La subjetividad ni se crea ni se destruye, sólo se desvela
Manuel de la Herrán Gascón
La muerte repentina, inesperada de un ser querido habitualmente nos deja en estado de shock. La vida monótona se muestra irreal, y sentimos algo transcendente hirviendo en nuestro interior. Resulta incomprensible poder existir y de pronto, dejar de hacerlo. Tenemos la fuerte sensación de que esa persona ha desaparecido, y al mismo tiempo, de que eso no es posible.
De hecho, ¿cómo puede desaparecer la subjetividad? Aquello que hace que "yo" sea "yo", aquello que me permite tener (o ser) un punto de vista, ¿cómo puede irse sin más? Y también: ¿cómo ha llegado hasta aquí?
Existen dos posibilidades que trataré de comunicar mediante metáforas. Una es que la subjetividad se crea y se destruye. La otra es que la subjetividad permanece tras la muerte. La primera parece intuitiva. La segunda, deseable. Como veremos, ambas son plausibles.
La subjetividad se crea y se destruye
En el primer caso, el más intuitivo, entendemos la subjetividad como una propiedad emergente que surge bajo ciertas condiciones y que desaparece en su ausencia. Como el fuego, que somos capaces de provocar mediante una chispa, combustible y oxígeno, y que apagamos agotando el oxígeno o el combustible.
Desde que lo entendemos mejor, el fuego ha perdido su carácter mágico ¿podremos avanzar de igual forma en el conocimiento del aspecto subjetivo de la existencia?
El caso es que no tenemos ni idea de cuáles son las condiciones que provocan la aparición de la subjetividad en los seres vivos. El cerebro mamífero es ciertamente complejo, pero también es complejo un computador, o la red de todos los computadores del mundo conectados entre sí mediante Internet, y no hay nada que nos haga pensar que esa red de ordenadores posea una subjetividad, un punto de vista, experimente sensaciones, placer o dolor. En cambio estamos completamente convencidos de que todos los mamíferos lo hacen, hasta el más pequeño ratoncillo.
La subjetividad ni se crea ni se destruye, sólo se desvela
Analicemos otra explicación de la subjetividad, no tan intuitiva, pero igualmente explicativa, o quizá más.
Imaginemos que tenemos un dibujo cubierto por una tela. El dibujo está ahi, pero no podemos verlo. Ahora hacemos un agujero en la tela, lo que nos permite ver únicamente una pequeña parte de la imagen total.
Bien, nuestra experiencia subjetiva (yo soy yo) podría ser como la visión proporcionada por este agujero en la tela. La imagen completa del cuadro existe, pero no nos damos cuenta hasta que hacemos un agujero. Nuestra vida comienza con este agujero, y curiosamente, lo que hace que tengamos este punto de vista no es la existencia de algo, sino la ausencia de algo (el agujero). Ahora bien, solo somos conscientes de la pequeña parte de la imagen total que el agujero nos permite ver.
Las expresiones místicas relativas a la Realidad, en todo tipo de corrientes, se explican mediante metáforas muy similares a ésta de la tela con el agujero. Nuestra vida comienza cuando se hace el agujero, y finaliza cuando desaparece el agujero. Pero aunque nos identificamos con el agujero, la identificación es falsa: El agujero es lo que nos permite ver parte de la imagen del cuadro, pero no somos el agujero, ni la pequeña parte que el agujero muestra, sino la imagen completa del cuadro, la cual es mucho mayor que la pequeña parte a la que podemos acceder.
Cada uno de nosotros, identificado (erróneamente) con su visión-agujero en la tela, sólo participa conscientemente de una parte de la subjetividad total, aquella que corresponde con su pequeña parte de la imagen total del cuadro. A unos les tocará una parte bonita del cuadro, a otros otra no tan bella. Pero la única subjetividad (imagen) real será la del cuadro completo.
Si desplazásemos la tela con su agujero por distintas zonas del cuadro, nuestro agujero (nuestro "yo") experimentaría distintas realidades. Sería como meterse dentro del cuerpo de otros y experimentar sus sensaciones y sus recuerdos. Precisamente, si nuestra subjetividad (pero no nuestra memoria) fuese trasladada a otro cuerpo, no experimentaríamos nada raro.
Si el tiempo se detuviera para continuar "después", o si todas las dimensiones del Universo se extendieran o contrajeran uniformemente, sería complicado darse cuenta de lo que está pasando. O también: si dispusiéramos de una anestesia que no eliminase el dolor, sino el recuerdo del dolor, el resultado sería el mismo. No tendríamos forma de comprobarlo.
Por su propia naturaleza, nuestra subjetividad, cualquier subjetividad, es independiente de las experiencias o recuerdos, y podría estar perfectamente "saltando" de unos cuerpos a otros sin notar nada especial. Ya que es indistinguible una subjetividad de otra, puede ser más adecuado identificarlas como una misma cosa.
El hablar de una subjetividad que salta de unos cuerpos a otros es una forma de explicar un caso más sencillo: que la subjetividad es la misma, es única. Es decir, que yo, tu, todos, somos un único ser, gigantesco, que experimenta y siente lo que sienten cada uno de todos los seres sintientes. Por tanto mi Yo-real (grande) siente lo que siente mi yo-pequeño, lo mismo que siente aquello que sientes tu, aquel, etc. Lo que ocurre es que el yo-pequeño no lo recuerda, porque observa la realidad (a sí mismo) a través del agujero de la tela.
En esta interpretación de la subjetividad única, es literal el hecho de que el bien que hacemos a otros, nos lo hacemos a nosotros mismos.
En resumen, la existencia de una única subjetividad de la que participan todos los seres vivos sensibles, me parece una hipótesis más coherente y más explicativa, aunque menos intuitiva, que la hipótesis de subjetividades independientes. Además coincide con las descripciones de las experiencias místicas.
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