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Copio del libro "Vedanta Advaita: Una introducción" (autor: Arvind Sharma) un fragmento que relata una experiencia de Swami Vivekananda (llamado en esa época Narendra o Narendranath, Naren, etc), señalando en color rojo algunas partes que podemos relacionar con el tema de la ilusoriedad del dolor, tema tratado en el post "El dolor es una ilusión". Así vamos coleccionando retazos de referencias relacionadas, a medida que surjan.De las páginas 146-149 del libro citado (Vedanta Advaita):
El primero de ellos procede de la vida de Swami Vivekananda (1863-1902), conocido, antes de convertirse en monje, con el nombre de Narendra Nath Dutt o Naren, que, finalmente, conoció a Sri Ramakrsna Paramahamsa (1836-1886) y se convirtió en su discípulo. La importancia del siguiente incidente espiritual ocurrido entre ambos no pasará inadvertida para los estudiantes del Vedanta Advaita:
Un buen día, el Maestro (Ramakrishna) habló a Narendranath (Vivekananda) de muchas cosas relacionadas, según el sistema filosófico de la no dualidad, con la unidad entre Jiva y Brahman. Pero, por más que escuchó aquellas palabras con suma atención, fue incapaz de entenderlas. Cuando el Maestro acabó de hablar, Narendra fue a ver a Hazra. Departiendo amablemente de todas estas cosas con Hazra, dijo, mientras fumaban: «¿Cómo puede ser que esta jarra sea Dios, que esta taza sea Dios y que todo lo que veamos e incluso nosotros seamos Dios?». Shri Hazra coincidió con Narendra en que la idea era ridícula y ambos rompieron a reír. El Maestro todavía se hallaba, en ese momento, en un estado semiconsciente y, al escuchar la risa de Narendra, salió de su habitación y, llevando como un niño la ropa bajo del brazo, se acercó a ellos sonriendo y les preguntó amablemente: «¿De qué estáis hablando?». Entonces tocó a Narendra y este entró en samadhi.
«El efecto del maravilloso toque del Maestro —contó Narendra posteriormente— revolucionó por completo mi estado mental. Estupefacto, vi entonces que no había nada en todo el universo salvo Dios. Lo vi muy claramente, pero guardé silencio porque ignoraba cuánto podía durar ese estado. La embriaguez, no obstante, permaneció todo el día. Cuando volví a casa, seguía viendo lo mismo y me parecía que todo lo que veía era Él. Me senté a comer y veía que todas las cosas —la comida, el plato, la persona que me servía y aun yo mismo— no éramos sino Él. Tomé uno o dos bocados y permanecí en completo silencio hasta que las palabras cariñosas de mi madre me preguntaron por qué estaba sentado inmóvil y pidiéndome que acabase mi comida, me devolvieron a la conciencia y seguí comiendo. Pero, mientras comía, bebía, estaba sentado, iba a la universidad o daba un paseo, seguía teniendo esa misma experiencia y me hallaba sumido en un estado de ebriedad indescriptible. Mientras caminaba por las calles y veía pasar ante mí algún carruaje, no me sentía inclinado, como en otras ocasiones, a apartarme del camino, a no ser que corriese el peligro de verme arrollado. "Porque yo —pensaba— soy Eso y nada más que Eso". En esa época no tenía sensibilidad en los pies y las manos y tampoco sentía placer alguno al ingerir alimentos sino que me parecía que era otro el que comía por mí... Y, cuando ese estado de arrebatadora ebriedad se atenuó un poco, el mundo me pareció un sueño. Mientras caminaba por la plaza de la ciudad golpeaba mi cabeza contra las verjas para corroborar si eran reales o un mero sueño. Dada la insensibilidad de mis pies y manos empecé a temer que pudiese estar afectado de parálisis. Durante algunos días no pude escapar de ese estado de profunda ebriedad y de esa condición de sobrecogimiento. Cuando retorné a mi estado normal, pensé que aquello había sido un atisbo del conocimiento no dual. No es falso, pues, lo que al respecto está escrito en los Sastras. Nunca más, desde esa experiencia, he dudado de la verdad de la no dualidad».
