierto de polvo, se dirigió hacia donde estaba su maestro y le relató el suceso. El guru le dijo:
—Tienes razón: eres Dios y el elefante es Dios, pero ¿por qué no hiciste caso a la voz de Dios que te hablaba desde lo alto, bajo la forma del conductor del elefante?
Parábola hindú
*Maya: Ilusión.
Esta parábola la he recogido del libro "El nirvana; aquí y ahora", de Josh Baran. En este libro se indica que la parábola ha sido tomada de la obra Wisdom of India, de Heinrich Zimmer.
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Gracias.
ResponderEliminarUna gran reflexión...
Todas las voces son Dios y hay que hacer caso a todas de lo contrario te pìerdes en el abismo.
Un abrazo.