Fin de la cita. Según la nota en el libro, la parte copiada en azul/rojo es una cita tomada de aquí: Swami Saradananda, Sri Ramakrishna: The Great Master (Madras: Ramakrishna Math, 1952), págs. 128-129.
Por supuesto que se trata tan sólo de un vislumbre y no de la iluminación, pero apunta en la dirección correcta en cuanto a la ausencia de dolor en la Realidad (en cambio, este vislumbre parcial contiene algo de miedo, como el miedo a la parálisis, lo cual muestra que se trata de un atisbo parcial y por lo tanto valioso, pero no es una revelación de las más profundas, en las cuales desaparece toda noción de miedo/conflicto... y menos todavía es la iluminación, tras la cual toda posibilidad de conflicto desaparece para siempre). Como es relativamente frecuente que se justifique la percepción del dolor como "prueba de su realidad", me gusta resaltar las ocasionales citas donde se apunta en dirección contraria (que la mente completamente iluminada no siente ningún tipo de dolor), hacia la ilusoriedad de todo dolor (incluido el dolor físico, el cual, como indiqué en el post "El dolor es una ilusión", es algo también mental, pues no existe lo físico como algo separado de la conciencia de ello).
No se trata de que el iluminado no tenga sensibilidad (a pesar de la experiencia particular del vislumbre de Vivekananda), sino de que lo que no existe no puede ser sentido ni sufrido por aquel que discierne completamente, pero mientras dure el cuerpo el iluminado puede desenvolverse con naturalidad mediante sensaciones sutiles siempre indoloras. Incluso el "no-iluminado" (lo cual es un concepto más bien metafórico) puede darse bastante cuenta de esto si ahonda profundamente en la comprensión del dolor (atenta auto-observación desprejuiciada), el cual es meramente un símbolo (por lo tanto ilusorio) de la separación de la Plenitud, y de hecho tiende a disminuir e incluso frecuentemente desaparecer (incluso en no-iluminados) cuando se decide con discernimiento en sentido contrario.
Como complemento, incluyo aquí también un par de fragmentos de posts antiguos de este mismo blog, donde se citan experiencias relacionadas con Ramana Maharshi:
Inconsciente del dolor
En una de mis visitas a Skandáshram me di cuenta de que Bhagaván tenía la pierna llena de sangre. Se acababa de bañar y se estaba secando con una toalla. «¿De qué es esa herida?», le pregunté, muy preocupado. Él no se había dado ni cuenta y me respondió: «Pues no lo sé». «Bhagaván, ¿cómo puede ser que ni siquiera te des cuenta de que la pierna te está sangrando?». Me sorprendía que no fuera consciente de una herida tan grande. Tras considerar todas las posibilidades, Bhagaván constató: «Se me debe de haber caído un trozo de carbón del incensario y me ha hecho una quemadura». Fui a buscar una pomada, que le apliqué en la herida, y pensé hasta qué punto Bhagaván está distanciado de su cuerpo, pensamiento que se vio reforzado por otro incidente que se produjo un día en que Bhagaván y yo íbamos caminando por la senda del bosque que rodea a la montaña. De repente, pisé un pincho y, cuando Bhagaván se dio cuenta de que me había quedado rezagado, se detuvo, regresó donde yo estaba y me quitó el pincho del pie. A los pocos metros, fue él quien pisó un pincho. Corrí hacia él, le levanté el pie y me quedé perplejo al ver su planta del pie plagada de espinas, algunas de hacía tiempo y otras más recientes. Levanté su otro pie y descubrí que tenía otros tantos pinchos clavados.
«¿Qué espinas piensas quitar? —me preguntó entre carcajadas—, las viejas o las nuevas?». Entonces aplastó el pincho que se acababa de clavar contra el suelo, con ese mismo pie, y siguió caminando tan contento, acompañado por mí. ¿Qué mejor prueba puede haber de que Bhagaván no tenía nada que ver con su cuerpo? Echando la vista atrás, creo que Bhagaván permitió que yo le viera comportarse de esa forma para que me quedara bien claro que había dejado de identificarse con el cuerpo por completo.
(...)
El
hecho de que Bhagaván fuera capaz de caminar sin reparar en los pinchos
que se le clavaban no significaba que no tuviera la piel sensible. Me
di cuenta de eso con la llegada de algunos devotos que iban de
peregrinaje a Pandharpur y que se quedaron a comer en el áshram.
Antes de marcharse, fueron a despedirse de Bhagaván y le abrazaron, de
lo cual me aproveché para abrazarle yo también. Al abrazarle, vi que la
piel de su cuerpo se había puesto roja.
«¿Qué te ha pasado? —le pregunté—. ¿Por qué se te ha puesto la piel tan roja?». Bhagaván respondió: «Es que me han abrazado como si estuvieran abrazando a la estatua de la divinidad en Pandharpur y, allí, el dios es de piedra pero, aquí, el cuerpo tiene piel, y la naturaleza de la piel es ponerse roja». Llegué a la conclusión de que el cuerpo de Bhagaván es tan puro y delicado que cualquier roce le dejaba una marca.
Bhagaván
no era consciente del dolor corporal. Sencillamente, no le afectaba el
dolor. De hecho, es posible que experimentara más dolor que cualquiera
de nosotros ya que no sólo padeció muchas enfermedades dolorosas sino
que también experimentaba dolor cuando se le acercaban algunas personas.
En una ocasión me contó que, cuando algunas personas llegaban para
inclinarse ante él, físicamente sentía como si lo apalearan. Me imagino
que debía de tratarse de unos pecadores tremendos para que Bhagaván se
viera afectado de semejante manera.
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Él prefería estar sentado, en silencio, sin que le molestaran con preguntas, porque ese era su estado natural. Una vez me dijo: «Yo estoy donde no hay palabras». «Entonces, ¿por qué hablas?», le pregunté. «Por compasión», me respondió.
Esta cita es un fragmento de este post de 2012: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2012/02/dichos-anecdotas-y-milagros-de-ramana.html
No se trata de alimentar un debate sobre si el iluminado siente dolor o no, pues es fácil encontrar testimonios en un sentido u otro. Pero sí expuse mi punto de vista y colecciono citas que sean compatibles. Considero que el tema en sí contiene una clave que puede ayudar a acelerar la iluminación, pues el dolor es ilusorio (físico o mental da igual, pues en ambos casos es mental en último término) y apegarse a él concediéndole algún grado de realidad aparte de la percepcion ordinaria de la "conciencia no-iluminada" es un impedimento para reconocer el Ser plenamente.
Una cita más para finalizar, de nuevo con Ramana Maharshi (ahí llamado "Bhagaván"):
Voy a incluir también un breve comentario sobre la ausencia de dolor, pero la ausencia de dolor no es realmente un siddhi, sino una consecuencia natural de reconocer la Verdad, ya que al no haber identificación con el cuerpo, no puede haber dolor. La siguiente cita, narrada por Sadhu Arunáchala, explica esto:
Lo primero que le pregunté a Bhagaván fue por qué Jesucristo gritó cuando estaba en la cruz puesto que, si era un jñani perfecto, no tendría que haberse inmutado ante el sufrimiento. Bhagaván me explicó que, aunque un jñani haya alcanzado la Liberación y para él ya no exista el sufrimiento, en algunos casos puede parecer que siente dolor; pero se trata de una reacción del cuerpo, porque el cuerpo sigue reaccionando: sigue comiendo y funcionando de forma natural. A quien le parece que está sufriendo es a quien lo ve desde fuera. Pero eso no afecta al jñani pues ya no existe en él la identificación del Ser con el cuerpo; vive en un estado trascendente, por encima de todo ese tipo de cosas.
Copiado de: «Mis recuerdos de Ramana Maharshi», de Sadhu Arunáchala, editorial Trompa de Elefante, página 32.
Y en la siguiente página, la 33, añade:
Cuando uno se identifica con el cuerpo, lo siente; pero, en el caso del jñani —que siempre es consciente de que el cuerpo es algo aparte de él—, el dolor es sólo una experiencia ajena a su realidad. El dolor está ahí pero, de alguna forma, no lo siente como suyo. (Sadhu Arunáchala)
Esto me recuerda un par de comentarios de Ramana Maharshi al respecto, aunque cito de memoria porque no tengo a mano las citas: en una ocasión alguien le preguntaba sobre si sentía dolor, y respondió algo así como que lo sentía pero muy remotamente, como un sueño. En otra ocasión alguien le preguntaba si le dolía (estas preguntas supongo que eran en la época final de su vida, cuando a su cuerpo le sobrevino la afección aquella que llevó a la disolución de su cuerpo) y él dijo algo así como que dolía como un montón de escorpiones. La pregunta no seguía más, pero yo hubiera re-preguntado: ¿Y los escorpiones, duelen? Porque conociendo la juventud de Ramana Maharshi, cuando ensimismado en aquellos primeros tiempos era picado por cientos de escorpiones y bichos, sin inmutarse ni lo más mínimo, habría que ver su respuesta jejeje
Concluyendo: que en la consciencia de la Plenitud no puede haber dolor (por ser el dolor ilusorio) ni tienen importancia los siddhis tal como se los suele entender, pero si es necesario algo "insólito" para inspirar a alguien a despertar, ese suceso insólito sucederá, sin que nadie tenga por qué atribuirse el mérito, pues se trata siempre de la Gracia en acción, destellando incluso entre las sombras del velo.
Fin de la cita. En este caso, lo copiado es un fragmento de este post también del año 2012: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2012/01/anecdota-de-ramana-maharshi-en-relacion.html
Uno puede aferrarse a las palabras de algún guru (incluso en las citas que he copiado) para justificar su creencia en el dolor. Una investigación profunda, sin embargo, revela que el dolor es un espejismo, con repercusiones prácticas en nuestra percepción. Muchos entienden que el sufrimiento (psicológico) es algo meramente mental, basado en creencias erróneas. Menos entienden que el dolor físico no es muy diferente a eso, pues lo físico es mental (todo lo que llamamos "físico" no es más que pensamiento/creencia/percepción reflejado en la conciencia) y es también una simbología ilusoria basada en creencias erróneas (en especial la "creencia raíz o ilusión base", que es la creencia en la separación de la Plenitud). El iluminado, al haber discernido por completo y haber transcendido todas las creencias erróneas, es libre de toda ilusión, en todas sus modalidades, y nunca experimenta dolor físico (sí "información indolora", por así decir, mientras sea útil que parezca que aún continúa con cuerpo físico para inspirar a "los demás") ni sufrimiento psicológico. Este tema sólo es útil para profundizar uno mismo. No es para debatir ni entrar en inútiles discusiones mentales, pues lo único definitivo es despertar y, tras la iluminación, si fluye, explicar con las palabras que uno quiera lo que es vivir en tal libertad de las ilusiones. Por supuesto, no olvidemos nunca que la iluminación no es algo nuevo a alcanzar, sino el reconocimiento de lo que ya somos, el reconocimiento de lo que ya es, del Uno que es nuestro Ser.
Post relacionado: El dolor es una ilusión: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2014/01/el-dolor-es-una-ilusion.html (el cual incluye ahora, abajo del todo, una actualización con algunos otros posts que tienen relación con el tema).
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